
La amistad y el posterior distanciamiento entre Pablo Neruda y Federico García Lorca conforman una de las relaciones más emblemáticas y complejas de la literatura hispana del siglo XX. Unidos por una intensa comunión artística en la década de 1930, su vínculo atravesó periodos de hermandad creativa y celebraciones culturales, así como profundas diferencias ideológicas y un desenlace marcado por la tragedia de la Guerra Civil Española.
La relación entre ambos comenzó el 13 de octubre de 1933 en Buenos Aires, donde los escritores participaron en tertulias literarias organizadas por el matrimonio de Pablo Rojas Paz y Sara Tornú, según la Fundación Pablo Neruda.
Lorca se encontraba en la ciudad para preparar el estreno de Bodas de Sangre mientras que Neruda ejercía funciones consulares. Ese escenario intelectual de la capital argentina propició el surgimiento de una complicidad creativa que se reflejó poco después en encuentros memorables.

Uno de los momentos más emblemáticos de este periodo fue el banquete celebrado el 10 de noviembre de 1933 en el Hotel Plaza, donde ambos poetas pronunciaron su famoso “discurso al alimón” como homenaje a Rubén Darío. Esta intervención, inspirada en la tauromaquia, funcionó como un rito festivo que consolidó su amistad literaria.
Como subraya la Fundación Pablo Neruda, la hermandad quedó plasmada, además, en el libro único Paloma por dentro/La mano de vidrio, escrito e ilustrado al alimón por ambos autores como obsequio para Sara Tornú, anticipando incluso simbólicamente la sombra de la tragedia.
La intensa actividad cultural en Buenos Aires y Madrid ubicó a Neruda y Lorca como figuras centrales de múltiples colaboraciones y tertulias. El “discurso al alimón” fue posteriormente reproducido en medios y antologías de ambos autores, consolidándose como símbolo de la fraternidad intelectual y la admiración por Darío.
La Fundación Pablo Neruda destaca que, en aquellos encuentros, convergieron bromas, improvisaciones y desafíos artísticos que expresaban tanto el espíritu innovador de la época como una resistencia lúdica ante la polarización política.

Reencuentro en Madrid, la Generación del 27 y la Casa de las Flores
En 1934, la relación entre ambos poetas se trasladó a Madrid, donde Neruda asumió nuevas funciones consulares tras gestiones en las que participaron Lorca y Gabriela Mistral. La capital española era entonces el epicentro de la “Edad de Plata” de la literatura española, marcada por la presencia de la Generación del 27.
Neruda compartió vivencias y tertulias en la Casa de las Flores, su residencia situada en el barrio de Argüelles, junto a Lorca y otros autores como Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y Luis Cernuda.
La Fundación Pablo Neruda detalla que la Casa de las Flores se convirtió en un foro de animadas reuniones, improvisaciones nocturnas y sátiras políticas, como la recordada pantomima sobre el mariscal Hindenburg y figuras nazis, donde Lorca y Cotapos aportaron un tono festivo y provocador. Este ambiente celebratorio funcionó, como apuntan ambas fuentes, como refugio ante el avance de la radicalización política, reflejando a la vez la vitalidad del intercambio artístico.

Influencias literarias y homenajes mutuos
La obra de los dos poetas revela los matices de este intercambio intelectual. Neruda rindió homenaje a Lorca en poemas como la “Oda a Federico García Lorca” y en textos emblemáticos como “Los nombres”, donde se refiere al poeta granadino como “Federico, que me hacía reír como nadie y que nos enlutó a todos por un siglo”.
La presencia de Lorca en la poesía de Neruda como emblema de “duende derrochador y alegría centrífuga”, apuntando que la muerte de Lorca supuso un punto de inflexión en la trayectoria del chileno.
Aunque la obra de Lorca ya se hallaba consolidada antes de su acercamiento a Neruda, el entorno español y el contacto con los poetas de la Generación del 27 resultaron determinantes para que Neruda evolucionara hacia una poesía más renovadora y comprometida, en especial desde la publicación de “Residencia en la Tierra”. En cambio, no se aprecian señales claras de influencia nerudiana en la producción de Lorca, dada la diferencia cronológica de sus obras.

Tragedia de la guerra y el impacto de la muerte de Lorca
El inicio de la Guerra Civil Española en julio de 1936 fue clave en los destinos de ambos poetas. La desaparición de Lorca representó un golpe devastador para Neruda, quien evocó reiteradamente ese periodo: “La guerra de España, que cambió mi poesía, comenzó para mí con la desaparición de un poeta”.
En ese sentido, la detención y ejecución de Lorca por las fuerzas franquistas puso fin a cualquier posibilidad de reconciliación.
Ambas fuentes enfatizan el impacto personal de la tragedia en Neruda y la carga simbólica de la muerte de Lorca como la eliminación de una figura esencial para el arte popular.
El recuerdo de Lorca persistió en la obra y la conciencia de Neruda. La amistad y posterior pérdida del poeta granadino inspiraron homenajes públicos y poemas, incluyendo la “Oda a Federico García Lorca” o el libro “España en el corazón”.
Además, Neruda abordó abiertamente la cuestión de la homosexualidad de Lorca en un texto inédito incorporado a sus memorias en 2017, conservado gracias a Matilde Urrutia y la Fundación Pablo Neruda.

En ese texto, el poeta chileno rechaza la utilización de la orientación sexual o de los temas eróticos para justificar el asesinato de Lorca, y sitúa su muerte en el contexto de la persecución intelectual a los escritores republicanos.
“El vínculo entre ambos sigue vivo en la memoria literaria de habla hispana”, escribió Neruda. También reconoció: “Nunca he visto reunidos como en él la gracia y el genio, el corazón alado y la cascada cristalina.”
El legado de García Lorca, lejos de interpretarse como una consecuencia trágica de la violencia de la época, se entiende como la desaparición deliberada de una voz imprescindible para la cultura y la libertad, una ausencia que todavía resuena en las generaciones posteriores.
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