
"¿En qué clase de país querés vivir?", pregunta Margaret Atwood en una carta que le envió al diario UNO de Santa Fe y acaba de ser publicada. Se trata de una interpelación directa al debate sobre el aborto. El título de este texto es contundente: "¿Un Estado esclavista?". Esa es la forma en que la autora canadiense de 78 años nombra a un Estado que obliga a sus mujeres a continuar con embarazos no deseados.
Semanas atrás, ya había irrumpido en la discusión con un mensaje a la vicepresidente Gabriela Michetti, una de las voces más críticas de la iniciativa en el Senado, donde los legisladores debaten el proyecto. "Lo podés dar en adopción, ver qué te pasa en el embarazo, trabajar con psicólogo, no sé", había dicho Michetti.
La respuesta fue sorpresiva: "No aparte la mirada de las miles de muertes que hay cada año por abortos ilegales. Deles a las mujeres argentinas el derecho a elegir", le había pedido a través de las redes sociales. Hoy regresa, pero con un texto más extenso y reflexivo.

Margaret Atwood no es una escritora del montón. Desde que salió la serie televisiva de su emblemático libro El cuento de la criada de 1985, volvió a estar en el centro de la escena. No es casualidad, su obra tiene un valor reivindicativo en lo que a los derechos de la mujer refiere. Y es en Argentina, cuando se está en pleno debate la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo —tema que aborda esta narración de ciencia ficción distópica—, donde recobra aún más valor.
Atwood está al tanto de lo que sucede en nuestro país. En diciembre estuvo aquí y grabó un mensaje por los femicidios en solidaridad con la consigna Ni Una Menos.
"Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso", dice en este nuevo texto con firmeza. En lo que resta de esta nota, reproducimos la carta completa de la escritora.

A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gusta tampoco mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal. ¿Qué hacer?
A lo mejor una manera diferente de acercarse a la respuesta sería preguntar, ¿en qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo de ella o él, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es esclavizada?
Las mujeres que no pueden tomar la decisión sobre si tener o no bebés son esclavas, porque el Estado reclama como propiedad a sus cuerpos y al derecho a dictar el uso al que deben someterse sus cuerpos. La única circunstancia similar para los hombres es el reclutamiento en el ejército. En ambos casos existe riesgo para la vida del individuo, pero un conscripto del ejército por lo menos está provisto de comida, ropa y alojamiento. ¡Incluso los criminales en las prisiones tienen derecho a esas cosas! Si el Estado exige el parto forzado, ¿por qué no debería pagar la atención prenatal, el parto mismo, la atención postnatal y, –para los bebés que no se venden a las familias más ricas–, el costo de criar al niño?
Y si el Estado está tan interesado en los bebés, ¿por qué no honrar a las mujeres que tienen más bebés respetándolas y sacándolas de la pobreza? Si las mujeres prestan un servicio necesario al Estado –aunque en contra de su voluntad– seguramente se les debería pagar por su trabajo. Si el objetivo es más bebés, estoy segura de que muchas mujeres se resignarían a la tarea si se las recompensara adecuadamente. De lo contrario, se inclinan por seguir la ley natural: los mamíferos placentarios abortarán ante la escasez de recursos.
Pero dudo que el Estado esté dispuesto a brindar los recursos necesarios. En cambio, solo quiere reforzar el truco barato habitual: obligar a las mujeres a tener bebés y luego hacer que paguen. Y que paguen. Y que paguen. Como dije, esclavitud.
Si se elige tener un bebé, eso es, por supuesto, un asunto diferente. El bebé es un regalo, dado por la vida misma. Pero para ser un regalo, debe ser dado libremente y libremente recibido. Un regalo también puede ser rechazado. Un regalo que no puede ser rechazado no es un regalo, sino un síntoma de tiranía.
Decimos que las mujeres «dan a luz». Y las madres que han elegido ser madres sí dan a luz y lo sienten como un regalo. Pero si no han elegido, el nacimiento no es un regalo que ellas dan; es una extorsión contra sus voluntades.
Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted quiere, Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud: es reivindicar poseer y controlar el cuerpo de otra persona, y sacar provecho de eso.
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