
En febrero de 2025, el Gobierno nacional confirmó un paso crucial en el desarrollo tecnológico del país con la aprobación de la Política Nacional de Inteligencia Artificial, un documento estratégico que traza la hoja de ruta para la implementación y regulación de la IA hasta 2030.
Aprobado a través del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes), este plan establece un ambicioso plan para transformar la sociedad, la economía y el medio ambiente, a la par que enfrenta los desafíos que presenta esta tecnología disruptiva.
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El documento, que contempla una inversión de aproximadamente 479.000 millones de pesos entre 2025 y 2030, fue presentado oficialmente el próximo 17 de febrero.
Entre las principales apuestas de la política se encuentran la mejora de la conectividad en zonas apartadas, el fortalecimiento de la infraestructura de datos, la protección de la propiedad intelectual y la capacitación de talento humano para enfrentar los desafíos inherentes al uso de la inteligencia artificial.
“Este Conpes es una estrategia integral que permitirá a Colombia aprovechar las oportunidades que ofrece la IA mientras se mitigan los posibles riesgos”, aseguró Alexander López Maya, exdirector del Departamento Nacional de Planeación (DNP).
La IA en la educación: entre el impulso al aprendizaje y el riesgo del fraude académico
Ante este nuevo panorama en el país, la adopción de las herramientas de inteligencia artificial en el ámbito educativo es inevitable, y su integración en las aulas puede convertirse en un valioso recurso para potenciar el aprendizaje.
Sin embargo, su uso indebido también representa un desafío importante, especialmente en lo que respecta a la afectación del proceso de aprendizaje y el incremento del fraude académico.
Desde la irrupción de herramientas como ChatGPT en 2022, la IA generativa ha revolucionado diversos sectores, incluido el educativo: “La rápida adopción de la inteligencia artificial generativa ha cambiado radicalmente la forma en que docentes y estudiantes abordan el aprendizaje, pero también ha abierto la puerta a prácticas que pueden comprometer la integridad académica”, explicó Pedro Wightman, profesor de la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad del Rosario.

Según Wightman, uno de los principales riesgos es el uso indebido de la IA por parte de los estudiantes, quienes, en ocasiones, presentan textos generados por estas herramientas como si fueran fruto de su propio trabajo.
Este fenómeno no solo constituye un claro ejemplo de fraude académico, sino que interfiere en el proceso de aprendizaje, ya que el esfuerzo intelectual y la comprensión profunda de los temas quedan relegados ante la facilidad de obtener respuestas automatizadas.
“El problema no radica en la herramienta, sino en cómo se usa”, puntualizó el académico, dado que la inteligencia artificial puede ser un obstáculo si llega a sustituir el trabajo del estudiante; sin embargo, si se emplea como complemento, puede enriquecer significativamente la formación académica.
Por ejemplo, la IA puede utilizarse para analizar o corregir textos, siempre y cuando no se convierta en el producto final del aprendizaje, permitiendo a los estudiantes desarrollar habilidades críticas y de análisis.
Habilidades clave y estrategias pedagógicas para un uso responsable
Por lo tanto, para aprovechar al máximo el potencial de la IA en la educación, es esencial el desarrollo de competencias fundamentales como el pensamiento crítico, la comunicación efectiva y la capacidad de resolución de problemas.
Estas habilidades permiten a los estudiantes evaluar la veracidad de las respuestas generadas por las máquinas, formular instrucciones precisas y mejorar la calidad de sus producciones académicas.

En ese sentido, Wightman propuso que las instituciones educativas adopten estrategias inclusivas basadas en principios éticos y pedagógicos.
Entre sus recomendaciones, destacó la necesidad de capacitar a los docentes para diseñar actividades en las que la IA actúe únicamente como un apoyo y no como un sustituto del aprendizaje.
Asimismo, sugirió definir momentos específicos para el uso de estas herramientas, de manera que nunca se reemplace la adquisición de conocimientos fundamentales de una disciplina.
En cuanto a la evaluación, el profesor enfatizó la importancia de innovar en las metodologías de calificación, por lo que propuso, por ejemplo, la realización de evaluaciones presenciales, como presentaciones orales, o la implementación de bitácoras de proceso en las que los estudiantes registren las instrucciones dadas a la inteligencia artificial, el análisis de las respuestas y las mejoras sugeridas para iteraciones futuras.
Este enfoque no solo fomenta la transparencia en el uso de la tecnología, sino que también permite evaluar habilidades esenciales como la expresión escrita, la capacidad analítica y la coherencia en la construcción de argumentos.
Un futuro prometedor, si se abordan los desafíos con ética y responsabilidad
El panorama de la educación en Colombia se encuentra en una encrucijada. Por un lado, la adopción de la inteligencia artificial representa una oportunidad sin precedentes para modernizar y dinamizar el proceso educativo.

Por otro, su uso indebido puede perjudicar la integridad académica y afectar el aprendizaje de los estudiantes. La clave, según Pedro Wightman, está en fomentar un uso ético y responsable de la tecnología, que permita a docentes y alumnos trabajar conjuntamente para transformar la IA en una herramienta aliada en el camino del conocimiento.
“La adopción de la inteligencia artificial en la educación es inevitable. El reto está en cómo docentes, estudiantes y directivos trabajen juntos para crear un entorno donde la IA impulse la creatividad, la eficiencia y el pensamiento crítico”, concluye Wightman.
Con la implementación de la Política Nacional de Inteligencia Artificial, Colombia se posiciona para liderar el desarrollo tecnológico en la región, siempre y cuando se aborden de manera adecuada los riesgos asociados.
Así, la apuesta no es solo por la innovación, sino por un compromiso ético y pedagógico que garantice que la inteligencia artificial se convierta en un recurso valioso para la educación del siglo XXI.
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