El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana: "Cualquier negociación debe estar dirigida a una elección y un cambio de régimen"

En diálogo con Infobae, Monseñor José Luis Azuaje advirtió que si se cierra la posibilidad de una salida pacífica y se “arrincona al pueblo”, cualquier cosa puede suceder en Venezuela

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Monseñor José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y Arzobispo de Maracaibo
Monseñor José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y Arzobispo de Maracaibo

La Iglesia católica ha sido clara al denunciar que Venezuela vive bajo un régimen de facto que no respeta las garantías democráticas ni la dignidad de los ciudadanos. Señalan a Nicolás Maduro, y a su régimen, como el principal responsable de la crisis que atraviesa el país.

Por ello, en su más reciente Exhortación Pastoral, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) lanzó una advertencia: "Las actitudes de prepotencia, autoritarismo y abuso de poder, así como la constante violación de los derechos humanos, van acumulando sobre sus autores un rechazo que las generaciones futuras les reclamarán. En cierto modo resulta suicida seguir insistiendo tercamente en un camino de autodestrucción que se volverá contra sus promotores. La Iglesia no alienta los deseos de venganza ni las retaliaciones, pero tampoco promueve la impunidad de delitos que atentan contra la vida, la dignidad humana y los derechos fundamentales".

En medio de un escenario de incertidumbre, por la paralización de las negociaciones que se realizaban en Barbados con la mediación de Noruega y la revelación de conversaciones secretas entre funcionarios del régimen con Estados Unidos, Infobae conversó con uno de los más importantes jerarcas de la Iglesia venezolana, monseñor José Luis Azuaje, presidente de la CEV y Arzobispo de Maracaibo.

—Hace un mes el papa Francisco pidió que lo antes posible se llegara a un acuerdo para poner fin al sufrimiento de los venezolanos. ¿Está Venezuela cerca de ese acuerdo o luce cada vez más lejano?

—Ciertamente el papa Francisco ha estado muy cercano a la problemática que vivimos en Venezuela, bien sea cuando vamos a Roma o también a través de sus mensajes o del señor Nuncio, nos expresa su preocupación. Pero también nos expresa el hecho de que tantas oportunidades hemos tenido de poder resolver el problema y no se ha hecho, lo que implica una falta de voluntad entre quienes deben asumir estas responsabilidades. Por eso consideramos que aún falta mucho para que se dé un acuerdo. Y sobre todo un acuerdo que tome en cuenta al pueblo venezolano. No queremos un acuerdo entre élites, entre políticos, sino realmente que sea el pueblo venezolano el que debe decidir. Por eso se deben retomar estas conversaciones, porque es la única manera de solventar los problemas, pero siempre con el criterio de ir a elecciones, porque no hay otro camino. El camino que tiene el pueblo venezolano es ir a elecciones, pero de forma libre y con todas las garantías democráticas de nuestra Constitución.

—Las negociaciones en Barbados tienen ya dos semanas paralizadas desde que Nicolás Maduro decidió levantarse. ¿Qué llamado le hace a Maduro?

—No solamente es un llamado a Nicolás Maduro, sino un llamado a todos los políticos para que asuman su responsabilidad, incluso el mismo pueblo venezolano, para que en todo el proceso pueda participar. Las esperanzas se tienen siempre en un cambio de régimen, no en otra cosa. El pueblo ha sido abandonado, aquí no funciona nada. Lo último que ha pasado es que han colapsado los servicios públicos, la electricidad, el agua, el transporte público, la vialidad. Todo es un desastre. Casi podemos decir que hay ciudades como Maracaibo, donde yo vivo y soy Arzobispo, que están en el abandono total. Entonces es difícil.

—¿Qué puede pasar si no se retoman las negociaciones? ¿Se cierra la posibilidad de una salida pacífica?

—Yo creo que la decisión la tiene el pueblo venezolano. Nosotros hemos sido golpeados brutalmente a través de la represión y también la carencia de todo lo necesario para una vida digna. Pero a pesar de eso nos queda fuerza, nos anima la esperanza de un futuro mejor. Y cuando Venezuela, el pueblo venezolano siempre se ha propuesto realizar algo, pues lo hace. Pensamos nosotros que las salidas pacíficas siempre están a la orden del día, pero no hay que arrinconar al pueblo porque cualquier cosa pudiera suceder. Todos anhelamos que esto se solucione pacíficamente, a pesar de que aquí en Venezuela están metidos grupos de toda índole.

—¿Qué opina de las conversaciones que algunos funcionarios del régimen están teniendo con Estados Unidos? El embajador John Bolton afirmó que negocian a espaldas de Maduro su salida del poder.

—Toda conversación, diálogo, negociación o como se quiera llamar, que se haga en favor del pueblo venezolano, es bienvenida. Pero repito, como hemos dicho los obispos, debe tener una direccionalidad, que es entrar en un proceso electoral y especialmente en un cambio de régimen. De lo contrario seguiremos de mal en peor.

—El Zulia es uno de los estados más golpeados por la crisis humanitaria y el colapso de los servicios públicos. ¿Cómo se siente al ver el drama que padecen sus feligreses, como Arzobispo de Maracaibo, y qué les dice para que no pierdan la esperanza?

—Como persona humana y como Arzobispo de Maracaibo realmente uno se siente triste, por varias razones. Quienes conocimos a Maracaibo desde hace muchos años, veíamos una ciudad en desarrollo, una ciudad muy calidad, no solo por el clima sino sobre todo por el gentilicio, por la alegría de los zulianos. Hoy vemos una ciudad oscura, donde en la calle se ve caminar a la gente como autómatas, como personas sin rumbo, porque ven una fila de personas y se meten allí sin saber qué están vendiendo, buscando encontrar algo.

En Maracaibo, dos hombres revisan los desperdicios en busca de objetos que todavía sirvieran o que pudieran ser reciclados. (Meridith Kohut/The New York Times)
En Maracaibo, dos hombres revisan los desperdicios en busca de objetos que todavía sirvieran o que pudieran ser reciclados. (Meridith Kohut/The New York Times)

Pero también el colapso de los servicios públicos. Yo estoy viviendo en la Basílica de la Chinita, que es nuestra patrona, y allí falla la luz, no llega el agua. Muchas veces pasamos hasta un mes sin que llegue el agua a través de la tubería. Muchas veces trabajamos con camiones cisternas que tenemos que pagarlos. Al lado tenemos el hospital Chiquinquirá. En meses pasados tuvimos que albergar en nuestro salón parroquial a 15 niños recién nacidos porque no funcionaba la planta eléctrica y no había electricidad. Es una tragedia. Entonces la sensación que uno tiene es de desgaste, de desesperanza. Pero sacamos fuerza del Espíritu Santo y seguimos trabajando. Por eso hemos activado Cáritas, hemos activado las parroquias y los grupos de apostolado desde un enfoque de solidaridad y al servicio para los más necesitados, buscando todas las ayudas posibles para poder paliar aunque sea al día una comida o un medicamento, o una palabra de aliento.

—Como presidente regional de Cáritas para América Latina y El Caribe, ¿cómo evalúa la atención que ha brindado la comunidad internacional a la crisis migratoria?

—Nosotros hemos sido siempre muy claros en agradecer a todos estos países, especialmente en Sudamérica, que han recibido a los hermanos venezolanos. Las conferencias episcopales de esos países, como también las Cáritas nacionales, diocesanas y parroquiales, se han activado para acoger a los venezolanos. Y lo han hecho tanto en el ámbito legal, como el auxilio humanitario, como también la ayuda psicológica. Se han creado varios programas apoyados incluso por Cáritas internacional y otras instancias de la Iglesia, para que los venezolanos puedan llegar, adaptarse en ese país, entrar al mundo laboral y poder ayudar a su familia que sigue en Venezuela.
También Cáritas ha creado un Grupo de Amigos de Venezuela, que tendrá reunión a final de septiembre, donde las Cáritas tanto europeas, americanas y de Centro y Sudamérica se van a reunir para revisar lo que se ha hecho y diseñar nuevos proyectos en bien de tantos hermanos que han salido del país como también de los que están dentro del país, donde se sufre y se pasan muchas necesidades. Nuestro agradecimiento a la comunidad internacional, todos los países y gobiernos que han aceptado a nuestros hermanos, y han tratado de brindarles protección, así como también a las conferencias episcopales y las Cáritas que han brindado cobijo, nutrición y también atención de salud.

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