
El actor interpreta a un magnético y afanoso campeón de tenis de mesa en la nueva película de Josh Safdie, una de las más emocionantes del año.
Marty Mauser, el incontenible héroe de la electrizante nueva película de Josh Safdie, se lanza hacia su sueño americano a la velocidad del sonido, corre y se apresura mientras explora todos los ángulos imaginables. Es el Nueva York de 1952, y Marty --interpretado con un brío feroz y brazos de rehilete por Timothée Chalamet-- es un tiburón del tenis de mesa y aspirante a campeón del mundo. Es un clásico hombre que lucha y se debate entre mundos y lealtades, entre los lazos que lo atan y una libertad compleja, entre la comunidad y sí mismo. Sus horizontes parecen estar al alcance de la mano, pero como la vida para Marty es un obstáculo tras otro, también es una jugada tras otra.
Marty Supremo, una versión hipercargada de una historia del camino a la madurez, es una de las películas estadounidenses más placenteras del año, y una de las más emocionantes. Parte de lo que la hace eléctrica es la forma orgánica en que sus numerosas partes --temas, personajes, movimientos de cámara y ritmo acelerado-- encajan en un todo vertiginoso. La película aborda temas importantes como la identidad judía, la familia, la comunidad, la clase social, la asimilación y el éxito, pero no es didáctica ni da lecciones de vida, al modo piadoso y regañón de muchas películas independientes estadounidenses. Sus ideas son inseparables de su realismo, con sus muchas capas, texturas exuberantes, furor anárquico, apartamentos míseros, calles atestadas y vida tenaz y palpitante.
Hay mucho sobre lo que reflexionar, pero Safdie es tanto un artista natural del entretenimiento como un cineasta nato (no todos los directores son ambas cosas): quiere atraparte, y una vez que lo hace, no te deja ir. (Entre sus largometrajes anteriores está Diamantes en bruto , dirigida con su hermano, Benny). Tiene un gancho ideal en el Marty de Chalamet, un estafador encantador cuya ambición impulsa la historia y lo lleva desde el entrañable Lower East Side hasta puntos de todo el mundo. Es un personaje sensacional (inspirado en un campeón de tenis de mesa de la vida real, Marty Reisman) en una película repleta del tipo de personalidades vívidas y rostros no homogeneizados --arrugados, asimétricos, hermosos-- cuya singularidad está siendo cada vez más expulsada del entretenimiento dominante estadounidense.
Cuando comienza la historia, Marty se encuentra trabajando en una zapatería atestada, intentando hacer que el corpulento pie de una clienta entre en una selección delicada, sin éxito. Es el primero de una serie de contratiempos para Marty, quien casi inmediatamente le pasa la clienta a otro dependiente para poder atender a su novia casada, Rachel (la carismática Odessa A'Zion), en la trastienda. Pocos minutos después de haberse subido la cremallera, Marty se precipita hacia su futuro. Intenta convencer a su jefe para que financie una empresa, saca una pistola, comete un crimen, huye del apartamento que comparte con su madre (Fran Drescher) y vuela a Londres, donde conoce a un nuevo interés romántico, Kay (una estupenda Gwyneth Paltrow), una exestrella de Hollywood en un matrimonio amargo.
Safdie y Ronald Bronstein, su coguionista y colaborador desde hace tiempo, mantienen a Marty ocupado con sueños y planes --quiere crear una línea exclusiva de pelotas de tenis de mesa color naranja-- y enredos personales complicados. Marty aspira a convertirse en campeón del mundo, el único objetivo que tiene en mente y que crea una fuerte línea narrativa transversal que a menudo da lugar a desvíos cómicos, frenéticos y a veces brutales. A Safdie se le da muy bien orquestar el caos, y aunque a menudo utiliza estos interludios --con sus rostros lascivos y sus cuerpos agitados-- para provocar risas horrorizadas, también crean una angustiosa sensación de inestabilidad que se va acumulando. En cualquier momento algo puede salir mal, y a menudo es así, y desvía a la gente de su curso y a los mundos de sus ejes.
Sin embargo, Marty tiene una notable capacidad de resistencia, y a pesar de todas sus desventuras y de los espasmos de violencia convulsiva que supera, rara vez vacila. Su empuje es una de las razones, aunque desde el principio está claro que cuenta con el apoyo de otras personas en su vida, como Rachel y su amigo Wally (Tyler Okonma, alias Tyler, the Creator), otro jugador con quien Marty hace equipo de vez en cuando para despojar bobos de su dinero. La relación de Marty con su madre es, por el contrario, inexplicablemente combativa hasta la hostilidad, y su padre desapareció. Sea lo que sea, Marty no es el estereotipo de niño de mamá, ese cliché nocivo y sexista del hombre judío supuestamente afeminado y castrado. Marty es un atleta y un neoyorquino duro y astuto.
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La ciudad es uno de los triunfos de la película, una Nueva York perdida que Safdie, junto a su equipo (Jack Fisk es el diseñador de producción), ha reimaginado maravillosamente y poblado con un vívido reparto secundario (Sandra Bernhard y un volcánico Abel Ferrara, entre otros). Es aquí, en medio de apartamentos antiguos sin remodelar --con sus baños compartidos en las escaleras y sus capas arqueológicas de pintura-- y entre tiendas abarrotadas del centro y misteriosos salones de tenis de mesa en penumbra, donde nació Marty. Aquí hay romance y peligro, y también amor a las películas. La gran cinta de no ficción de 1955 Orchard Street , de Ken Jacobs, es una fuente de inspiración. La influencia de Calles peligrosas (1973) de Martin Scorsese es igual de evidente, y hay más de un atisbo de Johnny Boy, el personaje de Robert DeNiro de esa película, en la fanfarronería de Marty.
Cuidadosamente desglamourizado, con la cara convertida en un paisaje lunar de granos y cicatrices, Chalamet encarna a Marty por completo con cambios emocionales vertiginosos, una interpretación físicamente sólida y, sobre todo, una profunda vulnerabilidad. Marty puede ser cruel, por descuido o no, pero la amplitud de sus sensibilidades es un argumento a su favor. Es especialmente cruel con Rachel, una amiga de la infancia cuyo amor considera una trampa. (En un tenso intercambio de palabras, le dice que él tiene un propósito, pero ella no). Kay, por el contrario, es una glamurosa emisaria de otro mundo. Se llaman la atención mutuamente en Londres y, al poco tiempo, Kay se escabulle de la suite del hotel que comparte con su marido (Kevin O'Leary) y se quita las pieles en las habitaciones de Marty.
La aparición de Kay complica tanto la vida de Marty como la historia, pues pone en forma dramática la tensión entre su mundo explícitamente judío y el mundo no judío, más amplio y a veces agresivamente hostil. Los cineastas no suelen referirse abiertamente a la identidad judía de Marty; es un hecho, como el aire del Lower East Side que respira. Sin embargo, en la tierra extranjera de Londres, su identidad se pone en primer plano en una serie de escenas, en algunos momentos incómodas y en otros salvajemente extrañas, que incluyen una en la que Marty hace un chiste escandaloso sobre Auschwitz a unos periodistas. "No pasa nada", se ríe. "Soy judío, puedo decirlo". Luego anuncia que es la peor pesadilla de Hitler. "Mírame", dice Marty. "Estoy aquí", lo cual es tan autocomplaciente como conmovedor.
Este momento establece la sección más inquietante y significativa de la película que, en varias escenas enérgicas y cargadas --incluida una retrospectiva enfocada en una historia de supervivencia del Holocausto asombrosamente surrealista-- desordena brevemente la línea temporal y tiende firmemente un puente entre el pasado cercano y el presente. (Una sensación similar de continuidad histórica se crea en la banda sonora, que incluye la música original con sintetizadores de Oneohtrix Point Never, explosiones de pop de la década de 1980 -Tears for Fears, etcétera-- así como música de época y clásica). En ese momento, Marty tiene el mundo a sus pies. Ha llegado a competir en el Abierto Británico de Tenis de Mesa y pronto se enfrentará al as japonés, Koto Endo (Koto Kawaguchi, un verdadero jugador de campeonato). Marty está en su mejor momento, tiene un ataque fuerte y una confianza ardiente que atrae a los demás hacia él, aunque también los chamusque.
Después de ver la película por primera vez, me vino a la mente la novela de Budd Schulberg de 1941 ¿Por qué corre Sammy?, cuyo trágico protagonista (un "frenético maratonista") deja estragos en los demás durante su mercenario ascenso a la cima. Sin embargo, a pesar de sus respectivos recorridos, Marty es la antítesis de Sammy. Marty tiene impulsos y deseos, pero su trayectoria no es la del clásico individuo estadounidense que empieza sin recursos. Marty tiene familia y tiene amigos (por tensas que sean esas relaciones), y tiene al bullicioso Lower East Side, ese glorioso hervidero de aspiraciones, luchas y victorias de los migrantes. Al igual que Marty, Sammy surgió de allí, así como de Estados Unidos. Sin embargo, Marty, incluso en sus momentos más oscuros y solitarios, también está arropado por otras personas y por el amor. De verdad es la peor pesadilla de Hitler: Marty está aquí y está hambriento y felizmente vivo.
Marty Supremo Clasificada R por violencia con armas y trofeos, y lenguaje. Duración: 2 horas 30 minutos. En cines.
Director: Josh Safdie
Escritores: Josh Safdie, Ronald Bronstein
Protagonistas: Timothée Chalamet, Larry 'Ratso' Sloman, Mariann Tepedino, Odessa A'zion, Ralph Colucci
Clasificación: R
Duración: 2h 30m
Géneros: Drama, Deportes.
Manohla Dargis es la crítica de cine principal del Times.
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