Frank Gehry, titán de la arquitectura, ha muerto a los 96 años

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Frank Gehry, uno de los talentos más formidables y originales de la historia de la arquitectura estadounidense, murió el viernes en su casa de Santa Mónica, California. Tenía 96 años.

Meaghan Lloyd, su jefa de personal, confirmó el fallecimiento, ocurrido tras una breve enfermedad respiratoria.

El mayor éxito popular de Gehry, y la construcción por la que será más recordado, es el Museo Guggenheim Bilbao. Ubicado en lo que alguna vez fue una ciudad industrial en decadencia en la costa norte de España, este exuberante museo revestido de titanio fue una sensación internacional cuando se inauguró en 1997, ayudó a revitalizar la ciudad y convirtió a Gehry en el arquitecto estadounidense más famoso desde Frank Lloyd Wright. Su alegre aspecto --una composición de relucientes formas plateadas que parecían haber brotado del suelo-- parecía señalar la llegada de una nueva arquitectura cargada de emoción.

Gehry, uno de los primeros arquitectos que comprendió el potencial liberador del diseño digital, creó muchos otros edificios célebres --numerosos de los cuales son considerados obras maestras-- que, en términos de su audacia escultórica y su poder visceral, igualaban o incluso superaban a la arquitectura barroca del siglo XVII.

Entre ellos, la Sala de Conciertos Walt Disney de Los Ángeles, con su interior similar a un capullo, terminada en 2003; el New World Center (2011), una sala de conciertos en Miami, repleta de salas de ensayo cilíndricas; y la Fundación Louis Vuitton (2014), un museo en París, tan etéreo que parecía hecho de vidrio soplado.

Sin embargo, Gehry, quien ganó el prestigioso Premio Pritzker de Arquitectura en 1989, se había hecho un nombre desde mucho antes. Irrumpió en la conciencia del mundo de la arquitectura en 1978 con la finalización de una casa de Santa Mónica, California, que diseñó y en la que vivió durante cuatro décadas: un modesto búngalo estilo Cape Cod que desbarató para luego darle una nueva piel de madera contrachapada, metal corrugado y malla metálica.

El choque de formas, tosco, incluso violento, parecía capturar las fisuras políticas y generacionales que habían marcado a la sociedad estadounidense, y a la familia estadounidense en particular, desde la década de 1960, y consolidó a Gehry como una fuerza dentro de la arquitectura.

Durante los años siguientes, produjo varias casas más cuyas composiciones crudas evocaban estructuras a medio construir. Philip Johnson, el patriarca de la arquitectura, intentó describir la sensación de estar dentro de una de esas casas: "No es belleza ni fealdad", dijo a The New York Times Magazine en 1982, "sino una especie de satisfacción inquietante que no encuentras en los espacios de nadie más".

"Me rebelaba contra todo", dijo Gehry en una entrevista con el Times en 2012, explicando su antipatía hacia los movimientos arquitectónicos dominantes de la época, ejemplificados por la Casa Farnsworth en la pradera de Illinois, un pabellón modernista austero y plano de acero y cristal, obra de Mies van der Rohe.

"Yo no podría vivir en una casa así", dijo. "Tendría que llegar, limpiar mi ropa, colgarla bien. Me parecía arrogante y decadente. Simplemente no sentía que encajara con la vida real".

Más tarde, Gehry amplió su repertorio con diseños cada vez más escultóricos. Estos incluían las contorsionadas formas de estuco blanco del Museo de Diseño Vitra (1989), en Weil am Rhein, Alemania, y dos torres cilíndricas unidas en un abrazo enérgico y grácil en Praga: un edificio de 1996 conocido como la Casa Danzante, o Ginger y Fred, por la dupla de bailarines Ginger Rogers y Fred Astaire.

Para algunos, su obra era más escultura que arquitectura. Otros la veían como el emblema de una cultura global que reducía la arquitectura a una forma de marca. Gehry, cuyo nombre era reconocido en todo el mundo, a veces era ridiculizado con el término starchitect, arquitecto estrella.

Pero la fiereza emocional de su obra podía parecer fortalecedora, como si la arquitectura hubiera redescubierto una parte de sí misma que se había perdido tras décadas de funcionalismo monótono y clichés posmodernistas. Y el gran interés que se ponía a los deslumbrantes exteriores de sus edificios podía desviar la atención de los objetivos más profundos de Gehry: crear una arquitectura que no solo fuera conmovedora, sino democrática en espíritu y evocadora del desorden de la vida humana.

Nació el 28 de febrero de 1929 con el nombre de Frank Owen Goldberg, en un barrio obrero de Toronto, hijo de Irving y Sadie (Caplan) Goldberg. Su padre tuvo varios empleos, entre ellos la dirección de una tienda de comestibles y la venta de máquinas tragamonedas y de pinball. Frank y su hermana, Doreen, vivían con sus padres en una casa para dos familias revestida de ladrillo y tejas de alquitrán (un material que utilizaría en algunos de sus diseños).

De niño, trabajó medio tiempo en la ferretería de su abuelo materno, llenando las estanterías de herramientas, tornillos y pernos, una experiencia, dijo, de la que nació su amor por los materiales cotidianos.

Una vez a la semana, su abuela materna volvía del mercado con una carpa viva, otra experiencia formativa que inspiraría las imágenes de peces que más tarde figurarían en su obra. "La poníamos en la bañera", recordaba Gehry, "y yo jugaba con ese pez durante un día, hasta que ella lo mataba y hacía gefilte fish".

[Este obituario está en proceso de traducción y se actualizará en breve]