Ebrahim Raisi, presidente de Irán, muere a los 63 años

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El clérigo chiita de línea dura era considerado posible sucesor del líder supremo de Irán. Su muerte en un accidente de helicóptero ocurre en un momento de turbulencia su país.

Ebrahim Raisi, presidente de Irán y uno de los principales aspirantes a suceder al líder supremo de la nación, murió el domingo en un accidente de helicóptero. Tenía 63 años.

Raisi, clérigo musulmán chiita conservador que participó en algunas de las más brutales medidas represivas contra opositores a la República Islámica, era un protegido del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, y un devoto defensor del régimen religioso en el país.

La presidencia de Raisi estuvo marcada por dos acontecimientos importantes: el levantamiento nacional de 2022, liderado por mujeres y niñas, que exigía el fin del dominio de la República Islámica y el brutal aplastamiento de ese movimiento por parte del gobierno; y la actual guerra de Medio Oriente con Israel, con el que tenía un largo historial de ataques clandestinos.

Como presidente según el sistema político iraní, Raisi no estableció la política nuclear o regional del país. Pero heredó un gobierno que no dejaba de ampliar su influencia regional a través de una red de milicias aliadas y un programa nuclear que avanzaba rápidamente hacia niveles de enriquecimiento de uranio apto para armamento tras la salida de Estados Unidos de un acuerdo nuclear.

Raisi respaldaba y apoyaba ambas políticas y las consideraba esenciales para que Irán mantuviera su influencia en la región y ejerciera presión sobre Occidente.

Su muerte ocurrió cuando una guerra en la sombra que llevaba años se convirtió en una confrontación directa a raíz del ataque militar de Israel contra Gaza en represalia por los atentados del 7 de octubre de Hamás contra Israel.

Raisi nació en la ciudad nororiental de Mashhad, en una familia de clérigos, y estudió en el famoso seminario de Qom antes de participar, con 18 años, en la revolución islámica de 1979, que derrocó al sha de Irán. Solo dos años después, Raisi se convirtió en juez de la recién creada República Islámica, iniciando un ascenso constante a la cima de la política iraní.

Al igual que Jamenei y su predecesor, el ayatolá Ruhollah Jomeini, fundador de la revolución islámica, Raisi se puso el turbante negro de los clérigos, reservado a los sayyids, o personas cuyo linaje se remonta al profeta Mahoma.

La cuestión de la sucesión en Irán se ha hecho más acuciante porque Jamenei tiene 85 años y está débil. La selección del próximo líder supremo es un proceso opaco de rivalidades políticas y artimañas. Según la Constitución, un órgano electo de clérigos llamado Asamblea de Expertos elige al líder supremo.

Raisi era considerado uno de los principales aspirantes a ese cargo y contaba con el favor de la facción de línea dura, al igual que el hijo del ayatolá Jamenei, Mojtabai, un influyente clérigo que ayuda a dirigir la oficina de su padre. La muerte de Raisi allana el camino para que el joven Jamenei suceda a su padre.

Los analistas políticos describieron a Raisi como un fiel ejecutor de las políticas de Jamenei y un facilitador del creciente poder del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en la política y la economía de Irán.

"No era alguien que rebosara de carisma. Sus discursos no motivaban a la gente a salir a la calle. Ejecutaba políticas", afirmó Sanam Vakil, directora del programa de Medio Oriente y Norte de África de Chatham House. "Por encima de todo, era un conocedor del régimen. Era un ideólogo que trabajaba dentro del sistema y a través del sistema".

Los partidarios de Raisi, incluidos los comentaristas conservadores en los medios estatales, lo elogiaron por reimponer estrictas reglas religiosas y sociales, ser intolerante con la disidencia y alejar las políticas de Irán de Occidente hacia un mayor compromiso con Rusia y China.

De 2016 a 2019, Raisi estuvo al frente de Astan Quds Razavi, un poderoso conglomerado religioso multimillonario bajo el control de Jamenei y que se cree que es una de sus fuentes de riqueza más importantes.

En 2019, Raisi se convirtió en el jefe del poder judicial de Irán, y durante su mandato supervisó algunas de las medidas represivas más brutales contra la disidencia. Al menos 500 personas murieron durante las manifestaciones que tuvieron lugar en todo el país en noviembre de 2019 en respuesta a una subida de los precios del combustible. Detuvo a activistas, periodistas, abogados y ciudadanos con doble nacionalidad.

Se convirtió en presidente en 2021, en una elección que fue ampliamente vista como orquestada para asegurar su victoria, con sus rivales más serios habiendo sido descalificados.

Raisi hizo campaña como candidato anticorrupción, pero asumió la presidencia bajo una nube de condena por parte de opositores al gobierno y grupos internacionales de derechos humanos. Los grupos de derechos humanos destacaron los antecedentes de Raisi como miembro de un grupo de cuatro personas que ordenó la ejecución sin juicio de 5000 disidentes políticos en 1988, al final de la guerra entre Irán e Irak. Raisi no ha negado haber formado parte del panel y dijo en un discurso que era un funcionario subalterno nombrado para el cargo por el líder supremo en aquel momento.

"Hemos perdido una generación de mentes políticas y activistas que podrían haber desempeñado un papel importante en la sociedad iraní", declaró Hadi Ghaemi, director ejecutivo del Centro de Derechos Humanos de Irán.

Raisi, sostuvo, participó en varios de los momentos más represivos de la historia de Irán, en particular en la represión de las protestas antigubernamentales de 2009 y 2022.

Raisi asumió el poder tres años después de que Donald Trump, como presidente, se retirara del acuerdo nuclear entre Irán y las potencias mundiales. Tras la salida de Estados Unidos del acuerdo, Trump volvió a imponer duras sanciones económicas a Irán, que afectaron a las ventas de petróleo y a los bancos del país. Un año más tarde, después de que Irán no lograra aprovechar los beneficios del acuerdo nuclear, volvió a enriquecer uranio a un nivel cercano al armamentístico.

Raisi asumió el cargo con la promesa de llevar a cabo una "diplomacia de resistencia", es decir, un desafío a las potencias de Occidente, pero una apertura a las negociaciones, en particular con Estados Unidos, para volver al acuerdo nuclear y tratar de eliminar las sanciones. Pero meses de negociaciones fracasaron en otoño de 2021 y no se ha llegado a ningún acuerdo con el gobierno de Joe Biden.

Uno de los logros más importantes en política exterior de Raisi como presidente fue uno que sus predecesores habían eludido durante mucho tiempo: el restablecimiento de los lazos con Arabia Saudita, el antiguo adversario regional de Irán. En 2023, ambas naciones firmaron en Pekín un acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas. Aunque simbólico en gran medida, el acuerdo se consideró clave para apaciguar su rivalidad regional.

Raisi dio prioridad a estrechar las relaciones con Rusia y China y a alejarse de Occidente, afirmando que Irán no podía confiar en Estados Unidos y Europa tras el fracaso del acuerdo nuclear. El gobierno de Raisi alcanzó un amplio acuerdo económico, militar y de seguridad de 25 años con China: Irán aceptó vender a Pekín petróleo con descuento a cambio de que empresas chinas invirtieran 400.000 millones de dólares en Irán en una amplia gama de sectores.

También viajó con frecuencia a Moscú para reunirse con su homólogo ruso, el presidente Vladimir Putin, e intensificaron las relaciones militares y de seguridad. Irán ha vendido aviones no tripulados a Rusia, que los ha utilizado en su guerra de Ucrania, aunque Raisi ha negado este papel.

El impacto de Raisi en la política interior durante su presidencia se ha dejado sentir mucho más profundamente, y es probable que su legado sea controvertido. Durante su mandato, el país sufrió graves recesiones económicas, impulsadas por las sanciones internacionales y el elevado desempleo.

"Si se quiere pensar en su legado, dejó la economía del país en ruinas, y este se ha vuelto más represivo", afirmó Sina Azodi, profesor sobre Irán en la Universidad George Washington. "Irán nunca fue democrático ni libre, pero, desde 2021, la represión política ha aumentado. No se tolera ninguna voz disidente".

Bajo el mandato de Raisi, la moneda de Irán se desplomó a un mínimo histórico, el cambio climático y la mala gestión intensificaron la escasez de agua , y el país fue golpeado en enero por el ataque terrorista más mortífero desde la fundación de la república en 1979.

Raisi también supervisó una brutal represión de las protestas antigubernamentales que estallaron en 2022 tras la muerte de una joven kurda de 21 años, Mahsa Amini, mientras se encontraba bajo custodia de la policía de moralidad iraní. Su muerte desencadenó una oleada de protestas encabezadas por mujeres que se quitaron el pañuelo de la cabeza y pidieron el derrocamiento de la República Islámica.

Después de que muchas mujeres iraníes desafiaran la norma del hiyab obligatorio y aparecieran en público durante más de un año sin cubrirse el cabello, Raisi anunció esta primavera que iba a reforzar la norma del hiyab. En abril, su gobierno envió de nuevo a las calles a la policía de la moralidad, tras haber dicho anteriormente que se había abolido, y muchas detenciones de mujeres se volvieron violentas.

Las acusaciones de abusos contra los derechos humanos, por las que Estados Unidos impuso sanciones a Raisi en 2019, lo persiguieron en la escena internacional hasta los últimos años de su vida.

En diciembre pasado, canceló una visita a las Naciones Unidas en Ginebra ante la preocupación de que pudiera ser arrestado por su presunto papel en las ejecuciones masivas de 1988, ya que Suecia había procesado a un funcionario judicial iraní de menor rango por crímenes contra la humanidad. Sin embargo, Raisi asistió todos los años a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, donde pronunció encendidos discursos en los que culpaba de la disidencia en Irán a enemigos extranjeros, al tiempo que presentaba a su país como modelo de buen gobierno y defensor de los derechos humanos.

A Raisi le sobrevive su esposa, Jamileh Alamolhoda, profesora universitaria de Filosofía y Educación e hija de un influyente clérigo de línea ultra dura, Ahmad Alamolhoda. La pareja tiene dos hijas y al menos un nieto.

Farnaz Fassihi es la jefa del buró de las Naciones Unidas para el Times, que dirige la cobertura de la organización, y también cubre Irán y la guerra en la sombra entre Irán e Israel. Radica en Nueva York. Más de Farnaz Fassihi

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