
Tragedias como la del policía Juan Pablo Roldán ponen en el foco la seguridad, la ley de salud mental, y hasta el uso o no de unas armas especiales, que desplazan el foco de la escena. Este caso adquiere notoriedad por la zona donde esto ocurre, y a los pocos días dejará de tener repercusiones. Sin embargo, tiene el destino de otro hecho de violencia en una sociedad ya que se encuentra anestesiada, entumecida ante la violencia que no nos deja de acompañar desde hace décadas y de una manera creciente. Cualquier estudiante que se inicia en el estudio del trauma advierte que ese síntoma, el entumecimiento (“Numbness”), el aturdimiento, es uno de los signos cardinales en aquel que sufre de trauma.
Esta sociedad anestesiada por el trauma repetido, acostumbrada, pierde de vista en ese episodio que emerge, que se muestra, los subyacentes, la violencia urbana, el lugar y la capacitación de nuestras fuerzas de seguridad, la vulnerabilidad en la que vivimos, ya que al mismo tiempo podría haber muerto varios transeúntes si en lugar de un arma blanca llevara un arma automática o si la policía hubiera tenido otra respuesta, pero particularmente el desdén que tenemos como sociedad hacia la salud mental, quizás signo de que es salgo que colectivamente hemos dado por perdido asumiendo una “nueva normalidad” perversa, y cruel.
Una imagen desde la ciencia: esta vez en un trabajo científico, nos muestra algo sabido y visualizable respecto a esa salud mental, a ese trauma, al efecto del encierro en el encéfalo.

En un estudio de Yaniv Assaf de la Universidad de Tel Aviv tomaron una población a la que por diferentes razones se les habían realizado estudios de neuroimágenes (RNM) sin patología mental y volvieron a repetirlos con la cuarentena ya instalada.
Encontraron que estructuras relacionadas con ansiedad, estrés, trauma (¿aislamiento, depresión?), en zonas del cerebro especifícas a estos estados, la amígdala, putamen y la corteza temporal, habían modificado su tamaño. Es decir, vieron, midieron, un marcador concreto no discutible de la respuesta neuroplástica en los circuitos que participan del manejo de las emociones y confirma las secuelas que vemos clínicamente de la pandemia y especialmente la cuarentena, el encierro. Para confirmarlo vieron que los cambios se revirtieron parcialmente luego de la liberación del encierro. El factor tiempo sería crucial, ya que otros estudios demuestran alteración en las mismas zonas cuando el trauma es prolongado ya no de respuestas de estrés sino de trauma psíquico.

Algo concreto cambia en nosotros, a tal punto que modifica nuestro propio sistema nervioso. El encierro nos afecta. No es opinión, no es relato, sino dato.
También es dato todo lo que se puede concluir de la primera imagen, solo que no vemos o estamos tan aturdidos que no podemos responder para defendernos.
Imágenes a comprender.
*Enrique De Rosa es médico psiquiatra, sexólogo y neurólogo
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