Antony Blinken vs John Mearsheimer: conflicto de visiones sobre Ucrania y China

La agenda internacional que se viene desarrollando en el siglo XXI presenta como característica principal la dificultad de establecer categorías teóricas de mediano alcance

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El secretario de Estado, Antony Blinken (TIMOTHY A. CLARY/Pool via REUTERS)
El secretario de Estado, Antony Blinken (TIMOTHY A. CLARY/Pool via REUTERS)

La agenda internacional que se viene desarrollando en el siglo XXI, con una pandemia que produjo alrededor de 7 millones de muertes, sumado a medio millón de víctimas como consecuencia de la guerra de Ucrania, presenta como característica principal la dificultad de establecer categorías teóricas de mediano alcance que permitan un consenso básico de análisis, ya sea en los ámbitos académicos, como así también en los despachos del poder donde se decide la marcha de los asuntos globales.

Hace pocas semanas la Universidad de Yale publicó el libro, “How States Think – The rationality of foreign policy”, un ensayo escrito por John Mearsheimer y Sebastian Rosato. El primero es un renombrado académico de 75 años que se desempeña desde 1982 como profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago. Se define como un teórico realista de las relaciones internacionales, creyente en que las grandes potencias dominan el sistema internacional compitiendo entre sí en materia de seguridad, lo que a veces conduce a los estados a la guerra con el objetivo de mejorar su posición estratégica internacional.

En el texto de más de 300 páginas los autores señalan que la racionalidad consiste “en darle sentido al mundo (es decir, descubrir cómo funciona y por qué) para poder decidir cómo lograr ciertos objetivos. Tiene una dimensión tanto individual como colectiva. Si la no racionalidad es la norma, el comportamiento del Estado no puede entenderse ni predecirse, y estudiar la política internacional es un esfuerzo inútil”.

Mearsheimer es un adversario histórico del orden internacional liberal surgido con el fin de la Guerra Fría en noviembre de 1989. También ha sido un fuerte crítico de los halcones neoconservadores del gobierno de George W. Bush que planificaron y ejecutaron la invasión a Irak en 2003 con el apoyo de los principales países de la OTAN. En esos días Mersheimer y Stephen Walt publicaron el libro “An Unnecessary War” para criticar los fundamentos bélicos del Pentágono y el Departamento de Estado.

El académico de la Universidad de Chicago considera que la visión del Kremlin sobre la invasión a Ucrania producida a fines de febrero del año pasado está justificada en el relato de Vladimir Putin, quien veía a la expansión de la OTAN hacia el Este “no sólo como una amenaza muy real a nuestros intereses, sino también a la existencia misma de nuestro Estado y a su soberanía”. Mearsheimer concluye, entonces, que Putin lanzó una guerra preventiva destinada a mantener a Ucrania fuera de la OTAN, objetivo central de los Estados Unidos fijado según él desde el año 2008.

En simultáneo a esta postura crítica del politólogo de Chicago (y de otros seguidores de la llamada corriente neorrealista estructural liderada por el académico californiano Kenneth Waltz) sobre la agenda internacional de la administración demócrata, el secretario de Estado Antony Blinken pronunció la semana pasada en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore) uno de los discursos más importantes de su gestión. El título de la disertación fue “El poder y la finalidad de la diplomacia estadounidense en una nueva era”.

“How States Think – The rationality of foreign policy”, el ensayo escrito por John Mearsheimer y Sebastian Rosato
“How States Think – The rationality of foreign policy”, el ensayo escrito por John Mearsheimer y Sebastian Rosato

Blinken, un abogado de 61 años graduado en Leyes en la Universidad de Harvard y doctorado en Derecho en la de Columbia, comenzó a trabajar junto a Joe Biden en 2002 cuando el actual mandatario se desempeñaba como presidente de la poderosa Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense. Durante la gestión de Barack Obama fue asesor adjunto de Seguridad Nacional, y entre 2015 y 2016, subsecretario de Estado.

En su disertación expresó que “la guerra de agresión de Rusia en Ucrania es la amenaza más inmediata y aguda para el orden internacional consagrado en la Carta de las Naciones Unidas”. Hace dos semanas el titular del Departamento de Estado realizó su cuarta visita a Ucrania desde el inicio de la invasión Rusia, y anunció en Kiev un paquete de ayuda extra de 1.000 millones de dólares para el gobierno de Zelensky.

El jefe de la diplomacia estadounidense definió como un objetivo central de la administración demócrata garantizar que Ucrania “no solo sobreviva, sino que prospere, como una democracia dinámica y próspera, para que los ucranianos puedan escribir su propio futuro y valerse por sí mismos”.

Respecto de China afirmó que plantea el desafío más importante a largo plazo, “porque no solo aspira a remodelar el orden internacional, sino que cada vez tiene más poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”.

En la visión de Blinken otro asunto central que enfrenta el mundo es el enorme aumento de la brecha social. Según sus propias palabras, “entre 1980 y 2020, el 0,1 por ciento más rico acumuló la misma riqueza que el 50 por ciento más pobre”. Y agregó que, “cuanto más persistan estas disparidades, más desconfianza y desilusión alimentan en las personas que sienten que el sistema no les está tratando justamente”.

En un crudo diagnóstico no desprovisto de fuerte autocrítica señaló que, “sólo el año pasado, casi 110.000 estadounidenses murieron por sobredosis de drogas. Dos tercios de esas muertes se debieron a opiáceos sintéticos, lo que los convierte en la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 49 años. La crisis costó a Estados Unidos casi 1,5 billones de dólares solo en 2020″.

Es muy probable que estos conflictos de visiones (tomo el concepto del ensayo clásico del economista Thomas Sowell) suscitados entre el “académico” Mearsheimer y el “político” Blinken ensanchen la grieta de la política exterior norteamericana. A pesar de estas agudas diferencias políticas que derraman en los papers de think tanks demócratas y republicanos, es en el Parlamento donde se está desarrollando actualmente una creciente comunión de intereses estratégicos bipartidistas sobre las políticas de contención respecto de China.

LOS HALCONES CONTRA CHINA ANIDAN EN EL PARLAMENTO

A principios de este año la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, votó una resolución con 365 votos a favor para la creación del Comité Selecto sobre la Competencia Estratégica entre los Estados Unidos y el Partido Comunista Chino, que investigará el tema y hará recomendaciones de política exterior y asuntos comerciales estratégicos. El número de votos de los demócratas fue de 146 a favor y 65 en contra. El Comité está presidido por el legislador republicano de Wisconsin, Mike Gallagher, un ex oficial del Cuerpo de Marines de 39 años que cuenta con una maestría en Estudios de Seguridad y un doctorado en Relaciones Internacionales de Georgetown.

En tanto como miembro de mayor rango de la oposición fue designado Raja Krishnamoorthi, representante demócrata de Illinois que cuenta con un título de abogado de la Universidad de Harvard y otro de Ingeniero Mecánico por la Universidad de Princeton.

El mes pasado ambos legisladores sacudieron las oficinas más encumbradas de Wall Street. En su carácter de líderes del comité parlamentario les remitieron una carta a los directores ejecutivos de BlackRock y MSCI, dos de los más importantes fondos de inversión globales. “Nuestra revisión ha demostrado que, como resultado directo de las decisiones tomadas por (BlackRock/MSCI) , estos estadounidenses ahora, sin saberlo, están financiando empresas de la República Popular China (RPC) que desarrollan y construir armas para el Ejército Popular de Liberación chino (EPL), y promover la misión declarada de supremacía tecnológica del PCC, facilitando flujos masivos de capital estadounidense a estas y otras entidades de la República Popular China vinculadas al EPL o a abusos de derechos humanos”.

Concluyeron que tanto BlackRock como MSCI “están exacerbando una ya significativa amenaza a la seguridad nacional y socavando los valores estadounidenses”. Gallagher y Krishnamoorti afirmaron que, “en sólo cinco fondos calculamos que BlackRock ha invertido más de 429 millones de dólares en empresas de la República Popular China que plantean riesgos para la seguridad nacional y actúan directamente en contra de los intereses de Estados Unidos”. Las autoridades de BlackRock negaron cualquier irregularidad y dijeron que trabajarían con el comité en el asunto.

Last but not least, el comité parlamentario sobre las actividades chinas ha comenzado a desplegar una amplia agenda de intereses estratégicos sobre la creciente influencia política y comercial del régimen liderado por Xi Jinping en América Latina. Es dable esperar que el futuro gobierno argentino tome nota de esto y que nuestros legisladores asuman de una vez por todas su importante rol de colaboración y control del Poder Ejecutivo en los asuntos de política exterior y comercio internacional.