
La estatal venezolana PDVSA comenzó a desviar crudo y combustibles a buques tanqueros para usarlos como almacenamiento flotante, en medio del rápido aumento de inventarios en tierra provocado por las incautaciones y persecuciones de barcos vinculados con Venezuela por parte de Estados Unidos, según documentos internos de la compañía y datos marítimos.
La Guardia Costera estadounidense interceptó este mes los buques Skipper y Centuries en el mar Caribe, ambos cargados con crudo venezolano, y en los últimos días siguió a un tercer tanquero vacío que se aproximaba a la costa del país sudamericano, miembro de la OPEP.
Las acciones contra buques de la llamada “flota en la sombra” —utilizada para transportar petróleo sancionado— se suman al bloqueo anunciado por el presidente estadounidense Donald Trump a embarcaciones sujetas a sanciones, lo que ha disuadido a armadores internacionales y dejado más de una docena de cargamentos varados frente a las costas venezolanas, a la espera de autorización o rutas alternativas.
El atasco se produce mientras PDVSA mantiene una producción cercana a 1,1 millones de barriles diarios, un nivel que vuelve a poner en evidencia las limitaciones estructurales de su sistema de almacenamiento y exportación. Los tanques en tierra, especialmente en la terminal de Jose, en el oriente del país, se están llenando con rapidez. Esa instalación recibe crudo extrapesado de la Faja del Orinoco, el principal eje productivo de Venezuela.
Para evitar recortes inmediatos de producción, PDVSA comenzó el fin de semana pasado a transferir parte de esos inventarios a tanqueros fondeados, una práctica excepcional que ya había utilizado en el pasado durante episodios de sanciones o colapsos logísticos, de acuerdo con los documentos y los registros de tráfico marítimo.
La situación es menos crítica en el occidente del país debido a que Chevron, principal socio extranjero de PDVSA, no ha suspendido las exportaciones de los crudos producidos en sus empresas mixtas. En esa región, donde la capacidad de almacenamiento es limitada, los inventarios se mantienen cerca de niveles normales.
Sin embargo, Chevron representa solo alrededor de una cuarta parte del crudo procesado en las estaciones de mezcla y mejoradores de la Faja del Orinoco, unos 130.000 barriles diarios. Los tres cuartos restantes dependen de exportaciones a Asia, principalmente a China, destino de cerca del 80 % del crudo venezolano vendido este año.
Hasta noviembre, la estabilización de las exportaciones había permitido a PDVSA reducir sus existencias en Jose a unos 9 millones de barriles, desde un máximo de 17 millones registrado a comienzos de año. Pero a mediados de diciembre los inventarios volvieron a superar los 10 millones de barriles, reflejando el impacto inmediato de las nuevas restricciones.

Fuentes de la compañía indicaron que PDVSA había presionado la semana pasada a sus clientes para que siguieran cargando petróleo con destino a China, pero las gestiones se complicaron tras los nuevos intentos de interceptación de buques por parte de Estados Unidos durante el fin de semana.
El uso de almacenamiento flotante se ha vuelto clave mientras la estatal negocia mayores descuentos y modificaciones contractuales para mantener los envíos. En paralelo, algunos clientes han comenzado a explorar la devolución de cargamentos a las terminales venezolanas, un escenario que tensiona aún más la cadena logística.
Según las fuentes, la alta dirección de PDVSA evaluó declarar fuerza mayor sobre algunas exportaciones, una figura contractual que libera al vendedor de sus obligaciones por causas fuera de su control, pero finalmente descartó esa opción para intentar acuerdos caso por caso.
En un intento por proyectar normalidad, Nicolás Maduro aseguró el lunes por la noche que las entregas de crudo a Chevron continuarían pese al conflicto con Washington, en un mensaje dirigido tanto a socios comerciales como a la audiencia interna.
Chevron, por su parte, reiteró que sus operaciones en Venezuela continúan “sin interrupciones” y en cumplimiento de las leyes estadounidenses. El contraste entre ese flujo limitado y el resto de las exportaciones bloqueadas vuelve a poner en primer plano la fragilidad del modelo petrolero venezolano, altamente dependiente de esquemas opacos de comercialización y vulnerable a cualquier endurecimiento del cerco internacional.
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