Hauke Hartmann alertó sobre el deterioro de la democracia a nivel global: “Es el peor momento de los últimos 25 años”

El politólogo alemán, director del proyecto Bertelsmann Transformation Index, dialogó con Infobae sobre el preocupante crecimiento de las autocracias. La situación en América Latina, el desafío ante la inteligencia artificial, y las amenazas que representan Rusia y China

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Hauke Hartman dialogó con Infobae sobre la situación de la democracia a nivel global (Gustavo Gavotti)
Hauke Hartman dialogó con Infobae sobre la situación de la democracia a nivel global (Gustavo Gavotti)

La calidad de la democracia a nivel global registra su nivel más bajo de las últimas dos décadas. Ese deterioro provocó que, en la actualidad, más de 70 países están siendo gobernados por autocracias. Estos son algunos de los resultados del Bertelsmann Transformation Index (BTI) 2024, el índice desarrollado por la Fundación Bertelsmann que mide la calidad democrática, el desarrollo económico y el desempeño de la gobernanza en 137 naciones.

El politólogo alemán Hauke Hartmann es experto senior en la Bertelsmann Stiftung y director del Índice de Transformación. La semana pasada fue invitado a Buenos Aires por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) para presentar y explicar las principales conclusiones del BTI.

En el marco de su estadía en la capital argentina, Hartmann dialogó con Infobae sobre la labor Bertelsmann Transformation Index, los resultados de su último informe, y la actualidad de la democracia en América Latina y el mundo.

El especialista también se refirió a la influencia de la tecnología y la inteligencia artificial en esta época de deterioro de la calidad democrática, y señaló la amenaza que representan Rusia y China.

-¿En qué consiste el Bertelsmann Transformation Index, y cuáles son sus objetivos?

-El índice de transformación analiza 137 países, países en desarrollo, países en transición, países en procesos de cambio. Buscamos averiguar qué pueden hacer los gobiernos para mejorar su gobernanza y conducir a sus países hacia la democracia y hacia una economía de mercado socialmente inclusiva. Ese es nuestro objetivo. Existen muchos índices y hoy en día nos enfrentamos a muchas cifras. La particularidad de los índices de transformación es que no nos limitamos a dar cifras, sino que ofrecemos informes detallados sobre cada país. Cada dos años publicamos unas 6.000 páginas de informes de países, con sus respectivas puntuaciones. Pero más que la puntuación, lo importante es participar en un debate. Y eso es lo que me gusta del índice de transformación: es algo así como una máquina de diálogo. Trabajamos con unos 300 expertos nacionales y regionales, en más de 120 países, y tengo el privilegio de dirigir este proyecto junto con mi colega Sabine Donner.Lo dirijo desde hace 20 años.

-¿Cuáles son las principales conclusiones del último reporte?

-Los resultados siguen siendo deprimentes. Tenemos el nivel más bajo de estado de transformación política o, si se quiere, de calidad de la democracia global que jamás hayamos medido, y el nivel más bajo de desarrollo económico y social, así como el nivel más bajo de calidad de gobernanza. Uno de los principales resultados es que tenemos una clara mayoría de países gobernados autocráticamente en todo el mundo. Tenemos 173 autocracias en comparación con 64 democracias.

El último informe del Bertelsmann Transformation Index concluyó que en la actualidad hay más autocracias que democracias en el mundo (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)
El último informe del Bertelsmann Transformation Index concluyó que en la actualidad hay más autocracias que democracias en el mundo (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

-¿Qué parámetros tienen en cuenta a la hora de concluir que tal país es una democracia, otro una autocracia o un régimen?

-En primer lugar, nos fijamos en si se cumplen ciertos indicadores básicos democráticos. Es decir: ¿Tiene la gente la posibilidad de votar libre y justamente? ¿Pueden reunirse? ¿Pueden organizarse? ¿Pueden protestar y manifestarse? ¿Pueden expresar su opinión libremente? ¿Es libre la prensa? ¿Funciona la separación de poderes? ¿Sus derechos civiles están protegidos? Si todas estas cosas combinadas se cumplen, entonces consideramos que un país es una democracia. Si un país cae por debajo de ciertos umbrales y cualquiera de estos puntos, entonces consideraríamos un régimen autocrático. Y después de haber dividido entre democracias y autocracias, tomamos la puntuación total de transformación política y vemos si el país está en una autocracia moderada o en una autocracia de línea dura; si es una democracia en consolidación o defectuosa, o incluso una democracia altamente defectuosa.

-En base a estas conclusiones, ¿es este el peor momento para las democracias en los últimos tiempos?

-En los últimos años, y me refiero a los últimos 20-25 años, sí. Esta es la peor situación que hemos tenido.

-El informe indica que en la actualidad hay 74 autocracias y 63 democracias. ¿La gente es consciente de esta realidad?

-La gente está cada vez más preocupada. Un ejemplo de cuando publicamos el BIT en Berlín en marzo. Nunca había recibido tanta participación interesada de los medios de comunicación cuando me entrevistaban. No sólo me preguntaban cuáles eran los resultados, sino también qué podíamos hacer, y eso es nuevo. Que la gente de repente empiece a darse cuenta de que tiene algo que ver con nosotros en Mali o Burkina Faso, se sienten directamente preocupados y no sólo porque esto ocurra en otro lugar. Creo que esto se debe a que la gente de todo el mundo está preocupada por la calidad, la funcionalidad y la seguridad de su sistema político.

-¿Cuáles son los principales motivos de este deterioro de la democracia, y qué puede hacer la sociedad para hacer frente a esta situación?

-Creo que una de las principales razones de la erosión de la calidad democrática es que muchos gobiernos no estaban funcionando tan bien como deberían en los sistemas democráticos. En el caso de Argentina, hay dos grandes bloques políticos que se bloquean mutuamente. Nunca se llevó a cabo ninguna reforma significativa y eso abre el camino a los agitadores populistas que dicen que todo este sistema no funciona. Así que hay fallos de gobernanza. Eso es una cosa. También hay narrativas autocráticas: China y Rusia promueven mucho la idea de que la democracia es partidista, que sólo sirve a grupos de interés, que es clientelista, que no sirve a la voluntad del pueblo, y que China, por ejemplo, sería la verdadera democracia porque está al servicio del pueblo. Y lo peligroso de esto es que hay algo de verdad en ello. Es cierto que muchas democracias están organizadas de forma clientelar, que sólo protegen a ciertos grupos de interés y que no trabajan por el bien de toda la población. Así que lo que se necesitaría es una mejora de la calidad del gobierno en las democracias para mostrar a la gente que pueden esperar buenos resultados del trabajo de sus gobiernos, porque lo que hemos visto a su vez es que la promesa de eficiencia que se ofrecía no es cierta; que a medida que medimos la calidad del gobierno también podemos mostrar claramente que entre los países mejor gobernados, tenemos a Singapur, los Emiratos Árabes y Qatar, tres autocracias. Mientras que entre los 30 países peor gobernados, sólo tenemos una democracia y sería el Líbano.

-Recién hacía referencia al caso de Argentina. Acá durante años se habló mucho de una profunda polarización. Sin embargo, en los últimos tiempos el mismo fenómeno se pudo ver en otros países, como Brasil, Estados Unidos... ¿Es un fenómeno que se está empezando a esparcir a nivel global?

-Sí. La polarización se está extendiendo a nivel mundial y creo que está impulsada por varios factores. Un factor sería la desigualdad social persistente. Si la gente está continuamente marginada, buscará vías fuera del sistema político establecido para encontrar soluciones. En segundo lugar, serían los efectos de la comunicación moderna. Es mucho más fácil inculcar sentimientos muy partidistas a través de los medios sociales; mucho más fácil de lo que solía ser con los medios tradicionales. Recordemos, por ejemplo, el odio que se inculcó contra los rohingyas en Myanmar. La forma en que las redes sociales fueron empleadas por el gobierno de Bolsonaro en Brasil. Esto no empodera, no democratiza. Y en tercer lugar, tenemos de nuevo el efecto de que hay una serie de jefes de estado, o jefes de movimientos populistas, que están dividiendo a la sociedad entre el pueblo y la élite. Ese es también un momento muy polarizador porque tienes que situarte en algún lugar de la división de la sociedad que están ofreciendo. La sociedad está dividida por este tipo de retórica. Así que hay una serie de factores que están polarizando las sociedades, pero tienes mucha razón al destacar este punto porque vemos el nivel de intensidad del conflicto en la sociedad. También ha alcanzado el punto más alto que hemos medido nunca y con esto no me refiero a guerras abiertas o guerras civiles. Sólo quiero decir que los conflictos de bajo nivel a lo largo de líneas divisorias étnico-religiosas tienden a ser ahora conflictos de nivel medio. Esto significa que la intensidad de los conflictos ha aumentado, la polarización ha aumentado y llegar a un consenso se hace aún más difícil.

Hauke Hartmann señaló a Rusia y China como las principales amenazas contra la democracia a nivel global (Sergey Guneyev, Sputnik, imagen de pool del Kremlin via AP)
Hauke Hartmann señaló a Rusia y China como las principales amenazas contra la democracia a nivel global (Sergey Guneyev, Sputnik, imagen de pool del Kremlin via AP)

-¿Qué papel tiene la tecnología en este contexto? Le consulto principalmente por la inteligencia artificial. En los últimos días la Unión Europea urgió a la comunidad internacional a regular la IA en beneficio de las democracias. ¿Considera que la IA es una oportunidad para las democracias, o una amenaza?

-Yo diría que ambas cosas. Pero en este momento veo más desventajas que ventajas. Lo hemos visto en la campaña electoral en Eslovaquia, por ejemplo. Dos días antes de la votación, la oposición lanzó una entrevista falsa en la que supuestamente se demostraban las prácticas corruptas del gobierno en funciones. Esa entrevista era totalmente falsa y estaba producida por IA, pero tuvo cierta influencia, probablemente por tratarse de elecciones cerradas, quizá incluso decisiva en el resultado. Vemos que no sólo las fuerzas nacionales, sino también las internacionales, intentan influir con IA en las elecciones de África Oriental, por ejemplo, donde las redes sociales son muy utilizadas. También lo vemos en Alemania. La extrema derecha es la mejor en el uso de la IA y están produciendo videos falsos que son realmente aterradores. Así que yo diría que en este momento tenemos que llegar a un mejor acuerdo con lo que la IA puede hacer y sí, tenemos que regular eso en el sentido de que el contenido producido por la IA tiene que ser etiquetado claramente como producido y no real.

-Usted mencionó a Rusia y China. ¿Son estos dos países las grandes amenazas contra la democracia a nivel global? Y al mismo tiempo consultarle si China es el país que más capacidad de daño tiene a partir de la inteligencia artificial.

-Veo los esfuerzos de apoyo que Rusia y China están haciendo en la producción de noticias falsas y su infiltración en los medios de comunicación en los estados democráticos, y no estoy subestimando su influencia. Sin embargo, estos esfuerzos sólo pueden tener éxito si se encuentran con una sociedad ya dividida. Si tenemos una corriente democrática muy amplia, entonces esto no tendría una influencia decisiva. Creo que lo mejor sería hacer un examen de conciencia y de nuestra propia sociedad y ver cómo podemos hacerla más resistente y más capaz de resistir la influencia autoritaria. Pero sí, como hemos visto por ejemplo en África Occidental y Central, no hay que subestimar el poder de la influencia rusa, por ejemplo, para presentarse como una potencia anticolonialista a favor del Sur Global.

-¿Considera que Occidente subestimó las capacidades de amenaza de Rusia y China?

-Creo que estuvimos mucho tiempo dormidos. Creo que en este momento no, creo que ya no lo estamos haciendo. Pero durante mucho tiempo tuvimos demasiada confianza en nuestras propias narices y todavía estábamos mentalmente en 1989, cuando se acercaba el fin de la Historia. Y aunque sabíamos que no, de hecho tenemos muchos problemas de transformación, como hemos demostrado durante los últimos 20 años en nuestro índice. Aunque sabíamos que cognitivamente, emocionalmente no estábamos allí. Seguíamos pensando que el sistema económico democrático y social de mercado es tan superior que la gente lo vería por sí misma y nos olvidamos de contraargumentar.

-A raíz de las conclusiones del informe, ¿cómo está la situación democrática en América Latina?

-Tenemos varios grupos de países en América Latina que son muy representativos de lo que está ocurriendo a escala mundial. Así que permítanme empezar con las noticias positivas. Tenemos países como Chile, Uruguay y Costa Rica que han demostrado ser muy resistentes a la erosión de la democracia en los últimos años. Yo tendría un poco más de cuidado con Costa Rica, porque hay un presidente populista de derechas en funciones y espero que no consiga destruir el tejido social costarricense. Pero más o menos sí, yo diría que estos tres países son bastante resistentes y se unen al grupo de los países bálticos, de Taiwán, de Corea del Sur, de otros países de Europa central que también han demostrado ser resistentes. Y no todos como Hungría y Polonia.

Luego hay un grupo de países política y económicamente poderosos que han perdido el rumbo. Estos serían Argentina, Brasil y México. En particular, Brasil se ha recuperado. En México tendremos que ver qué pasa después del cambio de presidencia. En Argentina evito hacer un comentario porque la situación está muy abierta. Sólo espero que tengan una mentalidad reformista. Luego hay casos muy interesantes, como los de Chile y Colombia. Son países gobernados por la centro izquierda o la izquierda, pero no es la vieja izquierda socialista, sino una izquierda heterogénea. Es una izquierda que acepta la diversidad. En comparación con la izquierda de AMLO en México, hay una gran diferencia en la forma en que están entendiendo la complejidad de la sociedad. Me parecen experimentos muy interesantes y tengo mucha curiosidad por saber cuál será el resultado. Y luego vemos los poderes destructivos, por supuesto por el tráfico internacional, la inmigración, las drogas y la actividad criminal transnacional que está subvirtiendo Ecuador y América Central en particular en este momento.

-¿Y los casos de Venezuela, Nicaragua y Cuba?

-Estos casos son deprimentes en el sentido de que todavía se ve que hay, en menor medida en Nicaragua, pero en gran medida en Cuba y Venezuela, una sociedad de servicios con mentalidad democrática que de vez en cuando intenta abrir puertas y se le cierran una y otra vez. El reciente resultado de los resultados electorales obviamente falsos en Venezuela, donde Maduro tenía de pie la posición de poder. La mayoría de sus potenciales aliados en el hemisferio lo apoyaron y dijeron que al menos necesitaban un recuento y eso no sucedió. Ante esto, la pregunta sería: “¿A dónde puede recurrir esta sociedad civil democrática para presionar por un cambio político?”. Chávez, Maduro y Cuba prometieron progreso social, a pesar de que las libertades políticas no se concederían, y vemos la imagen muy deprimente de que los venezolanos están inmensamente peor de lo que nunca han estado durante los últimos 50 años. También en términos de desigualdad, mientras que Cuba, que una vez fue realmente un modelo para el desarrollo social, retrocedió en su índice de desarrollo humano. Desde el 2024 están en el mismo nivel que solían estar en 2011. Y eso es preocupante porque el siguiente desarrollo humano normalmente muestra números crecientes, mientras que los cubanos en realidad retroceden. Así que la gente está peor también social y económicamente, lo que solía ser la gran promesa de la revolución cubana.

-¿Los países de la región deben prestar especial atención para no repetir los mismos errores de Venezuela a futuro?

-Sí, absolutamente. Sería muy importante aprender, el punto de inflexión cuando un populista reformista motivado socioeconómicamente empieza a ser antidemocrático. Porque a pesar de toda esta retórica revolucionaria, Hugo Chávez no fue dictador el primer día, pero ha subvertido lenta pero firmemente los mecanismos de control político en el país y creo que la lección que se puede aprender del caso venezolano realmente es que no importa cuál sea la justificación que se dé, no permitas que ningún jefe de Estado -de izquierdas, de derechas, de centro- toque la separación de poderes y disuelva las organizaciones de control independientes. Creo que esa es la principal lección que hay que aprender. Y la gente lo sabe a medida que va saliendo. Mencioné el caso de México: están saliendo a la calle y defendiendo esas mismas instituciones.

-¿En qué lugar se ubica actualmente Bolivia? El próximo año hay elecciones, el oficialista MAS está viviendo una interna feroz entre Evo Morales y el presidente Luis Arce. Hay dirigentes políticos detenidos...

-El caso boliviano es problemático. Porque los acontecimientos más recientes que usted mencionó no forman parte del informe, pero puedo hablar de la actualidad. Evo Morales no era Hugo Chávez; podría haber intentado caminar por el mismo camino que Chávez, nunca se sabe. Porque él no era lo suficientemente poderoso. Podría decir que sí inició buenas reformas económicas, cambió la Constitución a una nacional, pero tuvo que detenerse en cierto punto porque sabía que ciertas provincias y un gran segmento de la sociedad se opondrían activamente si iba más allá y asumía cualquier tipo de postura dictatorial o antidemocrática. Y a su vez tuvo un cierto proceso de aprendizaje que le hizo adaptarse a los derroteros democráticos. Creo que eso es importante. La gran decepción, por supuesto, es que al final sigue intentando asegurarse un tercer mandato, lo que creo que fue muy desafortunado.

-El informe señala que “unos pocos regímenes autocráticos demuestran una gobernanza eficiente, pero son una rara excepción”. Le pido algún ejemplo de estos países.

-Hay países que muestran una buena eficiencia de los recursos; uso de los recursos disponibles combinado con una política anticorrupción que funciona bien. El país más destacado es la autocracia de Singapur. Tienen los mejores mecanismos de integridad y básicamente funcionan.

-¿Cómo ve la situación en Europa ante el avance de la extrema derecha? ¿Es una señal de preocupación?

-Sí, creo que es un desarrollo que debería preocupar. Si un fascista está gobernando Italia o un post-fascista está gobernando Italia en estos días, eso es motivo de preocupación. Si un candidato de extrema derecha casi ganó la presidencia de Francia, eso es motivo de preocupación; si un país como Alemania está dividido entre el este y el oeste como lo está en los resultados electorales en este momento, tenemos que preguntarnos qué hicimos mal con los estados del este. Si un país liberal como los Países Bajos tiene un partido de derecha muy influyente y regulaciones estrictas contra la migración recién introducidas, tenemos que preocuparnos. Creo que hay algunos temas que están sobredimensionados en el discurso político y no sabemos cómo agotarlos en el nivel correcto. Quiero decir, hay personas que están obsesionadas con el tema de la migración y nunca han visto a un migrante en su vecindario, pero se sienten amenazadas. Sin embargo, en las grandes ciudades alemanas, por ejemplo, habría muy poco apoyo para la extrema derecha y las personas no están preocupadas en absoluto por la migración.

Hay otra cosa que pienso. La élite política más liberal, orientada internacionalmente, realmente tiene que aprender. No aprendió, no lo hizo bien en el pasado y continúa haciéndolo mal. Hubo algunas cosas en el discurso político que se establecieron como corriente principal. La corriente principal sería que la integración europea es buena. El euro como moneda común es buena; la apertura de fronteras es buena; la globalización es buena. Y no estoy dudando de todas estas cosas. De hecho, las suscribo activamente. Pero tengo que aceptar que hay personas que al menos les gustaría hablar al respecto, o al menos les gustaría discutirlo y tenemos el discurso político que tiende a etiquetar inmediatamente a las personas que cuestionan eso como extrema derecha, bárbaros locales, ignorantes potencialmente racistas, lo que sea… Y eso es incorrecto, porque yo como socialdemócrata, por ejemplo, podría preguntar a nivel local cuánto puede mi comunidad realmente soportar el peso integrador de las personas que vienen que daríamos la bienvenida, pero cuándo es el número demasiado alto para que realmente podamos soportarlo. Esa es una pregunta muy legítima. Entonces no nos sorprende que la imagen oscura de esto de que no hay alternativa sería el populismo de derecha, que también solo ofrece una respuesta, pero esta vez basada en la identidad y esto es lo que la gente tiende a entender mejor que el lenguaje tecnocrático.

Hauke Hartmann dialogó con Infobae durante su estadía en Buenos Aires (Gustavo Gavotti)
Hauke Hartmann dialogó con Infobae durante su estadía en Buenos Aires (Gustavo Gavotti)

-¿La invasión rusa a Ucrania tuvo algún efecto en esto?

-Sí, especialmente en Alemania. Tuvimos una élite política muy dormida que subestimó los peligros de la intervención autoritaria agresiva. De hecho, nadie creyó como parte de esa élite que el orden político sería atacado activamente, los límites que se habían establecido serían atacados activamente. Y así, eso tomó por sorpresa a muchos. Hubo un partido político, el Partido Verde, que continuamente advirtió, continuamente compartió el escepticismo de los países de Europa del Este que conocen mejor a Rusia que nosotros, de no confiar plenamente, de no hacerse dependientes del gas ruso y hay que decir que el gobierno alemán lo ignoró durante mucho tiempo. Así que fue una llamada de atención, pero creo que la llamada de atención va más allá. La llamada de atención es que no es suficiente tratar de mejorar nuestras propias políticas. Tenemos que defender activamente la democracia.

-Las últimas dos. Este año hay elecciones en Estados Unidos, donde en los últimos años se profundizó mucho la polarización, y lo hemos visto nuevamente durante esta campaña, a la que hay que sumarle dos intentos de asesinato contra Donald Trump. Si bien Estados Unidos no forma parte del índice Bertelsmann, ¿cómo ve la actualidad política en el país?

-Los Estados Unidos son una sociedad profundamente polarizada hasta un punto que yo nunca lo había visto llegar. Sabía que había intentos de radicalización por parte de la derecha política. No veo por el momento, mientras el partido republicano no sea capaz de separarse de la influencia de Donald Trump, no veo ninguna receta de cómo este país podría volver a encontrarse políticamente, y económicamente le va muy bien. Pero políticamente esto es desastroso.

-Para concluir. De acuerdo a lo indicado en el reporte, ¿qué regiones tienen los peores registros a nivel de calidad democrática, y piensa que, en base a la situación actual, corremos el riesgo de perder la democracia tal como la conocemos hoy en día?

-Creo que necesitaríamos redefinir lo que significa ser una democracia hoy en día a la luz de las provocaciones y cambios que están ocurriendo especialmente en el campo de la comunicación que también planteas. Tenemos que ver qué tipo de alternativas deliberativas nos gustaría incluir, no para reemplazar, sino para fortalecer, para hacer mejor. Deberíamos trabajar en nuestras propias instituciones democráticas para hacerlas más resistentes. No deberíamos tener miedo de cambiar la democracia; tal vez ampliarla, mejorarla. Luego, las regiones donde vería que la democracia ha perdido más en los últimos años serían América Latina y el Caribe, algunas regiones de Europa, África del Sur y del Este, pero por la misma razón de que son las regiones democráticamente más avanzadas del mundo. Así que no sorprende que en tendencias como esa con cambios de régimen se afecten las autocracias y la erosión de la democracia. Dicho esto, creo que la polarización en América Latina y Europa, como hemos hablado, ha alcanzado un nivel preocupante, y que necesita que los demócratas estén más alerta. Lo que diría es que no creo que la mayoría de los gobiernos africanos sean realmente representativos de los sentimientos de la población joven, que aspira a algo diferente. Y vemos el choque entre movimientos juveniles, movimientos de la generación Z, y una vieja élite en casi todos los países con al menos suficientes créditos para que la gente realmente pueda salir a la calle. Y así espero que muchos cambios ocurran en el continente africano y esperaría positivamente buenos cambios, cambios de ampliación y cambios democráticos. Y como soy un ávido optimista, sostendría que las fuerzas democráticas son lo suficientemente fuertes en Europa y América Latina para resistir la presión autocrática.

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