Cada vez se paga menos en cash, pero se imprimen más billetes en el mundo: las oscuras razones que nadie investiga

De acuerdo a la revista The Economist, la cantidad de dinero en efectivo en circulación en Estados Unidos y Euopa se ha triplicado en los últimos 20 años

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El incremento del papel moneda en el mundo contrasta con el desuso que el efectivo tiene en la economía cotidiana lo que despierta interrogantes de por qué se produce este fenómeno
El incremento del papel moneda en el mundo contrasta con el desuso que el efectivo tiene en la economía cotidiana lo que despierta interrogantes de por qué se produce este fenómeno

En las sedes de los bancos centrales del mundo se cocina una paradoja para la que no hay una respuesta clara y en la que muy pocos están pensando, o por lo menos tienen interés de resolver. ¿Por qué si cada vez usamos menos dinero en efectivo (cash) se siguen imprimiendo billetes? Y lo que es más curioso, ¿por qué esa impresión va en aumento?

Puede que esta no sea una pregunta cotidiana para hacerse, a menos que seas un entusiasta de la economía que pasa sus días revisando los índices bursátiles y las cotizaciones en bolsas de valores. O, quizá imprimir billetes no te parezca algo tan malo, y creas que es una solución para reactivar la economía, como le gusta proponer a los políticos latinoamericanos en tiempos de crisis.

En cualquier caso, el aumento del papel moneda es algo que debería preocuparnos a todos, pues no solo tiene efectos directos sobre la inflación, es decir, sobre el valor real de las cosas en la calle, sino que es un lucrativo negocio del que poco se sabe y que resulta ser más oscuro de lo que parece.

De acuerdo con un artículo publicado por The Economist, la cantidad de billetes en circulación en países como Inglaterra, Estados Unidos y regiones como la Unión Europea se ha triplicado en los últimos 20 años.

Sólo en Inglaterra hay alrededor de 75 mil millones de libras esterlinas en billetes circulando por el mundo.

Pero ¿qué impulsa esta demanda? Ciertamente el consumo de los ciudadanos comunes no, el cual está cada vez más volcado a las transacciones digitales con tarjetas de débito o crédito, una tendencia que ya venía sucediendo en 2017 y que se acrecentó con la pandemia.

El problema aquí es que la cantidad de efectivo producido o no se sabe para qué se está usando, o lo que es más grave, a nadie le importa.

Señala The Economist que tan solo un tercio de los 75 mil millones de libras esterlinas impresos circulan en el tipo de transacciones diarias que las autoridades pueden controlar, lo que quiere decir que los 50 mil millones restantes “están destinados a usos desconocidos”.

“El Banco de Inglaterra no sabe dónde están, por quién son usados o para qué, y no parece muy curioso”, dijo Meg Hillier, directora de un comité parlamentario que investigó recientemente el futuro del efectivo.

Bloomberg
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Pero esto no solo pasa en Inglaterra. En Estados Unidos la situación no es muy diferente. En 2020 el valor total de los dólares en circulación aumentó un 16%, sobrepasando los 2 billones de dólares por primera vez en la historia y cuadruplicando el valor de los dólares en circulación de hace 20 años.

Hoy existen más de 7 mil dólares en papel moneda por cada estadounidense, un país con más de 329 millones de habitantes. Europa no se queda atrás, imprimiendo un total de 4 mil euros por cada residente de la zona euro. ¿Pero las personas en estos países usan tanto efectivo? La respuesta simple es no.

El hecho de que el efectivo haya subido mientras que los usos registrados han disminuido es un enigma intelectual, y los bancos centrales ciertamente han seguido esa línea, produciendo la extraña explicación especulativa sin ningún sentido real de urgencia.

Mientras tanto, ese exceso de papel moneda parece estar financiando operaciones de contrabando intencionalidad, lavado de dinero, terrorismo, y cualquier otra actividad delictiva.

Un indicio de esto es el caso de Tara Hanlon, quien fue encontrada con 1.940.120 libras esterlinas (2,7 millones de dólares) en billetes que escondía en un numeroso equipaje que pretendía llevar hasta Dubai.

A Hanlon la detuvo la aduana británica hace unas semanas en lo que fue la incautación de efectivo más grande hecha en lo que va del año, pero que solo sirve para mostrar la punta del iceberg del contrabando de dinero en efectivo, y eso que la libra esterlina por sus billetes de baja denominación, no suele ser muy usada como moneda de cambio por los criminales.

Para contraste, si Halon hubiera llevado su botín en billetes de 100 dólares, una maleta y media le hubiera bastada; y si los hubiera llevado en billetes de 500 euros, le hubieran cabido en un maletín.

Tara Halton y los cientos de billetes incautados por la aduana británica que pretendía llevar a Dubai.
Tara Halton y los cientos de billetes incautados por la aduana británica que pretendía llevar a Dubai.

¿Esto quiere decir que las grandes denominaciones de billetes propician el contrabando de dinero y las transacciones ilegales? La respuesta sencilla es sí.

El por qué es mucho más complejo. Resulta que imprimir moneda es muy barato y muy rentable ya que en el proceso se pone en juego algo llamado “señoraje”.

El concepto viene de la edad media cuando existían los señores feudales y los estados apenas comenzaban a surgir. Este fue el primer momento en que los gobernantes empezaron a exigir un monopolio sobre la emisión de monedas. En un principio, los lingotes se llevaban a la casa de la moneda, donde se pesaban y se evaluaba su contenido, antes de ser lanzados en monedas con la imagen real como garantía de su calidad. El señoreaje fue la parte que el gobernante tomó para supervisar este proceso.

Con los años, los reyes se dieron cuenta de que podían rediseñar la moneda cada tanto, lo que significaba fundir y refundir el dinero, y por ende, habían más ganancias para ellos por concepto de señoreaje. Después empezaron a usarse otros metales, no solo oro y plata, por lo que producir las monedas empezó a costar menos, pero su “valor” seguía siendo el mismo.

Actualmente tenemos billetes pero el concepto y el principio del dinero se mantiene. Un billete no es más que un papel donde se imprime un número y ese número indica su valor, pero imprimir ese papel es significativamente más barato que el valor impreso en él.

Es decir, producir un billete de 100 dólares cuesta apenas 14 centavos, pero los 99.86 dólares restantes, es un valor que va para el Banco Central por conceptos de “señoreaje”. Por el simple hecho de producirlo.

Se supone, que en la mayoría de países modernos el Banco Central debe garantizar cada billete que se imprime, el cual debe corresponder a la riqueza real de los países. Pero una de las dudas que resalta el artículo de The Economist es precisamente si están cumpliendo a cabalidad esta labor.

Billetes de riyal saudí, yuan, lira turca, libra esterlina, dólar estadounidense, euro y dinar jordano REUTERS/Dado Ruvic
Billetes de riyal saudí, yuan, lira turca, libra esterlina, dólar estadounidense, euro y dinar jordano REUTERS/Dado Ruvic

Mientras que se resuelve ese interrogante, vale la pena resaltar las evidencias de cómo el dinero en efectivo es usado por el crimen transnacional, y cómo las autoridades británicas, estadounidenses, o europeas están fallando estrepitosamente para controlarlo.

Según la Agencia Nacional contra el Crimen de Gran Bretaña, cada año la cantidad de billetes que salen del país por la actividad criminal local es tan grande que debe ser transportado en camiones.

Billetes por valor de miles de millones de dólares circulan fuera de Estados Unidos y 750.000 millones de euros fuera de la zona euro. No todo esto se utilizará para propósitos nefastos. Pero está claro que existe un vasto sistema financiero en la sombra global sobre el cual las autoridades casi no tienen supervisión.

Los funcionarios corruptos, los jefes terroristas y los mafiosos dependen de las monedas fuertes para comprar influencia, mover dinero y apoyar a sus organizaciones. Y mientras las agencias de aplicación de la ley y los oficiales de cumplimiento están bloqueando lentamente el acceso de los delincuentes al sistema bancario global, aquellos que están en condiciones de restringir su suministro de efectivo apenas reconocen el problema.

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