
El contagio de COVID-19 del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunciado el pasado domingo 24 de enero, ha causado –como era de esperarse– un gran revuelo y reacciones provenientes del interior y de fuera del país.
Principalmente, claro está, por su condición de jefe de Estado. Pero también por la particularidad con la que el mandatario de 67 años de edad se ha conducido desde que empezó la pandemia: ha mostrado cierto escepticismo al virus; ha desestimado el uso primordial del cubrebocas; ha minimizado el impacto de la enfermedad, reduciendo su cura incluso al uso de amuletos religiosos.
Todo eso dentro de un contexto nacional enlutado por la muerte de ya más de 150,000 personas, el desabasto de medicamentos e insumos en nosocomios para hacer frente al virus, la ocupación hospitalaria casi a su totalidad y la desesperación de cientos de miles de personas en sus frustrados intentos de conseguir oxígeno para sus familiares.

Y desde el exterior avistan un nuevo temor de los mexicanos ahora que el presidente se contagió del nuevo coronavirus: que después de su propia enfermedad, López Obrador minimice (más aún) la amenaza que representa el COVID-19.
El diario estadounidense The New York Times (NYT) explica esta nueva preocupación señalando que mientras que el mandatario mexicano recibirá cuidados médicos de primer nivel en su residencia, lo que prácticamente garantiza que el presidente se recuperará, muchos mexicanos apenas pueden conseguir los cuidados más básicos como poder ser atendidos en un hospital o conseguir un tanque de oxígeno siquiera para ayudar a los enfermos a sobrevivir en casa.
“Mi papá le creyó, le creyó que al no usar cubrebocas no pasaba nada”, cita dicho medio a Lilia Ramírez Díaz, una mujer que se encontraba por segunda vez tratando de rellenar un tanque de oxígeno para su padre diabético que está contagiado. “Ambos se enfermaron”, continuó, pero el presidente “no tiene que andar peregrinando buscando un tanque de oxígeno”.

Por ejemplo, señalan, tan solo en la Ciudad de México los hospitales están al 89 por ciento de su capacidad y en el resto del país la cifra es del 60 por ciento. Además, a nivel nacional, están ocupadas más de la mitad de las camas de hospital con ventiladores.
Más datos con los que ilustran la gravedad de la pandemia en el país es el récord de 1800 muertes en un solo día, alcanzado la semana pasada. O los más de 1,700,000 casos acumulados registrados desde el inicio de la epidemia. Además, hacen hincapié, se hacen pocas pruebas así que el verdadero impacto del coronavirus en México probablemente es mucho peor que el recuento oficial.
“Está por verse, además, si el líder mexicano cambia la actitud que tiene respecto al virus después de experimentarlo de manera personal”, señalan.

Entonces ponen de ejemplo el caso del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, quien cuando empezó la emergencia por el virus desestimó sus consecuencias, con detalles como estrechar la mano de los pacientes del COVID-19. Tiempo después se contagió y fue hospitalizado.
“Johnson emergió de la emergencia de salud que experimentó con un tono de escarmiento y con una nueva e íntima conciencia sobre los peligros del virus. Empezó a aceptar los cubrebocas, los aislamientos y otras medidas diseñadas para ayudar a disminuir la transmisión del virus”, recuenta el NYT.
“Pero en México, algunos expertos en salud pública temen que el mandatario más bien adopte el camino del expresidente Donald Trump, quien el año pasado superó el virus y siguió minimizando la pandemia y socavando las recomendaciones de los funcionarios de salud”, advirtieron enseguida.

La renombrada publicación indicó que varios especialistas en salud pública temen que López Obrador mantenga su oposición a los cubrebocas, los confinamientos y el distanciamiento social. E incluso les preocupa que el mandatario se recupere y luego utilice su propia experiencia para desestimar el peligro puede ser que contribuya a empeorar el aumento de casos en México.
“Si López Obrador sale de esto diciendo: ‘¿Ven? Soy una persona mayor con hipertensión, y ven qué bien me fue? Volvamos a la normalidad’, entonces eso podría llevarnos al límite”, advirtió al NYT Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del laboratorio de genética molecular en la Universidad Nacional Autónoma de México. “La gente podría bajar la guardia aún más, ser más temeraria... Y el presidente ya ha hecho todo lo posible para que la gente baje la guardia”.
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