OPINIÓN: Balazos y no abrazos es la respuesta del narco a López Obrador

El combate a la delincuencia y la inseguridad era una de las prioridades del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero a menos de un año en el poder, se estrategia se hunde antes de empezar a navegar

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 (Foto: Mission Essential)
(Foto: Mission Essential)

Durante su campaña presidencial, Andrés Manuel López Obrador anunció públicamente que traería la paz a México a través de lo que llamó “Abrazos no Balazos”. Entendió muy bien que esto tenía que ser una de las principales prioridades ya que los ciudadanos de México estaban cansados ​​de la horrible violencia que ha sacudido a todo el país en su esencia.

Gran parte de esta violencia sin precedentes había iniciado con la estrategia contra el narco implementada por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) cuando asumió el cargo en 2006. Hubo dos problemas fundamentales con el enfoque de Calderón, uno, ya que los líderes de los carteles fueron asesinados o capturados, se fragmentaron en varios grupos llevando a más violencia mientras luchaban entre sí por territorio y poder.

En segundo lugar, los marinos mexicanos se convirtieron en la punta de lanza en los esfuerzos antidrogas del país. Aunque nadie puede negar sus heroicos esfuerzos, no son investigadores entrenados. Como resultado, en muchos casos no pudieron identificar y recopilar pruebas valiosas que hubieran solidificado los casos procesables contra muchos narcotraficantes de alto nivel.

Esto, en parte, ha provocado que México tenga una tasa de éxito muy baja en sus procesamientos de detenidos. Sólo alrededor del 5% de los delitos denunciados resultan en algún tipo de castigo. Dicho esto, el 95% de los delitos en México no se denuncian.

El presidente que siguió a Felipe Calderón fue Enrique Peña Nieto, en 2012, y priorizó la reducción de la violencia. No quería atacar a los carteles en una ofensiva frontal. Su estrategia era concentrarse en reducir las tasas de asesinatos, secuestros y extorsiones. También creó una fuerza policial nacional llamada “gendarmería”, con un patrón similar al de Francia. A pesar de sus esfuerzos, Peña Nieto no pudo reducir la propagación de la violencia que afecta al país.

Seis años después, AMLO ganó la presidencia por un deslizamiento de tierra. La gente de México estaba lista para un cambio. Esperaban que de alguna manera una nueva cara les traería algún tipo de paz y ya no tendrían que ser devastados por la brutal violencia que generaban los carteles y otros grupos de narcotraficantes.

Lamentablemente, estaban equivocados. Uno de los cuatro puntos de AMLO en su estrategia antidrogas es regresar a los militares a los cuarteles y reemplazarlos por policías mejor capacitados y más profesionales que recibirían salarios más altos. Sin embargo, según la propia evaluación de México, tiene menos de la mitad de los policías que necesita. Además, sólo alrededor del 10% han recibido capacitación en investigación criminal y actualmente se les paga entre USD 500 y 1,000 dólares al mes.

La táctica de abrazos no balazos para lidiar con las redes de tráfico de drogas hiperviolentas ahora se enfrenta a una realidad sombría. En lugar de disminuir la tasa de asesinatos, solo ha envalentonado a los narcotraficantes para cometer una actos más salvaje.

Tomemos, por ejemplo, el horrible asesinato de 28 personas en un ataque de fuego en un club nocturno en el sur de la ciudad mexicana de Coatzacoalcos, Veracruz. También el mes pasado, se descubrieron 44 cuerpos, principalmente mujeres, en una fosa en el estado de Jalisco, donde se encuentra la sede del Cártel Jalisco Nueva Generación. El 14 de octubre un total de 13 policías estatales fueron asesinados en Aguililla, Michoacán, en una emboscada del CJNG. Los primeros tres meses de 2019 han demostrado ser los más violentos en la historia de México y eso es toda una declaración.

Uno de los proyectos de AMLO ha sido la Guardia Nacional, creada recientemente, que está integrada por soldados y policías federales. Su misión principal es combatir el narcotráfico y la delincuencia en general. Las dos corporaciones históricamente no han funcionado bien juntas y desconfían la una de la otra. Es el mismo vino con una etiqueta diferente.

Sería mejor para López Obrador trabajar más de cerca con gobernadores, entidades policiales, políticos, militares y otros en todo el país para desarrollar una estrategia coherente que interrumpiría el tráfico de drogas y la violencia en México.

*Ex director de Operaciones Internacionales de la DEA

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