
Cuando se habla del número de desaparecidos en México, la realidad es que no se tienen certezas. Guadalupe Aguilar, de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ) lo sabe, pues ella misma perdió a su hijo hace 9 años sin que hasta la fecha tenga una pista de dónde hallarlo.
En abril de 2018 se detuvo el registro oficial sobre el número de víctimas en este delito. Sin embargo, en enero la Comisión Nacional de Búsquedas de Personas estimó que hay más de 40,180 personas desaparecidas en el país. Esto es solo una aproximación, pero da cuenta de la tragedia que se vive al interior del suelo azteca.
Para aquellas familias que han tenido la desgracia de perder un familiar en esta condición, la cifra cobra rostro. Se trata de hijos, esposos, hermanas y madres. Y ante las fallas de un sistema que carece de rigor en la búsqueda víctimas de desaparición forzada, lo que queda es apoyarse en otras personas que al igual que ellos, buscan a sus seres queridos.
Guadalupe forma parte de una de esas organizaciones. Con sede en Jalisco, los 97 miembros activos de FUNDEJ dedican día y noche al rastreo de personas. Es una tarea ardua y desgastante, pues en muy pocas ocasiones las encuentran con vida o siquiera las hallan.

Lo más difícil es el primer contacto, así lo cuenta Guadalupe, quien explicó en entrevista para Infobae México cómo es el proceso de búsqueda.
Las primeras horas resultan críticas; asistir a la fiscalía y poner la denuncia, reciclar los datos del desaparecido, rastrear las últimas llamadas... son sólo algunas de las cosas que hay que hacer. No todo el mundo tiene la suerte de contar con acompañamiento jurídico, por lo que son las propias personas de la organización las que acompañan a los familiares a interponer la denuncia.
La mayoría de las veces ir a la policía no da resultados, o al menos así lo cuenta Guadalupe, y añade que al cabo de los días, lo que queda es empezar la búsqueda por su propia cuenta; es justo ahí donde se concentran los mayores esfuerzos de FUNDEJ.
“Nosotros hacemos búsquedas en el SEMEFO (Servicio Médico Forense), vamos cada semana y hacemos revisión para que no se nos acumule el trabajo. Mientras pasa el tiempo se toman medidas más fuertes; tomamos muestras de ADN, ponemos carteles, vamos de casa en casa y buscamos en las zonas donde podrían dejar cuerpos”, explicó Guadalupe.

Para ella, la búsqueda de personas desaparecidas se ha convertido en su motor de vida. Y por paradójico que parezca es el mismo dolor con el que carga el que la impulsa a seguir.
Un proceso paralelo se da cuando se identifica un cadáver. “Ese momento en el que vas a la SEMEFO y de pronto alguien dice ‘uy, ese tatuaje se parece al de mi hijo’; ahí viene la segunda parte”, describió Guadalupe.
Según cuenta, es un proceso tormentoso en el que los familiares son obligados a comprobar la identidad de su familiar en más de una ocasión ante las autoridades. “No basta con reconocer el cuerpo, la policía empieza a pedir que una identificación, que fotografías... cosas obvias que solo hacen pasar a uno un nuevo calvario”.
La entrega del cuerpo supone un alivio para la familia, pues aunque ya está muerto, “vas a saber dónde está, a dónde ir a rezarle”. Tras un periodo de dolor intenso, estás personas que perdieron a su ser querido vuelve a la organización para apoyar a nuevas víctimas. Es así como se sostiene FUNDEJ.
Los hijos perdidos

La llegada de Guadalupe a Familias Unidas fue resultado de una tragedia que ocurrió hace casi nueve años, cuando perdió a su hijo. Trabajó arduamente con un grupo de investigadores y policías hasta que en 2012 detuvieron a una banda de secuestradores que presuntamente fue la responsable de llevarse a su hijo. Aunque se abrió una línea de investigación en su contra y el jefe de la banda fue a prisión, la justicia no duró mucho tiempo; en 2016 salió libre y ella sigue sin saber dónde está su hijo.
Su caso se repite miles de veces, pero Guadalupe tiene la meta de ayudar a la gente a fin de que no terminen como ella y encuentren a esa persona que les fue arrebatada por la fuerza. “Mi vida se transformó pero yo ya no veo haciendo otra cosa; hay que cuidar de los desaparecidos”, dijo. Tiene la esperanza de que la sociedad mexicana se sensibilice con el problema y obligue al gobierno a mirar.

Además de la pasividad de la comunidad, el otro gran problema es la falta de estrategia por parte del gobierno. Según explicó Guadalupe, las herramientas existen pero no hay un plan a seguir. “Yo les ruego que tengan una estrategia, el actual gobierno (encabezado por Andrés Manuel López Obrador) no tiene ninguna. Prometió dinero del presupuesto pero no ha llegado a la Comisión de Búsqueda. En Jalisco el gobernador dijo que subió el 80% al Instituto de Ciencias Forenses pero me consta que no hay reactivos para tomar muestras de ADN. los peritos trabajan a marchas forzadas porque no hay personal; y esto ocurre en todo el país”.
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Ante esta falta de condiciones para realizar una adecuada búsqueda, Guadalupe cuestiona si para el gobierno federal existen desaparecidos de “primera y de segunda categoría", pues justo en este semana que se conmemora la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, las autoridades han prometido llevar a cabo las investigaciones necesarias a fin de dar con la verdad en el caso.
“Yo también quiero saber qué paso, quiero tener consuelo y seguir ayudando a mis hermanas de dolor”, concluyó. Son muchos los mexicanos, que como Guadalupe, rinden homenaje a quienes desaparecieron y no volvieron más.
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