El fin del horror: a 102 años del armisticio con el que concluyó la Primera Guerra Mundial

Europa conmemora un nuevo aniversario del final del conflicto que provocó la muerte de casi 20 millones de personas entre 1914 y 1918 y modeló al mundo contemporáneo. Cómo fue la firma del tratado que llevó al cese del fuego pero sentó las bases para el surgimiento de otra contienda aún más devastadora

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Los cuatro de años de guerra afectaron a todo el mundo y marcaron las décadas posteriores
Los cuatro de años de guerra afectaron a todo el mundo y marcaron las décadas posteriores

(Esta nota se publicó originalmente el 11 de noviembre de 2018)

Eligieron un lugar alejado y discreto, a bordo de un vagón de tren y en lo profundo del exuberante bosque de Compiègne, a 70 kilómetros de París y 140 kilómetros del frente donde aún se estaba peleando y muriendo.

La delegación alemana, liderada por Matthias Erzberger, llegó el 8 de noviembre de 1918 y se reunió con el mariscal francés Ferdinand Foch, comandante supremo de las fuerzas aliadas, antes de recibir las demandas para la paz: cese al fuego, retiro de todas las tropas alemanas de los territorios ocupados, la entrega de las armas pesadas y el internamiento de la flota.

Presionados por más de cuatro de años de guerra, el bloqueo naval británico y una serie de derrotas a lo largo de todo el frente, casi no hubo lugar para negociaciones y el 11 de noviembre de 1918 a las 5:00 de la mañana Erzberger firmó el armisticio, que entraría en vigor a las 11:00 y del que se se cumplen 102 años este miércoles, con conmemoraciones en gran parte de Europa y otras partes del mundo.

"La decisión del armisticio es una iniciativa del gobierno alemán buscada ante la certeza de que la guerra no se puede ganar. En especial con la llegada de las tropas americanas la capacidad militar alemana de dar un vuelco había llegado a su límite, y aún con Rusia fuera de la guerra no pudieron capitalizar el cierre de ese frente", explicó el historiador argentino Andrés Reggiani, profesor en la Universidad Torcuato di Tella, en diálogo con Infobae.

“Es un conflicto que le exige mucho a un país que no tiene acceso a mercados ultramarinos para comprar materia prima, obtener créditos, y la hiperinflación tiene un poco que ver con eso. Alemania tiene que emitir para financiar la guerra, porque es una economía continental aislada de sus fuentes de abastecimiento que había tenido en la preguerra, como las colonias o las inversiones en américa latina”, agregó.

Los últimos en morir “en paz”

Tras la firma del armisticio, a la guerra le quedarían todavía otras seis horas en las que los ejércitos aliados, desconfiados de que Alemania cumpliera lo acordado, continuaron atacando. En total, y entre tropas de la Triple Entente y de las potencias centrales, hubo 11.000 bajas ese día a pesar de que la paz estaba cerrada, incluyendo 2.700 muertos, según relevó el historiador estadounidense Joseph Persico en su libro "11th month, 11th day, 11th hour".

Soldados alemanes observan atónitos los restos de sus propios compañeros en una trinchera
Soldados alemanes observan atónitos los restos de sus propios compañeros en una trinchera

Henry Gunther, de la Fuerza Expedicionaria de Estados Unidos, es considerado el último soldado en haber muerto a las 10:59, un minuto antes de la entrada en vigor del armisticio, cuando cargó con bayoneta calada contra un nido de ametralladoras alemanas. Mientras que Augustin Trébuchon, del ejército francés, murió a las 10:45 llevando comida a las tropas involucradas un asalto ordenado tras la firma del armisticio.

Según diferentes estimaciones, durante la guerra murieron entre 15 y 19 millones de soldados y civiles pertenecientes a todas los países participantes entre 1914 y 1918. En un relevamiento realizado por la Universidad de Luxemburgo, se fija el número en cerca 17 millones de muertos: 10 millones de soldados y 7 millones de civiles. Hubo, además, unos 20 millones de heridos.

Fue la mayor y más intensa matanza registrada hasta el momento, y el primer conflicto en tener una escala verdaderamente global, aunque su recuerdo ha quedado opacado por la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial desatada veintiún años después.

Las batallas más mortíferas y decisivas de la primera guerra mundial se libraron en Europa, en el frente occidental rozando los fangosos campos del norte de Francia y Bélgica (STF / AFP)
Las batallas más mortíferas y decisivas de la primera guerra mundial se libraron en Europa, en el frente occidental rozando los fangosos campos del norte de Francia y Bélgica (STF / AFP)

A diferencia de ese conflicto posterior, en el que Alemania se rindió sólo al final, cuando los ejércitos aliados penetraban en todo su territorio y los soviéticos tomaban una Berlín acéfala tras el suicidio del dictador Adolf Hitler, durante la Primera Guerra Mundial la antesala de una derrota total fue advertida mucho antes de que se concretara y, en definitiva, el país evitó ser ocupado por potencias extranjeras.

De hecho, los alemanes habían lanzado en marzo de 1918 una gran ofensiva en el frente occidental, la Operación Michael, utilizando las tropas liberadas del oriente tras la firma de una paz separada con Rusia, envuelta en su propia revolución.

La acelerada caída

Aunque tuvo un gran éxito inicial, la “ofensiva de primavera” fracasó en sus objetivos estratégicos y en agosto los aliados, ahora con el apoyo pleno de las tropas de Estados Unidos, contraatacaron con un enorme poder y las líneas alemanas, ya sin recursos, empezaron a quebrarse.

Una postal de la época representando la firma del armisticio. De pie y frente a la mesa se encuentra el jefe de la delegación alemana, Matthias Erzberger. También de pie y en uniforme, el mariscal francés Ferdinannd Foch
Una postal de la época representando la firma del armisticio. De pie y frente a la mesa se encuentra el jefe de la delegación alemana, Matthias Erzberger. También de pie y en uniforme, el mariscal francés Ferdinannd Foch

Además, sus principales aliados, el Imperio Austro-Húngaro, el Imperio Otomano y Bulgaria, ya habían colapsado militarmente y solicitado armisticios con los aliados.

El siempre beligerante Erich Ludendorff, jefe adjunto del Estado mayor alemán, reportó la situación desesperante y recomendó negociar, y entonces el káiser Guillermo II ordenó en octubre solicitar un armisticio con los aliados.

El encargado de hacerlo fue el príncipe Maximilian von Baden, un reconocido opositor a la guerra que fue nombrado canciller del Imperio Alemán por el káiser precisamente con el fin de lograr la paz.

Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos durante la guerra
Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos durante la guerra

"Las viejas élites alemanas, que habían desatado la guerra, deciden eludir la responsabilidad de tener que firmar un tratado de paz solicitando un armisticio y ya pensando en una transferencia de poder a los partidos, primero al príncipe Max von Baden y luego al presidente del partido socialdemócrata", señaló Reggiani, doctor en Historia por la Universidad Estatal de Nueva York.

Berlín envió un telegrama al presidente estadounidense, el demócrata Woodrow Wilson, para solicitar formalmente un armisticio y pedir su participación como moderador, citando los famosos "14 puntos" que el mandatario había propuesto para alcanzar la "paz sin victoria".

Wilson, considerado un idealista y un opositor a la guerra, a pesar de habérsela declarado a Alemania, había repetido varias veces la consigna de que el conflicto iba a "terminar con todas las guerras", en referencia al ensayo publicado por escritor británico H. G. Wells: "La guerra que pondrá fin a la guerra".

Soldados franceses durante un funeral
Soldados franceses durante un funeral

Aunque la ofensiva “de los cien días”, como se llamó al ultimo asalto aliado, continuaba y la resistencia alemana era tenaz, la noticia del inicio de las negociaciones redujo el ímpetu y creó una gran expectativa entre los participantes.

En ese contexto, sin embargo, la marina alemana se rebeló ante el proceso de paz y decidió, sin aprobación de Berlín, zarpar a la búsqueda de una batalla final, y suicida, contra los británicos en el Mar del Norte.

Pero nadie quería morir cuando la paz estaba tan cerca, y el descontento con la guerra y las penurias económicas generadas, especialmente en Alemania debido a un bloqueo naval británico que los forzó a tener que reemplazar materias primas y artículos importados, era enorme. Los marineros germanos se amotinaron y la operación tuvo que ser cancelada.

Marineros alemanes durante una manifestación política en Kiel, en 1918
Marineros alemanes durante una manifestación política en Kiel, en 1918

De vuelta al puerto de Kiel, el motín se transformó en levantamiento y revolución, socavando de lleno la legitimidad del régimen monárquico de la casa Hohenzollern.

"Esa revolución repercute directamente en el armisticio porque los Estados Unidos, que todavía tienen una cuota de influencia importante en la medida en que la guerra continúa, exigen como condición para firmar el armisticio que la parte alemana sea con representantes del pueblo. Tiene que haber un cambio de régimen o por lo menos una parte del régimen, y eso ayuda a entender como se precipitan las cosas y es que la misma política norteamericana ayuda a derribar al régimen porque le quita la legitimidad para negociar. La oposición se junta al cansancio de la guerra y la impugnación al sistema político, cosa que no ocurre en Francia o el Reino Unido", explicó Reggiani.

La "revolución de noviembre" se extendió por todo el país, y el 9 del mismo mes, cuando Erzberger se encontraba ya en Compiègne, el káiser Guillermo II abdicó al trono en tiempo récord.

El káiser Guillermo II, emperador de Alemania
El káiser Guillermo II, emperador de Alemania

Richard Stumpf, un marinero alemán de 22 años en el acorazado SMS Helgoland, lo vivió en medio de "la rabia, la perplejidad y el abatimiento". "La flota se ha sublevado, el káiser ha abdicado, el heredero ha abdicado, Alemania es ahora una república. No sabes si lo que vives es una realidad o si estás soñando. Los hechos se han precipitado a tal velocidad que no puedes atraparlos", escribió en su diario, citado en "La belleza y el dolor de la batalla", del historiador sueco Peter Englund. "¿Así es como va a acabar todo, después de cinco años de brutales combates vamos a apuntar las armas contra nuestros compatriotas?", expresó.

Pero aunque el Imperio Alemán había caído sin embargo aún no se firmaba la paz, por lo que Von Baden cedió la cancillería al socialdemócrata Friedrich Ebert, especie de líder de transición hacia la democracia, quien ordenó de inmediato aceptar los términos del armisticio.

René Arnaud, soldado de infantería francés, cumplió 25 años ese mismo 11 de noviembre, y escribió en su diario: "La guerra había terminado, estaba a salvo, de repente me libraba de la cruel angustia que me había oprimido durante años, el espectro de la muerte, que me había invadido como invade a los hombres viejos, ya no me acosaría más. Rebosaba de júbilo y tenía la impresión de ser invulnerable".

Tras el armisticio, Versalles

Pero el fin del conflicto y el cumplimiento de lo acordado tardó en pacificar a Alemania, que entró en una guerra civil entre partidos de izquierda y ultraderecha mientras intentaba levantar su primer gobierno republicano.

Reggiani recordó que Alemania nunca había tenido otro régimen más que la monarquía, pero sí había partidos y la asamblea constituyente se hace en base a las organizaciones obreras ya formadas. "Y en ese ínterin de que se está sesionando en París en el contexto del régimen que cayó en Alemania, hay una revolución que empezó con un motín, la revolución llega a Berlín entre sectores de izquierda y la extrema derecha, una situación extremadamente confusa", agregó.

Las negociaciones en París, que tardarían seis duros meses en torno a fronteras, reparaciones económicas, colonias, minorías y responsabilidades, tenían como fin la firma del tratado de paz definitivo, que llegaría seis meses después en el Palacio de Versalles.

"Los problemas que tenían que resolver estas personas en las negociaciones eran extremadamente complejos, porque los imperios multinacionales habían caído por obra de la propia dinámica de la guerra y la derrota, pero tenían antes de la guerra problemas internos", expresó el historiador, en referencia a las demandas de las minorías.

Francia, Bélgica y Luxemburgo sufrieron la mayor destrucción durante la guerra
Francia, Bélgica y Luxemburgo sufrieron la mayor destrucción durante la guerra

El Tratado de Versalles se ha convertido en uno de los puntos más controversiales en la historia del siglo XX por el efecto que tuvo, o se le atribuye, a la creación de un sentimiento de revancha en Alemania y al surgimiento del nacionalsocialismo y la consiguiente catástrofe del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.

En especial, las duras compensaciones económicas impuestas al país, especialmente a pedido de Francia y Bélgica, donde tuvo lugar la mayor destrucción, y el artículo 231, que establecía la responsabilidad de Alemania y sus aliados en el inicio de la guerra, fueron muy cuestionados en años posteriores pero también durante las negociaciones.

"Alemania fue la que sacó a la guerra de su contexto balcánico. Declaró la guerra a actores que no estaban directamente involucrados en el problema. Eso tiene que ver con la mentalidad expansionista, con la idea de una superioridad alemana. Se creía que Alemania, esta potencia económica y demográfica, debía traducirse también en un peso y hegemonía política, y ahí sí los errores de cálculo y la mala lectura de la política británica, de que no se involucrarían, y la idea de romper el cerco invadiendo a Francia a través de Bélgica", consideró Reggiani sobre la cláusula 231.

Soldados franceses moviéndose en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdun, en 1916 (AFP / David COURBET)
Soldados franceses moviéndose en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdun, en 1916 (AFP / David COURBET)

Esta postura por mucho tiempo fue contrastada con la idea de una responsabilidad colectiva de todos los imperios europeos, enfrascados en carreras armamentistas e identificados con posturas nacionalistas extremas.

Para el historiador británico Eric Hobsbawm en su libro Historia del Siglo XX, se había tratado de una guerra sorprendente en cuanto a que sus combatientes estaban ideológicamente alineados, mientras que al mismo tiempo perseguían objetivos ilimitados de competencia y competitivdad imperial en un contexto de fusión de política y economía como pocas veces se había visto.

Incluso, todas las casas reinantes europeas compartían lazos de sangre, y al final del conflicto sólo quedaría una en pie: la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha en Inglaterra, que cambiaría su nombre a Windsor para ocultar su ascendencia alemana.

John Maynard Keynes, economista británico que participó de las negociaciones en Versalles
John Maynard Keynes, economista británico que participó de las negociaciones en Versalles

Uno de los más reconocidos críticos del Tratado de Versalles fue el economista británico John Maynard Keynes, quien publicó su visión en el libro Las consecuencias económicas de la paz en 1919 tras participar en las negociaciones.

"La de Keynes representa la primera crítica. Cuando a él le llega la información de los términos del tratado de paz aún sin firmar, el hecho de que no se había acordado una cifra para las reparaciones (los franceses querían porcentajes de producción) implica que se trataba de un cheque en blanco", explicó Reggiani.

"Keynes señala que el problema no es que la guerra creó una situación amenazante, el problema es que Europa ya no estaba prosperando como lo había hecho, y que la guerra había deteriorado la economía aún más. En ese sentido, el tratado lo que hacía era eliminar o debilitar al motor económico de Europa, Alemania", agregó.

Una barricada en una ciudad alemana durante la guerra civil (Illustrirte Zeitung)
Una barricada en una ciudad alemana durante la guerra civil (Illustrirte Zeitung)

Luego de la firma del Tratado de Paz en el Palacio de Versalles, el 28 de junio de 1919, seis meses después del armisticio y cinco años después del inicio de la guerra en 1914, Alemania logró salir de la guerra civil y proclamar en la asamblea constituyente en Weimar una nueva república parlamentaria.

Hacia el convulsionado período de entreguerras

El país iniciaría entonces su lenta recuperación económica en el contexto de las compensaciones económicas a los aliados y la hiperinflación resultante de la emisión que sostuvo a los últimos años de la guerra. El crack financiero de 1929 agregaría el desempleo y la recesión a este cóctel explosivo, que sólo necesitaba de enfrentamientos políticos violentos entre la izquierda y la derecha en las calles para explotar.

Así ocurrió, y el mismo Erzberger acabó asesinado en 1921 por sectores ultranacionalistas que rechazaban el armisticio en el marco de la leyenda de la "puñalada por la espalda", un mito de atribución de la derrota en la guerra a sectores socialistas y judíos que se hizo popular entre los conservadores y luego entre los nazis.

Aunque potente como propaganda y creíble en aquellos años, la tesis nunca fue tomada en serio por los investigadores. "El colapso militar de Alemania ha sido minimizado", consideró Sally Marks, una de las mayores expertas en el fin de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, su artículo de 2013: "Equivocaciones y mitos: los aliados, Alemania y el Tratado de Versalles, 1918-1921".

Soldados alemanes intentan mover un mortero pesado de 25cm a través de un bosque
Soldados alemanes intentan mover un mortero pesado de 25cm a través de un bosque

"Las últimas batallas con las que más cuentan, y Berlín buscó un armisticio con la esperanza de reagruparse para seguir peleando sólo cuando su ejército se acercó a la desintegración. El armisticio de 1918 fue de hecho una rendición, pero los aliados, sin pensarlo, no cuestionaron el término elegido por los alemanes y que implica sólo un cese al fuego", explicaba la historiadora estadounidense, fallecida en 2018.

La Sociedad de las Naciones, surgida también de esa "obra maestra de la ambigüedad" que fue Versalles, según Marks, demostraría ser incapaz de evitar el surgimiento de procesos autoritarios en Alemania, Italia y la naciente Unión Soviética, entre otros, ni de pacificar o contener el revanchismo.

Aún más en en el caso de Alemania, que había sufrido una sangría enorme (dos millones de muertos), su territorio no había sido tocado y sus capacidades industriales seguían intactas, a la espera de capitales para volver al movimiento, como señala Reggiani. Lo mismo no podía decirse de Francia, cuyos territorios del noreste quedaron arrasados y que ya nunca volvería a tener la influencia global de la que había gozado, y cuyo imperio colonial se desarmaría definitivamente tras la Segunda Guerra Mundial.

Los países volverían a chocar otra vez en este segundo conflicto, con una derrota rápida y significativa de Francia en 1940 que llevó a la firma de otro armisticio, que los alemanes forzaron a firmar en el mismo vagón de 1918 y luego lo hicieron estallar, el último episodio de una rivalidad que había estado en el centro de las guerras más letales de los últimos trescientos años.

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