Exclusión social, deseo e identidad trans en la literatura y la historieta

Un repaso por potentes producciones de ficción y no ficción que aparecieron en los últimos meses y que abordan el universo y la cotidianeidad de las personas trans, travestis, transexuales y transgénero

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La exclusión social, el deseo, la memoria histórica y sobre todo la asunción de la propia identidad recorren las historias de Poder trans, historieta latinoamericana, una notable antología publicada por la Dirección de Diversidad Sexual y la Editorial Municipal de Rosario que se pronuncia "contra la discriminación hacia los cuerpos y las identidades disidentes, en particular de las personas trans, travestis, transexuales y transgénero" y por la visibilización de "la situación que atraviesan las comunidades trans latinoamericanas y de la singularidad de sus historias personales".

La antología es el resultado de una convocatoria de historieta trans a la que se presentaron 82 obras provenientes de distintos países. El jurado, integrado por Laerte, Lucas Morgan y Cecilia Estalles, Magalí Muñiz, Cecilia Saurí y Carla Pericles por el Archivo de la Memoria Trans, seleccionó 22 trabajos de artistas de Argentina, Brasil, Costa Rica, Perú y Venezuela.
La represión y el disciplinamiento aparecen como constantes en las historias de Poder trans, en registros tan diversos como la pesadilla futurista que imaginan Matías Santellán y Serafín en "Corazón disyuntor", donde hay inspectores encargados de preservar "el orden heteronormativo de la ciudad", como el hiperrealismo de Guido Barsi y Macarena Rijo en "Trámite", la situación prototípica de una persona travesti con un documento de nombre masculino.

Mikel Machin y Melipal Labrit, en "Mostremorfosis", presentan a su vez la historia de una nena que no se percibe en su sexo biológico y empieza "a crecer entre prohibiciones" hasta que decide alejarse de su familia para "descubrirse en su deseo" y desarrollarse. Si esta historieta cultiva también un registro realista, en "El chino y yo", Gonzalo Agüero propone un ambiente onírico cuyo protagonista reflexiona sobre la extrañeza de comprenderse disidente y tener que dar explicaciones ante la demanda de los otros de definir quién y qué es. "Estoy en tránsito hacia el centro de mi persona", dice.

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La identidad travesti aparece como un motivo de interrogación y de construcción. Los historietistas recurren a emblemas de la comunidad -la mariposa como figura de la transición, en "Psicopompo", de Gaspar Aguirre-, a tradiciones de la memoria oral -el carnaval, un espacio de libertad, en "El regreso", de Ivana Bordei y Julia Inés Mamone– y a las culturas precolombinas -las antiguas sociedades indígenas donde la asignación de género no estaba dada por la biología y donde se jerarquizaba la ambigüedad "por estar más a tono con ambos géneros y por lo tanto más cerca de la divinidad", como se explica en "Garçon", del costarricense Edo Brenes, donde una travesti que se prostituye recibe como cliente a un sacerdote que se disimula como tal.

Paul Preciado
Paul Preciado

Las señas de reconocimiento y los guiños de complicidad se multiplican. Los autores citan a Paul B. Preciado -"El género es una construcción producto de los dispositivos de control"- reivindican a Diana Sacayán -la activista asesinada el 11 de octubre de 2015 en el barrio de Flores, cuyo caso se convirtió en hito al ser juzgado como travesticidio y crimen de odio a la identidad de género-, rememoran episodios de persecución de la conquista española, como hace el colectivo transfeminista peruano No tengo miedo en "Chuquichinchay", y homenajean a la transnómade brasileña Natasha Roxy.

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Poder trans tiene como antecedente otra antología, Historieta LGBTI (2017), también publicada por la Dirección de Diversidad Sexua y la Editorial Municipal de Rosario, y se inscribe en una creciente producción cultural de la comunidad travesti y trans argentina, que atraviesa la narrativa, la poesía, el ensayo y la crónica, y en la que se destacan textos recientes como Las malas, de Camila Sosa Villada, y Travesti, una teoría lo suficientemente buena, de Marlene Wayar, que agotó su primera edición en poco más de un mes.

Literatura e identidad

(Adrián Escandar)
(Adrián Escandar)

Cuando tenía 13 años y era un chico que padecía la violencia del padre, Camila Sosa Villada escribió una historia de amor sobre su profesor de gimnasia y la firmó con nombre de mujer. El cuento no tuvo final feliz: una compañera llevó los papeles a la dirección de la escuela, por lo que pasó un mes encerrada en su casa como castigo y el texto fue destruido. Pero produjo un descubrimiento: la literatura como construcción de la identidad travesti.

Juan Forn recuerda el episodio en el prólogo de Las malas, el libro donde Sosa Villada reconstruye su historia personal en el cruce de la autobiografía, el diario íntimo y la ficción, y, al hablar de sí misma, documenta las situaciones de violencia y discriminación que enfrentan las personas travestis y transexuales en la Argentina.

La portada de “Las malas”, con una foto rescatada por el archivo de la memoria trans
La portada de “Las malas”, con una foto rescatada por el archivo de la memoria trans

"Me parece que primero fue la literatura, después fui yo", dijo Sosa Villada en una entrevista, y precisamente allí se encuentra una clave generacional: la escritura y el arte como iniciación en la propia identidad ante la represión familiar y social y como forma de explorar la elección sexual.

La literatura travesti y trans tiene ya sus hitos en Argentina, como el poema "Yo monstruo mío", del libro Poemas trans pirados, en el que Susy Shock reivindica el "derecho a ser un monstruo" ante la hipocresía de la normativa convencional: "El Vaticano normal/ el credo en Dios y la virgísima normal/ y los pastores y los rebaños de lo normal/ el Honorable Congreso de las leyes de lo normal/ el viejo Larousse de lo normal". La "Oración a la Divina Trans" es otro texto muy citado de la cantante y "actriz trans sudaca", como se define: "concédeme la voluntad/ de alumbrarme y alumbrar/ dame fuerzas para batallar/ con mi espada brillosa de ideas/ con mi lumpen mariposa de amar".

Susy Shock
Susy Shock

El blog es un formato al que las escritoras travestis también recurren, como fue el caso de Sosa Villada con La novia de Sandro y el de Naty Menstrual, cuyo sitio de "literatura travesti trash" fue el origen de Continuadísimo (cuentos, 2008) y Poesía recuperada (2017), entre otros libros.

Marlene Wayar es una activista histórica del colectivo de la diversidad sexual (Foto: Santiago Saferstein)
Marlene Wayar es una activista histórica del colectivo de la diversidad sexual (Foto: Santiago Saferstein)

La escritura y el activismo están asociados en la producción de Marlene Wayar, que fue directora de El Teje, "primer periódico travesti latinoamericano" publicado por el Centro Cultural Rojas y actualmente en proceso de digitalización. El Teje contó con colaboraciones de referentes de la comunidad travesti como Malva Solís -con artículos sobre el carrilche, el lunfardo travesti desarrollado en las cárceles argentinas durante el primer peronismo, cuando comenzó la persecución policial contra la comunidad- y Diana Sacayán, entre otras.

Wayar es además una de las protagonistas de T, el documental de Juan Tauil que se propone como "un álbum de fotos" sobre los reclamos históricos del movimiento travesti e incluye registros del Festival Destravarte (2009), la Noche Bizarra (2009) y de diversas ediciones de la Marcha del Orgullo, además de testimonios de militantes y artistas.

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Otro éxito editorial es Yo nena, yo princesa (2014), la historia de la niña trans Luana Mansilla, relatada por su madre Gabriela Mansilla, que tuvo nueve ediciones y dio pie a un segundo libro, Mariposas libres. Derecho a vivir una infancia trans (2018), y a una obra de teatro, Princesa del Futuro, estrenada en 2017 con dirección de Paula Cancela y Manuel Fanego en el protagónico. La dramaturgia travesti/ trans incluye otras obras recientes como Finalmente reparadas, de Omar Serra, sobre las persecuciones a travestis durante la dictadura militar, estrenada en noviembre pasado en el teatro Lavardén, de Rosario.

A fines del año pasado, la editorial Puntos suspensivos, que se propone desarrollar un catálogo diverso, convocó a autores travestis, trans y no binarios para una antología de poesía sobre la temática trans/ no binario. Trans, dice Blas Radi en el prólogo del libro Poesía, que se presentó en marzo pasado, "es un término político que puede leerse como trans- lo que sea" y refiere a un conjunto amplio de fenómenos: "sería ocioso asumir el compromiso de definir fronteras conceptuales en un territorio que se caracteriza ante todo por su imprecisión, contingencia, mutabilidad y resistencia a la gramática de la identidad que codifica nuestra experiencia cotidiana".

Radi coordina con Mauro Cabral la Cátedra Libre de Estudios Trans, que se desarrollará en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. "Tenemos un plan de trabajo que para este año incluye un ciclo de conferencias públicas y un curso de extensión. Hemos tenido una enorme demanda por parte de agrupaciones de profesionales y organismos del Estado que nos anticipan desde el inicio que encuentran desafíos en sus prácticas cotidianas y sienten que necesitan herramientas para poder responder a ellos", adelanta.

Una maldición conjurada

Después de El viaje inútil (2018), ensayo autobiográfico sobre el devenir travesti de un varón, Camila Sosa Villada reconstruye su historia personal en Las malas a través de un vaivén entre la infancia y la adolescencia en pueblos de la provincia de Córdoba y su juventud en la capital provincial.
Las malas presenta un testimonio que excede a la historia personal para mostrar las situaciones prototípicas que enfrentan las personas travestis y transexuales en Argentina: la exclusión que comienza en el ámbito familiar y se proyecta en cada espacio de socialización; la imposibilidad de encontrar trabajo y la prostitución como forma obligada de supervivencia; el odio y la violencia de que son objeto, en una escala que progresa desde la indiferencia hasta el crimen.

Como expuso también en su notable intervención en las conferencias Tedx, Sosa Villada cuenta que el padre le auguró la muerte y la soledad por su elección sexual: algún día irían a tocarle la puerta para avisarle que la habían encontrado en una zanja. Una maldición que pudo conjurar a partir del encuentro con otras travestis.

Camila Sosa Villada (Foto: Catalina Bartolomé)
Camila Sosa Villada (Foto: Catalina Bartolomé)

En Córdoba, donde se mudó a los 18 años, empezó a llevar una doble vida, como prostituta y a la vez estudiante de Comunicación Social. "Soy una prostituta que anda por las calles de noche cuando las mujeres de mi edad duermen en sus camas. Camino por las calles, incluida en los planes de la violencia pero también en los planes del deseo", escribe en Las malas. Las travestis, descubre entonces, atraviesan una situación ambigua: producen un hechizo en los hombres que las buscan como compañeras sexuales pero también el rechazo social: "Todo el día los insultos, la burla. Todo el tiempo el desamor, la falta de respeto".

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La historia cambia cuando llega al Parque Sarmiento, una zona roja de la capital provincial. La Tía Encarna, travesti que ostenta en su cuerpo las huellas de la violencia policial y de la adecuación física en condiciones precarias –el implante de siliconas con inyecciones de aceite de avión-, es la figura mediadora en ese paso, y también una guía para enfrentar las adversidades.

Camila Sosa Villada escribe en ese sentido sobre lo que sostiene culturalmente a las travestis y transexuales: la comunidad travesti/ trans como un espacio de contención, que repara las ausencias afectivas y conforma una especie de familia sustituta; un sentido especial de la alegría y la solidaridad capaz de sobreponerse al dolor, a la muerte y a las persecuciones; la resistencia ante la discriminación y el interés por la historia de la comunidad y sus referentes, a partir de la conciencia sobre la propia identidad.

Susy Shock, Lohana Berkins y Diana Sacayán
Susy Shock, Lohana Berkins y Diana Sacayán

Entre otros episodios significativos de la adolescencia, Sosa Villada recuerda que se travestía a escondidas en una obra abandonada, cerca de su casa. La identidad era una construcción personal, y un acto clandestino impuesto por el miedo a las represalias del padre: "no hubo policías ni clientes ni crueldades que me hicieran temer del modo en que temía a mi papá", escribe. Si la familia obligaba a mentir, la literatura fue una forma de guardar el secreto, de atesorarlo, hasta que pudo salir a la luz.

 

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