Por Julieta Grosso

En su libro La traición progresista, el periodista Alejo Schapire analiza la aparición de un nuevo pensamiento de izquierda que ha reemplazado la defensa de la clase trabajadora por el apoyo a las minorías y en esta nueva configuración despliega un doble estándar que lleva a criticar "los micromachismos del hombre blanco occidental mientras hace la vista gorda en torno a la opresión que sufren los homosexuales y las mujeres bajo la cultura del Islam".
Radicado desde 1996 en París -donde se ha desempeñado como corresponsal para diarios argentinos- Schapire traza un panorama de los riesgos que acechan a un progresismo que según el autor hasta hace unos años luchaba por la libertad de expresión en Occidente mientras que hoy justifica la censura en nombre de "no ofender".
La traición progresista -editado conjuntamente por Edhasa y Libros del Zorzal- describe también una escena marcada por el avance del populismo nacionalista y de extrema derecha que ha sabido apropiarse con habilidad de una agenda que la izquierda desplazó su interés la defensa de la clase obrera a la reinvidicación de las minorías o lo que el periodista define como identity politics.

– ¿Qué rasgos tiene este nuevo progresismo que analizás en el libro?
– El texto trabaja sobre la batalla ideológica que se da entre dos izquierdas. Por un lado está la izquierda tradicional de origen marxista que tiene como sujeto al obrero en el marco de la lucha de clases y cuyo objetivo era emancipar al trabajador oprimido de la producción capitalista. Este modelo empieza a entrar en crisis con el colapso de la Unión Soviética e incluso un poco antes, cuando se descubre el Gulag, lo que fueron los sistemas policiales y represivos que habían formado parte del experimento comunista.
A partir de eso, una parte de la intelectualidad comienza a tomar distancia de esa tradición. Esto coincide con el surgimiento de las identity politics, es decir, los movimientos cívicos en Estados Unidos que plantean que no solo es una cuestión de clases: que no es lo mismo la problemática del hombre blanco que la del hombre negro, o la de mujer negra respecto del hombre negro y así toda una distinción que da lugar a reinvindicaciones sectoriales que es lo que triunfa hoy en día. Así, el viejo sujeto político que era el obrero pasa a ser la minoría étnica o sexual.
Entonces vemos transformaciones muy significativas: la izquierda que ayer luchaba contra la religión y el oscurantismo de repente se vuelve defensora del Islam radical, que es el mismo que arroja homosexuales desde los edificios y persigue a las minorías sexuales y religiosas. Se da así una confrontación entre dos izquierdas: la vieja heredera del iluminismo, antitotalitaria y racionalista, empieza a ser avasallada por esta otra izquierda que está dispuesta a pactar con los religiosos oscurantistas, las dictaduras del tercer mundo y los crímenes autoritarios en nombre del antiimperialimo.

–En los ejemplos que das para ilustrar esta conversión del progresismo se repite una modalidad: se apela a una dinámica comparativa cuando se quiere "licuar" el impacto de un suceso…
– Es lo que en inglés llamamos "But what about this" ("Qué hay hay de esto") , un fenómeno que se refiere a que cualquier aberración que cometa alguien que se supone el "responsable" es disculpada porque se enmarca en una relación de opresor-oprimido mucho mayor. Cada vez que hay un atentado inmediatamente se intenta patologizar al autor diciendo que es un "loco", y cuando se ve que detrás de él hay una organización se dice enseguida que no tiene que ver con las reinvindicaciones de esa organización. Por ejemplo, aun cuando una persona ataca en nombre del Islam, parte de esta nueva izquierda se empeña en decir que no tiene nada que ver con el Islam.
Esto se ve de manera nítida con las cuestiones de género: la izquierda se concentra en criticar los micromachismos del hombre blanco occidental cuando utilizan una palabra no inclusiva mientras hacen la vista gorda en torno a la opresión que sufren los homosexuales y las mujeres bajo la cultura del Islam.
– Se habla habitualmente del rol de los conglomerados informativos para influir sobre el electorado pero en el libro relatás por el contrario cómo se dio la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos con toda la prensa en contra ¿Por qué la prensa fue tan errática a la hora de diagnosticar el triunfo del magnate?
– Cuando el trabajador pobre de Estados Unidos que perdió su trabajo por la desindustrialización ve cómo la globalización es celebrada por los grandes medios como la panacea mientras su triste realidad de excluidos pasa totalmente desapercibida, se produce una distorsión. Y ahí es cuando llega un demagogo que les habla de esos problemas y le hacen sentir que por fin ha encontrado un portavoz. Ese es uno de los efectos más perversos del progresismo en los medios: al censurar o acallar cualquier disidencia que no cuaje con su forma de ver el mundo, le dejen el camino libre a los fascistas o extremistas que no tienen nada que perder. Trump representa a esa mayoría silenciosa que no ve relejada su realidad en los medios. Los demagogos populistas utilizan un lenguaje extremadamente brutal, simple, pero que tiene la virtud de ir al grano. El progresismo, en cambio, da malas respuestas a las verdaderas preguntas que tiene la clase obrera empobrecida.
Fuente: Télam
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