
Cuando Alessandra Korap nació a mediados de 1980, su poblado indígena en la selva amazónica en Brasil era un refugio de aislamiento. Pero conforme iba creciendo, la ciudad cercana Itaituba, con sus bulliciosas calles y su actividad comercial, se acercaba cada vez más.
Su poblado no era el único que sentía la intrusión de forasteros no indígenas. Dos grandes autopistas federales abrieron camino a decenas de miles de colonos, mineros ilegales de oro y leñadores hasta los grandes territorios indígenas de la región, que cubre una zona de bosques del tamaño aproximado de Bélgica.
Las llegadas planteaban una grave amenaza para el pueblo munduruku de Korap, de 14.000 personas dispersas por la Cuenca del Río Tapajos, en los estados de Para y Mato Grosso. Pronto la minería ilegal, las presas hidroeléctricas, una importante vía ferroviaria y puertos fluviales para la exportación de soja asfixiaron a sus tierras, unos terrenos para los que aún trataban de conseguir reconocimiento legal.
Korap y otras mujeres munduruku asumieron la responsabilidad de defender a su pueblo, trastocando el liderazgo masculino tradicional. Organizaron a sus comunidades para orquestar manifestaciones, presentaron pruebas de crímenes medioambientales a la Fiscalía General Federal y la Policía Federal y se opusieron con firmeza a los incentivos y acuerdos ilícitos ofrecidos a los munduruku por políticos, corporaciones, leñadores y mineros sin escrúpulos que querían acceder a su tierra.
La labor de Korap en defensa de sus tierras ancestrales fue reconocida el lunes con el Premio Medioambiental Goldman. El galardón reconoce a activistas de base en todo el mundo dedicados a proteger el medio ambiente y defender la sostenibilidad.

“Este premio es una oportunidad de llamar la atención sobre la demarcación del territorio Sawre Muybu”, dijo Korap a The Associated Press. “Esa es nuestra máxima prioridad, junto con la expulsión de mineros ilegales”.
Sawre Muybu es una zona de selva virgen a lo largo del Río Tapajos, que se extiende 178.000 hectáreas (440.000 acres). El reconocimiento oficial de la zona, o demarcación, comenzó en 2007 pero quedó congelado durante la presidencia del ultraderechista Jair Bolsonaro, que terminó en enero.
Aun así, los munduruku celebraron una victoria en 2021 cuando la compañía minera británica Anglo American renunció a intentar trabajar en territorios indígenas en Brasil, como Sawre Muybu.
Los estudios han mostrado que los bosques controlados por pueblos indígenas son los mejor conservados de la Amazonía brasileña.
Casi la mitad de la contaminación climática en Brasil procede de la deforestación. La destrucción ya es tan amplia que la Amazonía oriental, cerca de donde viven los Munduruku, ha dejado de ser un sumidero de dióxido de carbono para empezar a producir ese gas, según un estudio publicado en 2021 en la revista Nature.

Korap, sin embargo, sabe que los derechos sobre la tierra no bastan para protegerla.
En el vecino Territorio Indígena Munduruku, mineros ilegales han destruido y contaminado cientos de millas de río para buscar oro, a pesar de que obtuvo reconocimiento oficial en 2004.
Ahora el nuevo gobierno de Brasil ha creado el primer Ministerio de Pueblos Indígenas del país, y hace poco emprendió operaciones para expulsar mineros. Pero Korap sigue siendo escéptica con el presidente Luis Inácio Lula da Silva. Sus acciones le parecen contradictorias, y señala que si bien defiende la protección de los bosques, también cierra acuerdos con otros países para vender más ternera y soja, las principales exportaciones del país y grandes motores de la deforestación.
“Cuando Lula viaja al extranjero, se sienta con gente rica y no con defensores de los bosques. Un Ministerio es inútil si el gobierno negocia nuestras tierras sin reconocer que estamos aquí”, señaló.
(con información de AP)
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