Gabriel Boric, el candidato millennial de la izquierda chilena

El diputado de 35 años es el postulante más joven en la historia del país que compite por la presidencia, junto a otros seis rivales

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El candidato presidencial chileno Gabriel Boric gesticula durante su mitin de cierre de campaña en Casablanca, Valparaíso, Chile, 18 de noviembre de 2021 (REUTERS/Rodrigo Garrido)
El candidato presidencial chileno Gabriel Boric gesticula durante su mitin de cierre de campaña en Casablanca, Valparaíso, Chile, 18 de noviembre de 2021 (REUTERS/Rodrigo Garrido)

Bregado en las luchas estudiantiles y devenido luego en diputado, el izquierdista Gabriel Boric es con solo 35 años el candidato más joven de todos los que aspiran el domingo a la Presidencia de Chile y el que mejor encarna el cambio generacional demandado en las masivas protestas de 2019.

Ecologista, feminista, regionalista y crítico acérrimo del modelo neoliberal instalado durante la dictadura militar (1973-1990) y consolidado luego en la transición, es también el que ofrece posiblemente la agenda más profunda de cambios.

Su objetivo es combatir la endémica desigualdad que sufre Chile y que detonó hace dos años el denominado estallido social y construir un Estado del bienestar similar a las democracias europeas.

“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, dijo Boric el pasado julio, cuando fue proclamado abanderado del bloque izquierdista Apruebo Dignidad, integrado por el Frente Amplio y el Partido Comunista.

CERCANO A PODEMOS Y MUJICA

Boric es uno de los grandes favoritos para pasar al balotaje del 19 de diciembre, en el que se batiría con el ultraderechista José Antonio Kast, según las últimas encuestas.

De llegar al poder, encabezaría el Gobierno más izquierdista desde el socialista Salvador Allende, a quien siempre menciona como referente. También es muy cercano a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, fundadores del partido español Podemos, y al expresidente uruguayo José Mujica.

(Reuters)
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Los mercados le temen, aunque su discurso actual está a años luz de las proclamas radicales que defendía hace una década cuando era estudiante de Derecho y estaba al frente de la poderosa Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), organización que lideró las marchas de 2006 y 2011 a favor de la gratuidad educativa.

Su círculo más cercano procede precisamente de aquellas movilizaciones: su mano derecha es el también diputado Giorgio Jackson, con quien llegó por primera vez al Parlamento en 2014 y fundó el Frente Amplio tres años después.

Desde que fue elegido la carta presidencial de Apruebo Dignidad en una votación en la que ganó contra todo pronóstico a Daniel Jadue, un peso pesado del comunismo, ha moderado considerablemente su discurso y trata de disputarse con la democristiana Yasna Provoste (tercera en los sondeos) los electores de centroizquierda.

Aumento del salario mínimo, subida de impuestos a los más ricos, reforma del sistema de pensiones, reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, instalación de un sistema único de salud y condonación de créditos universitarios son algunas de sus propuestas estrella.

Cuando sus críticos le espetan que un eventual Gobierno suyo traería más inestabilidad porque espantaría la inversión, suele responder con la misma idea: “La inestabilidad es seguir igual, es mantener el status quo”.

AFP
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DISCREPANCIAS CON LOS COMUNISTAS

Nacido en la austral Punta Arenas en 1986, Boric ha sido blanco de ataques por su juventud e inexperiencia fuera de la política y también por su alianza con los comunistas, con los que ha reconocido tener diferencias, sobre todo en lo referente a la situación política en Nicaragua, Venezuela y Cuba.

“En nuestro Gobierno el compromiso con la democracia y los derechos humanos será total, sin respaldos de ningún tipo a dictaduras y autocracias, moleste a quien moleste”, afirmó la semana pasada luego de que una facción del Partido Comunista emitiese una declaración apoyando al presidente nicaragüense, Daniel Ortega, tras los fraudulentos comicios en ese país.

La derecha más tradicional le tilda de “extrema izquierda” y suele echarle en cara recurrentemente el encuentro que mantuvo en 2018 con Ricardo Palma Salamanca, condenado por el asesinato del exsenador conservador Jaime Guzmán, ideólogo de la actual Constitución, heredada de la dictadura.

Pese a ser el líder más cercano al estallido y uno de los mayores defensores del proceso constituyente en el que está inmerso Chile, ha ido perdiendo apoyos entre los manifestantes más radicales.

El acuerdo con la mayor parte de las fuerzas parlamentarias en noviembre de 2019 para convocar un plebiscito sobre la Constitución, en pleno pico violento de la crisis, fue el punto de quiebre con los llamados “primera línea”, los manifestantes que se enfrentaban directamente con la Policía.

Muchos le vieron entonces como un traidor (entre ellos algunos comunistas), mientras que para muchos otros demostró sentido de Estado y haber dejado atrás su radicalidad estudiantil.

En 2018 hizo público que padece un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y durante la pandemia se erigió como uno de los grandes defensores de la salud mental.

Su recta final de campaña ha sido complicada: se contagió de covid-19 y estuvo en cuarentena casi una semana. También se vio un tanto enturbiada por una antigua denuncia en su contra por presunto acoso sexual.

“No hay una acusación (judicial) hoy presentada, pero estoy totalmente disponible a cualquier tipo de investigación (...) No basta que solo yo afirme mi inocencia, se le deben entregar todas las garantías a las víctimas”, dijo en el último debate televisivo.

Por María M.Mur (EFE)

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