La televisión argentina volvió a convertirse en un escenario de emoción genuina y solidaridad profunda este martes, cuando Guido Kaczka tomó la posta de una noche inolvidable en el estudio de Buenas Noches Familia (El Trece). Lejos de la estridencia y el show fácil, la pantalla se abrió para historias de vida reales, combates diarios, arte y resiliencia. El objetivo era claro: conmover mostrando el pulso cotidiano de quienes enfrentan adversidad sin perder la sonrisa y el talento. En esta oportunidad, el protagonismo absoluto fue para Alma, una adolescente de 13 años con una historia que dejó su huella en todos los presentes.
“Hola, soy Alma, hoy les vengo a contar un poco de mi vida. Yo tengo escoliosis severa, de casi 130 grados, y mi meta es comprar la prótesis para poder salir de acá”, relató la joven en un video grabado desde su casa, que fue presentado antes de su ingreso al estudio. La adolescente, de habla pausada pero decidida, compartió las dificultades que le impone la enfermedad en su día a día: “Y no puedo ir a la escuela porque me agito, me falta el aire, y tengo internación domiciliaria, así que la profesora viene acá. Muchas gracias por escuchar”, completó, con una sinceridad devastadora y, al mismo tiempo, llena de esperanza.
El estudio se tiñó de empatía y admiración. Guido, con la sensibilidad que lo caracteriza, presentó a Alma no solo como protagonista de la noche, sino también como ejemplo de esfuerzo y determinación. “Alma está ahí y es parte de este conjunto, ella practica violín en la Sociedad de Fomento, en la esquina de su barrio, en Florencio Varela”, detalló el conductor. Al verla ingresar junto a sus compañeros, el aire se cargó de una emoción tangible. “Ay Alma, Alma, si supieras lo que te quiere la gente. Estoy seguro de que cada uno desde la casa quiere venir y darle un abrazo a cada uno de ustedes”, dijo Guido, notando cómo el público y hasta los televidentes se sumaban a premiar a la joven a través de sus teléfonos y mensajes.

El programa alcanzó uno de sus picos de emotividad cuando Alma se sumó a su grupo de orquesta y, juntos, regalaron una interpretación que tocó fibras íntimas en quienes seguían cada nota desde el otro lado de la pantalla. En ese acto musical se resumía un mensaje: el arte, la solidaridad y la comunidad pueden más que cualquier adversidad médica o material. La música de Alma —y su sonrisa— lograron lo que pocas cosas consiguen hoy en televisión: hacer de la empatía un motor real de cambio.
No es la primera vez que el talento artístico brilla y conmueve en el ciclo. La semana anterior, fue el turno de una joven cuyo testimonio también sacudió al público. “Me llamo Brisa Ferrasa, tengo 16 años, y yo estoy acá porque mi papá falleció hace dos años, por un ataque al corazón, y desde ahí mi hermana tuvo que ponerse la casa al hombro, tuvo que empezar a trabajar y ya tiene tres trabajos”. La historia, marcada por el dolor de la pérdida y la enfermedad de su madre, expuso otra cara del esfuerzo adolescente: la de asumir el rol familiar en momentos límite.
En esa oportunidad, Kaczka intervino nuevamente para darle contención y poner el foco en el esfuerzo compartido. “Y a ella le encanta hacer lo que va a hacer ahora, y el premio es para que la hermana no cargue con todo. Dentro de lo que puede hacer ella, que es más chica, hace lo máximo”. El conductor se tomó unos minutos para reflexionar sobre la realidad de tantos hogares argentinos: “Sabés en la cantidad de casas que pasa esto... Por supuesto que todos decimos que los chicos no se hagan cargo, está buenísimo decirlo, pero en la vida diaria no ocurre. Los pibes dicen: ‘Yo ya soy grande’. Pero nos hacemos cargo cuando somos chicos, y a vos te pueden decir que no te hagas cargo, pero si tenés un carácter de persona que lo hace no hay manera”.
El broche de oro llegó cuando Brisa desplegó su talento sobre el escenario y, con su voz, emocionó a todos. Interpretó dos temas, pero fue especialmente celebrado “Vivir así es morir de amor”, el clásico de Camilo Sesto que Nathy Peluso trajo nuevamente al centro de la escena. “¡Qué bueno! ¡Qué vocecita que tiene la niña!”, exclamó Guido, y el aplauso del público lo confirmó.
Así, en cada emisión, Buenas Noches Familia logró ponerle nombre y rostro a las luchas silenciosas, apostando al talento y al apoyo colectivo como banderas que atraviesan la pantalla. Una vez más, la televisión argentina demostró que también puede ser refugio, inspiración y eco de las historias que merecen ser contadas y escuchadas.
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