
El pasado fin de semana, en Pinamar se realizó la cuarta edición del DWS KITE, el evento más destacado de kitesurf en el país. La cita congregó a un centenar de participantes que brindaron un colorido espectáculo a través de una regata de 12 kilómetros a lo largo del cinturón costero pinamarense hasta la línea de comienzo de los balnearios. Entre ellos, hubo un par de riders que llamaron la atención más allá de su talento para desplazarse sobre el agua. Es que no hacían kitesurf: lo suyo era otro deporte a vela, uno incipiente en el país y que gana cada vez más adeptos: wingfoil.
Se trata de una actividad de origen hawaiano, que derivó del windsurf y que tiene popularidad en las playas de California y Europa. Llegó al país hace poco más de dos años y “hoy en día se practica en todos los espejos de agua aptos para estas disciplinas”, contó a Infobae Ramiro Martínez Peña, capacitador de instructores de la Asociación Argentina de Kite.
Martínez Peña, alías Rama, explicó que el wingfoil comparte conceptos básicos con windsurf y el kitesurf pero son distintos: “La diferencia con el windsurf es que la vela no está apurada a la tabla, entonces la podés mover para todos lados. Inclusive sobre tu cabeza. Con el surf se diferencia en que podés surfear sin olas. Y con el kitesurf en que no ocupás 23 metros de líneas. Ni en el agua ni en tierra”.

“Demanda mayor energía que el kitesurf. Hay que tener un poco más de estado físico porque acá no tenés arnés, vas agarrando la vela con los brazos. Por ahí hay que gente que anda dos horas y hay gente que anda 20 minutos. Depende del cuerpo de cada uno”, acotó uno de los aficionados que practica en las playas de Pinamar. También se llama Ramiro, tiene 40 años y vive en Capital Federal. De vacaciones en el balneario, aprovechó para la reciente competencia de kitserf para probar la tabla, el foil y la vela en el mar, ya que habitualmente lo hace en el río.
“Empecé en el Río de La Plata, en San Isidro, hace dos años. Al principio llevó tiempo dominarlo. Es un deporte que todavía está en desarrollo y ahora está empezando a ser más accesible para aprender”, dice a Infobae.

Martínez Peña apunta que el wingfoil es más seguro si se practica respetando los estándares de seguridad básicos de estos deportes, como “usar chaleco y casco, meterse con vientos que van del agua hacia la costa y no hacerlo sin experiencia previa”.
Desde hace un tiempo, algunas escuelas de windsurf y kitesurf fueron incorporando la enseñanza del wingfoil, al estar las tres muy relacionadas. El aprendizaje se inicia sin el uso del foil. “Así es más fácil, sólo aprendes a ir y venir. Primero practicás en tierra las maniobras básicas de vela y luego las replicás en el agua sobre una tabla de SUP, surf o wingfoil grande con buen volúmenes. El segundo paso es comenzar a navegar intentando ir y venir al mismo lugar. Una vez que lográs velocidad y buena postura de navegación, a la tabla se le agrega el foil”, detalló Martínez Peña, que dirige la escuela Second Wind.

En la sede principal (en El Molino, Acassuso) de dicha escuela se enseña el armado del wingfoil y los sistemas de seguridad, el control y vuelo del wing, el procedimiento de rescate y auto rescate, la posición para navegar y los rumbos, las condiciones y las nociones básicas de navegación. El curso incluye todo el equipamiento e instructores certificados y el asesoramiento para la compra del equipo.
“Un equipo completo nuevo vale $500.000 pesos. Y los usados $350.000, aproximadamente”, señaló el instructor.
La práctica de wingfoil también tiene muchas similitudes con el windfoil, que es furor en los lagos de Córdoba. En ambos casos, las tablas se elevan entre 50 centímetros y un metro por sobre el nivel del agua, alcanzando altas velocidades y generando un espectáculo visual realmente atractivo. La clave para que esto suceda son los aparejos, muy similares a los del windsurf y que simulan al ala de un avión. Las velas de ambos deportes desarrollan velocidad y permiten que el foil, es decir el avión que va debajo del agua, alcance un nivel necesario para elevarse.
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