La temporada de premios es muchas cosas, pero por encima de todo, es una cada vez menos sorprendente época de búsquedas desesperadas y largometrajes hechos con la única finalidad de ganar premios. Los hay excelentes, horribles y muchos, la mayoría, irrelevantes. Cuanto más se nota la especulación, menos simpáticas y tolerables son las producciones. A veces uno quisiera que no existieran los premios, así los cineastas podrían concentrarse solo en la película en sí misma. Maestro es la biografía cinematográfica del compositor, pianista y director de orquesta Leonard Bernstein. El resultado es, una vez más, un largometraje hecho para los premios.
De la misma forma que las películas deberían no especular, nuestra mirada sobre ellas tampoco debería hacerlo. Así que pasemos al largometraje que se estrenó en Netflix y que en 130 minutos narra la vida de Bernstein (Bradley Cooper) a partir de su primera oportunidad de dirigir la Orquesta Filarmónica de Nueva York como reemplazante, cambiando para siempre su vida y la de la música en Estados Unidos. Lo que sigue es un acompañamiento de su carrera profesional y al mismo tiempo de su vida privada, particularmente su matrimonio con la actriz Felicia Montealegre (Carey Mulligan), los hijos que tuvieron juntos y las tensiones provocadas por la bisexualidad de Bernstein no abiertamente declarada al mundo.

El film mezcla el blanco y negro con el color, un recurso bastante conocido para las biografías que aquí resulta elegante y sin mayores sobresaltos, salvo por alguna escena saturada y absurda en el epílogo del largometraje. La música, claro, es de Leonard Bernstein y el título intenta incorporarla dándole imágenes que la expliquen o la justifiquen. Queda claro que la música es mejor, pero al fin y al cabo ambas se suman. Muchos cineastas, como Martin Scorsese, Wes Anderson les han dado a las partituras de Bernstein un acompañamiento visual mucho más notable. Si se los compara con ellos, Bradley Cooper como director hace un trabajo bastante mediocre. A pesar de algunos esfuerzos visuales para mostrar que está detrás de cámara, no solo delante.
Está producida por Steven Spielberg y Martin Scorsese, dos realizadores que en algún momento estuvieron a punto de dirigirla. Spielberg le dio la aprobación al protagonista, Bradley Cooper, que también está entre los productores, para que fuera finalmente el director. Cooper ya había mostrado oficio en su ópera prima como realizador Nace una estrella (2018). No hay forma de saber qué hubiera hecho Steven Spielberg en su lugar, pero a juzgar por cómo se acercó a uno de los trabajos previos de Leonard Bernstein, West Side Story (2021), todo hace sospechar que hubiera sido mejor que lo que hace Cooper. Ni hablar de Martin Scorsese, un director que ha mezclado música y cine como pocos en toda la historia del cine americano. Bradley Cooper, poco a poco, construye una carrera como director, además de actor, productor y guionista.

Nueve nominaciones al Oscar lleva acumuladas Bradley Cooper, cuatro de ellas como actor, cuatro como productor y una como guionista. Todo parece indicar que vendrá al menos una nominación más en la categoría actoral por esta producción, algo tan previsible que de alguna forma delata los mecanismos anteriormente mencionados. ¿Cuántos de los actores nominados y ganadores del Oscar de los últimos veinte años obtuvieron su reconocimiento por interpretar a personas de la vida real en films biográficos? Les ahorro la cuenta: demasiados. Es como si la industria, no solo el Oscar, fuera incapaz de saber si le gusta una actuación que no puede compararse con un rostro que existe en la realidad. Cooper se lanza a la batalla por hacer una buena actuación y a la vez una buena imitación, con resultados desparejos, pero listo para ser premiado. Un debate insólito surgió por el maquillaje, puntualmente por la nariz del protagonista. En un mundo con el resurgimiento del antisemitismo, esta película no merece bajo ningún concepto ser puesta en esa misma bolsa. Lo maquillaron para que se parezca a Leonard Bernstein y lo lograron, fin del debate.
Los mejores momentos de Maestro son aquellos donde el show visual logra reflejar sin estridencias los conflictos de los personajes. Son apenas planos, pero allí el director consigue explicar mejor las angustias del artista y del hombre. Esclavizado por las necesidades de la producción industrial, Bradley Cooper cede demasiadas veces a la tentación del camino fácil y abandona el costado más sutil e inteligente. No lo hace por error ni por maldad, seguro cree en lo que elige, aunque le termine jugando en contra en lo artístico y a favor en el recibimiento.

Todas las épocas tuvieron biopics que encajaban con la ideología del momento y esta también lo hace. En otro año podría arrasar con los Oscar, pero tiene enfrente a otra biografía, Oppenheimer, cuya potencia y presencia cinematográfica es mucho mayor. La carrera recién empieza.
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