
Para el espectador algo distraído cruzarse con la potencia de un largometraje como Petróleo sangriento (There Will Be Blood) es una experiencia inusual e impactante. En la era del streaming, la elección de un título por delante de otro ya no depende de la coyuntura del estreno original, sino de la azarosa manera en la cual comparten espacio títulos de diferentes épocas. Quien quiere ver cine de verdad, ya mismo debe incluir esta película en su lista, le termine gustando o no lo que ve.
La historia transcurre en el auge del descubrimiento del petróleo en la frontera de California a principios del siglo XX. Cuenta el crecimiento de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), un minero pobre que cría a H. W. (Dillon Freasier), el hijo de un compañero que ha muerto en un accidente. Cuando los vientos le soplan a favor y descubre un cantidad enorme de petróleo bajo la tierra de un pequeño pueblo, Daniel se termina transformando en un magnate petrolero que ha hecho todo el recorrido desde abajo hasta la cima. Pero con el ascenso llegan los problemas y los conflictos, y las idas y vueltas con el pastor Eli Sunday (Paul Dano), cuyo poder genera una tensión con Plainview a lo largo del tiempo.

La película está basada en la novela ¡Petróleo! (Oil!, 1927), escrita por el escritor norteamericano Upton Sinclair (1878-1968). Sinclair, notable novelista recuperado gracias a la fama del film de Paul Thomas Anderson, se caracterizó a lo largo de toda su carrera por su retrato comprometido y crítico sobre el capitalismo y sus manejos. Pero más allá de su vínculo con el libro, Anderson es un director muy personal que prefiere hacer una versión libre tomando, sí, algunos de los elementos que disparan la trama en el libro original.
Lo primero que demuestra Petróleo sangriento es la confianza en la imagen. Con un afán narrativo deslumbrante, tiene un poderoso e inolvidable comienzo sin diálogos que cuenta como Daniel Plainview se convierte en un magnate petrolero a fuerza de trabajo. Es una clásica secuencia de montaje, pero en un tiempo narrativo no acelerado, con el timing exacto para mostrarnos el sacrificio del protagonista y su tenacidad, así como su soledad absoluta y definitiva. No es un largometraje difícil de entender, pero requiere de un espectador atento a los detalles, ya que no posee más que imágenes para asegurarnos ciertas cosas. Definitivamente, habla en el lenguaje del cine.

Aunque en la superficie pareciera ser una gran producción, lo cierto es que es cine independiente hecho con talento y rigor. También queda claro que el cineasta intenta crear un personaje completo y su contrapartida, nada más. No le importa el entorno social ni la historia de Estados Unidos ni hacer una denuncia acerca del capitalismo, como muchos han querido ver. En ese aspecto está claro que él es muy distinto al escrito Sinclair. No es un romántico con ideales como lo era el autor original. Sinclair quería cambiar el mundo, Anderson no. Para el director, lo único que importa es el oscuro corazón de un ser humano y su némesis. Una historia bíblica llena de referencias en ese sentido, dos partes de un todo destinado al desastre.
Paul Thomas Anderson no es un director muy optimista, y aunque lo fuera, aquí ya ha quedado expuesto desde el comienzo que Daniel está sólo y que siempre lo estará. Su soledad está relacionada con su codicia. Es que el realizador ve al mundo de esa manera. Si bien hay un personaje positivo, como el del hijo, aquí, como ocurre en los films del director -en particular Magnolia– la película le depara algún golpe duro. Pero no cae, sino al contrario. Se podría decir que en él queda depositada la luz de la trama.

Sin embargo, como vemos en los planos oscuros del comienzo, no se trata de una historia luminosa. Es muy intensa y esa fuerza puede abrumar a muchos espectadores, pero a cambio le ofrece una experiencia inolvidable. La actuación de Daniel Day-Lewis, por supuesto, es uno de los pilares del relato. El actor terminó ganando el segundo de los tres premios Oscar que hoy tiene en su haber. Su rol es tan fuerte e impactante que es posible que con los años se olviden muchos aspectos de la película, pero no su poderosa y monumental actuación. Otro motivo extra para ver Petróleo sangriento, dirigida por Paul Thomas Anderson, en el catálogo de Netflix.
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