El mundo se reunió en la COP30 en Belém, Brasil, para debatir metas climáticas mientras la Argentina enfrenta un momento clave para transformar el uso responsable de la energía en una política económica tangible. La COP30, como foro internacional, no solo marca compromisos ambientales, sino que también refleja cómo la gestión de recursos puede convertirse en motor de desarrollo y competitividad para los países que deciden actuar con decisión.
No se trata de discursos verdes, sino de sentido común: la energía que no se utiliza no se importa, no se subsidia y no contamina. En un país con restricciones de inversión y de divisas, usar mejor la energía puede ser una de las políticas más inteligentes y rentables. La Agencia Internacional de la Energía advierte que duplicar la mejora en eficiencia hacia 2030 es clave para cumplir los objetivos globales, pero también constituye una herramienta económica poderosa: reduce costos, genera empleo y mejora la competitividad.
Cada kilovatio ahorrado representa menos importaciones, más productividad y una economía más estable. En un contexto donde los edificios concentran cerca del 37% de las emisiones globales y la demanda de climatización crece año a año, el desafío no es resignar confort, sino lograrlo de manera más inteligente.
Tecnologías como los sistemas inverter permiten reducir hasta un 50% el consumo respecto de equipos convencionales, mientras que las bombas de calor consumen entre tres y cinco veces menos energía que los sistemas a gas, reduciendo emisiones de CO₂ hasta en un 80%, según la fuente de generación eléctrica.
En un país con restricciones de inversión y de divisas, usar mejor la energía puede ser una de las políticas más inteligentes y rentables
Los sistemas de climatización ya explican el 10% del consumo eléctrico mundial y su demanda podría triplicarse hacia 2050. En ese escenario, la eficiencia energética deja de ser una meta ambiental para convertirse en una política económica de supervivencia. Combinar aire acondicionado eficiente con ventilación de recuperación de energía puede reducir el consumo eléctrico hasta un 40%, sin perder confort ni productividad.
Para que esta agenda avance, se necesita un marco normativo simple y previsible: estándares mínimos de eficiencia, etiquetado claro y programas de recambio masivo que incentiven la renovación tecnológica. En la industria, los contratos de desempeño —donde la inversión se paga con los ahorros generados— son una vía comprobada para modernizar equipos sin riesgos financieros.
Tarifas que premien el ahorro en picos de demanda y códigos de edificación que aseguren aislamiento y ventilación adecuados son herramientas de gestión que alivian la red eléctrica y reducen costos estructurales.
En hogares y comercios, reemplazar equipos antiguos y aplicar buenas prácticas disminuye consumos, suaviza picos estivales y mejora el confort. En la cadena de frío, la modernización tecnológica y el control inteligente reducen consumo y huella climática, con beneficios directos sobre alimentos y salud pública.
Pero nada de esto será sostenible sin capacidades técnicas y trazabilidad. Profesionalizar la instalación, medir con rigor y verificar resultados son pasos clave para construir confianza, atraer inversión y escalar soluciones reales.
Eventos como la COP30 no deberían tener un carácter meramente simbólico. Apostar por la gestión responsable de la energía es apostar por un modelo productivo más competitivo, justo y moderno. Y para lograrlo, es indispensable que gobiernos, sector privado y sociedad trabajen de manera coordinada y decidida. Solo con esta unión global podremos traducir los compromisos de Belém en resultados concretos, creando un futuro energético más sostenible y económicamente sólido para la Argentina y el mundo.
El autor es General Manager en Daikin Argentina
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