
Desde la derrota en las elecciones legislativas el relato K se ha convertido en una colección de mendaces aforismos: “Perdimos ganando”, fue el arranque hitero de la negación del fracaso en las urnas. Pero el Presidente agregó su propia interpretación triunfal de perder en plena Plaza de Mayo. Ahora resulta que “El triunfo no es vencer sino nunca darse por vencido”.
Loable optimismo, nutricio caldo de autoayuda. Tiemblan los Bucay de la vida. El punto, claramente, no es cómo se autoperciba un resultado. Sin dudas, ganar no es perder. Y el Presidente lo sabe. Y todos los peronistas que se precien de tal lo saben. Ellos y no otros acuñaron el moto de “traidor es el que pierde”. Entonces, decir que no perdieron es ante todo evitar que te tilden de traidor o peor, evitar que te jubilen. Cada vez que en el Gobierno dicen que no perdieron Cristina se debe acordar de su 54%. Ella supo lo que es ganar y no era esto. Por algo está callada. Y con eso también tiene que ver este acto que en medio de su inquietante silencio muestra apoyo del peronismo de los gremios a un presidente que increíblemente se deja ver en campaña a tres días de una derrota y tiene el tupe de hablar de las PASO de 2023 ante una sociedad que reclama exhausta soluciones para 2021.
Lo primero que surge de la extraña postal de festejo, es una pregunta: ¿qué festejan? No sólo por la derrota electoral sino por la acuciante realidad del país. Es una imagen ofensiva la del poco pudor.

Lo segundo pregunta es por qué el Presidente plantea ahora la necesidad de una PASO en 2023. ¿Está desafiando a Cristina Kirchner que fue su única electora? El mismo no pasó por unas Primarias en 2019. Lo puso el dedo de Cristina. ¿Está desafiando entonces con un quiebre de la verticalidad? Si es un coqueteo con los sectores del PJ que se lo piden no deja de ser una innovación de tonos rebeldes que desautoriza el poder de la jefa que lo encumbró. Y si es así, ¿cómo está la relación con Cristina y qué opina ella del acuerdo con el FMI? El silencio de la vicepresidenta hace mucho ruido.
Algo que sigue abriendo interrogantes es el abordaje pendenciero a la oposición por parte de un presidente que supuestamente llamó al diálogo. Y que ante todo necesitará de los opositores para gobernar el resto de su mandato. De señales también vive el hombre pero sobre todo la política y las señales del Presidente no lo muestran a la altura de la gravedad de la hora. Cualquier rival con respeto al fair play saluda aunque sea cabizbajo a su oponente vencedor. Algunos dicen que no hay cosa más peligrosa que un débil con poder.
Curiosa tarde la del día del militante. Si uno de tantos turistas que han regresado al país con el fin de las restricciones pasó por Plaza de Mayo, habrá jurado ver a un presidente en campaña y con todas las de ganar. Quizás la liturgia exacerbada tenga también un oculto sentido de persuasión para convencer a los propios de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que el propio Gobierno se encargó de rechazar pero cuyo caliz amargo ya no puede esquivar.
La letra del plan plurianual que el presidente prometió enviar al congreso y el abrigo politico que reciba de sus aliados, Sergio Massa, pero sobre todo Cristina, marcarán el verdadero termómetro de responsabilidad de una administración que hasta el domingo quemó platita en la cubierta del Titanic.
* Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” (Radio Mitre)
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