
Fue así, como casi todo el mundo vio- en cadena, mucha televisión, puertas adentro, frio- el Presidente habló para expresar dolor por la marcha fúnebre hacia los 100.000 muertos por la pandemia. Lo dijo. Y ha de sentir ese peso y esa piedra de Sísifo cada día que el virus lo obliga a levantarla.
Al tratarse de un homenaje o duelo o algo con una escenografía tan cuidada y medida, el doctor Fernández lo rindió como el sacrificio exigido por un enemigo ,como se dijo tantas y tantas veces, que me sorprendió: invisible. Todo fue breve, el Presidente de la República pronunció un mensaje en el que menudearon los argentinos y argentinas. Marca registrada de Cristina que ya es de rigor en caso de cualquier funcionario y aún de lo la oposición, que lo ha aceptado sin más, tal vez para no verse como “de derechas”. La última moda es hablar a la española con blanda cursilería como consecuencia- puede ser- de ver tanto La casa de Papel ( mi favorita es “Tokio”, Úrsula Corberó”, tan mona y buena actriz.)

En el Centro Cultural Kirchner y con mucho cuidado cada paso, Alberto Fernández se contuvo y leyó desde el atril. Se levantó, caminó con cabeza alta y rostro transido y salió de la sala cuando empezaba a sonar Adiós Nonino . Los concurrentes principales, tal como en el retrato de Velázquez y el poema de Machado- “Siempre de negro hasta los pies vestido”- hicieron su coreo inmóvil hasta el momento de las rosas. Estuvieron gobernadores, muy importante, intendentes, también, y el grupo de actores. La vicepresidenta no estuvo. Con franqueza- es obligatorio-y al no mirarlo desde derechas o de izquierdas- ¿está bien así -, la impresión fue extraña. Sentado en un sillón sin conmilitones compartidos por un manual ideológico, solo, confieso que fue triste y asusta : la botella del náufrago no llegó hasta la orilla. No emocionó. Algo faltó en alguna parte. No es disparatado suponer que fue la ausencia admitida ,abierta ,de que la gestión marcha con los contagios y las muertes. Un poquito. Apenas, segundos para decir que se lucha y empeña contra el agente de nuevo invisible pero que la lucha es desigual . No solo desigual sino también con pocas vacunas: el ocho por ciento ha recibido las dos dosis.
Un toquecito hubiera contribuido mucho. Muchísimo. Pero no estuvo. Nadie es perfecto.
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