Siguiendo algunas de las líneas de pensamiento del profesor estadounidense Joseph Nye en su ya emblemático paper “Benefits of soft power” uno bien podría plantearse la baja efectividad de los mecanismos de poder blando utilizados por la clase política en una sociedad altamente conflictiva como la argentina.
La agudización permanente del conflicto, la grieta, la agresión, la amenaza como recursos políticos habituales vuelven naive (y hasta antiguo para algunos) cualquier planteo de poder blando entendido como aquel poder de atraer, persuadir consensuar y dialogar para conseguir resultados.
Según Nye, el ejercicio clásico del poder duro que es la capacidad de influir en el comportamiento de los demás para obtener determinados resultados que uno desea implica desde coacción con amenazas hasta inducción con pagos.
Sin embargo, el poder blando puede aliviar esa carga agresiva generando un liderazgo más positivo y menos agresivo. El poder blando se basa en la capacidad de moldear inteligentemente las preferencias de los demás, dice Nye.
En general todo el mundo esté más familiarizado con el poder duro, la coyuntura local nos pone en situación de todo o nada. Blanco o negro. Te amenazo, te agredo, te persigo y te castigo. Poder duro.
La comunicación, en cambio, ha sido usada por nuestro Poder Judicial durante una década como un poder blando, un generador de transparencia aliviadora de tensiones. Los resultados han sido altamente exitosos. Hemos desarrollado plataformas de comunicación que han llevado la transparencia a su nivel más elevado. Hemos convertido un poder históricamente distante y hermético en un espacio lo suficientemente amigable y atractivo que no necesitara de golpes bajos, bravuconadas o agresiones para decir lo que pensaba y hacerlo con eficiencia y efectividad propias de un poder de estado. Poder blando.
Salvando las críticas sobre la sociedad de la transparencia que plantea el filósofo coreano Byung Chul Han, y evadiendo discurrir sobre las verdades (o no) de la “transparencia como el infierno de lo igual”, sin dudas, la comunicación como generadora positiva de transparencia es un valor político. Es inherente a su esencia, constitutivo de poder blando. La comunicación como generadora de transparencia, sofoca las crisis, no las alimenta. Presenta, explica, profundiza y calma. Un claro ejemplo de poder blando de extrema utilidad en momentos de tanta irritación sobreactuada en el Poder Judicial.
* La autora es periodista y abogada
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