México registra sismos con frecuencia debido a su ubicación sobre una de las zonas tectónicas más activas del mundo. El país se asienta principalmente sobre la placa Norteamericana, mientras que en la costa del Pacífico interactúan la placa de Cocos y la placa de Rivera, que se deslizan por debajo de ella en un proceso conocido como subducción. Esta fricción provoca la acumulación de energía que, al liberarse, genera movimientos telúricos.
Además, México forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, una región que concentra la mayor actividad sísmica y volcánica del planeta. A esto se suman fallas geológicas internas en distintas regiones del país, lo que explica que los temblores puedan percibirse incluso lejos de la costa y con diferentes magnitudes y profundidades.




