
En la era digital, las redes sociales han transformado la manera en que nos relacionamos, compartimos y nos comunicamos.
Pero detrás de pantallas y perfiles, también se esconde un nuevo rostro del crimen: uno que ataca en silencio y se dirige a los más vulnerables.
Cada vez más casos de explotación infantil comienzan con algo tan cotidiano como un mensaje directo o una solicitud de amistad.
Lo que aparenta ser una conversación inocente puede escalar rápidamente hacia situaciones de riesgo, sin que padres, tutores o incluso las propias víctimas se den cuenta.
El alarmante crecimiento de la trata infantil

Los delitos de trata de personas vinculados a material de abuso sexual infantil se dispararon un 86 % durante el primer semestre de 2025, de acuerdo con el Quinto Reporte Anual contra la Trata de Personas presentado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.
Según el informe, el 62 % de los casos de trata documentados están relacionados con la producción, distribución o consumo de material de abuso sexual de niñas, niños y adolescentes, de acuerdo con la agencia de noticias EFE.
Las cifras también muestran un fuerte componente digital: el 81 % de las captaciones se efectuaron a través de redes sociales y plataformas como Facebook (22 %), Instagram (18 %) y WhatsApp (15 %), donde los agresores se hacen pasar por “amigos virtuales”.
Entre enero de 2024 y junio de 2025, la Línea y Chat Nacional contra la Trata recibió 5.170 reportes relacionados con este delito, y el 59 % de las víctimas identificadas eran mujeres. La mayoría de las víctimas tenía entre 12 y 17 años de edad.
El informe nacional también señala que el 78 % de las captaciones ocurren de forma presencial, mientras que las víctimas migrantes enfrentan altos niveles de vulnerabilidad, siendo utilizadas incluso como “mulas” para transportar narcóticos (25 %), en labores domésticas (21.9 %) o explotación sexual (17.1 %).
María Elena Esparza, consejera en Género del Consejo Ciudadano, enfatizó que la trata es un delito con “énfasis de género”, pues afecta de manera desproporcionada a niñas y mujeres, y requiere un análisis desde una perspectiva feminista para comprender su complejidad y atender sus causas estructurales.
La corrupción de menores

La corrupción de menores es un delito que se configura cuando una persona adulta, o incluso otro menor con conducta dañina, influye de forma negativa en el desarrollo físico, emocional o moral de un niño, niña o adolescente, es decir, de cualquier persona menor de 18 años, según el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Este delito se basa en inducir o incitar al menor a comportamientos que comprometen su integridad y lo exponen a riesgos como la explotación sexual, el consumo de drogas o alcohol, la mendicidad, la prostitución, la participación en actividades delictivas o cualquier conducta que altere su desarrollo psicosocial y lo aleje de una vida sana y segura.
El Código Penal mexicano tipifica la corrupción de menores como toda acción que altere su conducta normal, interfiera con su adecuado crecimiento y lo empuje hacia prácticas que pueden ser perjudiciales para sí mismo o para la sociedad.
Medidas legales y preventivas
Existen diversas disposiciones legales que buscan prevenir este delito. Por ejemplo, la Constitución Mexicana, en su artículo 123, prohíbe emplear a menores de 16 años en trabajos peligrosos, insalubres o nocturnos, y restringe el trabajo infantil en general. Además, el artículo 202 del Código Penal establece sanciones para quienes empleen a menores en cantinas, bares o centros de vicio.
Pero más allá de las normas, la prevención de la corrupción de menores también depende de otros factores fundamentales:
- La familia: El rol de los padres o tutores es crucial. La falta de supervisión, el abandono o la orfandad pueden dejar a los menores vulnerables a ambientes y personas que los perjudiquen. Es vital fomentar la educación y responsabilidad parental, así como fortalecer los vínculos familiares.
- El entorno: El ambiente social y cultural donde crece un menor también influye poderosamente en su conducta. Las malas compañías, la exposición a la violencia, la marginación o el acceso libre a contenidos nocivos son factores de riesgo.
- El ejemplo: Los menores tienden a imitar lo que ven. Por eso, tanto en casa como en los medios de comunicación, es fundamental promover valores como el respeto, la integridad y la cultura del esfuerzo.
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