
Una de las especies más enigmáticas de Norteamérica, el sapo bufo (Incilius alvarius), también conocido como el sapo del desierto sonorense, ha pasado a convertirse en un cotizado objetivo de cazadores furtivos debido a la 5-MeO-DMT, un psicodélico natural entre cuatro y seis veces más fuerte que el DMT tradicional, conocido por su uso en la ayahuasca.
Como detalla National Geographic, esta sustancia se encuentra en un veneno blanco lechoso que el sapo excreta desde sus glándulas parótidas, ubicadas detrás de los ojos, como mecanismo de defensa. Cuando se inhala, sus efectos, que pueden durar de 15 a 60 minutos, provocan estados alterados de conciencia, pero también pueden causar convulsiones o vómitos.
Pese a los riesgos que existen, el consumo ha captado la atención de supuestos chamanes urbanos, celebridades y turistas espirituales, convirtiendo al sapo en un objeto de deseo y, por ende, de explotación.
Del ritual ancestral a la moda psicodélica global

Aunque el uso ceremonial de las secreciones del bufo tiene raíces en comunidades indígenas del norte de México y el suroeste de Estados Unidos, su consumo explotó globalmente después de 2017, cuando documentales, retiros de lujo en Tulum y figuras públicas comenzaron a promoverlo como un tratamiento alternativo para trastornos como la depresión, la ansiedad o el trauma, sin embargo, esta popularización derivó en la mercantilización del animal.
Según National Geographic, el acceso a estos “viajes espirituales” puede costar entre 200 y 500 dólares por persona, pero lo más preocupante es que muchos “facilitadores” extraen el veneno de sapos silvestres, contribuyendo al deterioro de su población. Especialistas advierten que esta presión, sumada a amenazas como el cambio climático, la urbanización y la contaminación, podría llevar al sapo a desaparecer en menos de dos generaciones.
Aunque aún no está catalogado en peligro de extinción, posicionándose como de “preocupación menor” en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, según el New York Times, su rol ecológico, que consiste en controlar poblaciones de insectos y servir de alimento a aves y reptiles, es fundamental, por lo que su desaparición podría tener efectos radicales en su ecosistema.
Ante esta preocupación, entre 2020 y 2024, se realizó una evaluación de conservación que consintió en llevar a cabo visitas nocturnas anuales a nueve lugares del estado de Sonora y uno de Chihuahua. Según lo reportado en el periódico estadounidense, en total, se encontraron alrededor de 400 sapos adultos y dos mil juveniles, es decir, al menos tres poblaciones importantes parecían haber desaparecido, y varias otras se encontraban en grave declive.
Alternativas sintéticas a la tortuosa técnica

El proceso de extracción del veneno es conocido como “ordeño”, y consiste en sujetar al sapo y apretar sus glándulas parótidas para que segregue la sustancia. Aunque no siempre resulta letal, este procedimiento genera un alto nivel de estrés, desorientación y agotamiento en los animales, además, muchos no logran regresar a su hábitat natural, lo que los deja expuestos a depredadores o a la muerte por inanición o deshidratación.
Incluso, actualmente, muchos traficantes mexicanos los acumulan en cubetas y bolsas para venderlos a extranjeros. “Los animales sufren lesiones y estrés ‘atroces’ por estar en cautiverio y ser ordeñados repetidamente para obtener sus secreciones”, dijo Anny Ortiz, directora de terapéutica clínica del Instituto Usona, citada en el New York Times.
En casos más extremos, de acuerdo con National Geographic, se ha reportado que algunas personas intentan lamer directamente al sapo, buscando un efecto inmediato, una práctica peligrosa tanto para el animal como para el ser humano.
Frente a este escenario, científicos e investigadores han desarrollado alternativas sostenibles, pues el 5-MeO-DMT puede sintetizarse en laboratorio sin recurrir a animales silvestres.
De acuerdo con el Dr. Andrew Weil, del Centro de Medicina Integrativa de la Universidad de Arizona, la versión sintética es casi idéntica a la natural, y puede ser utilizada de forma segura en entornos clínicos controlados para tratar algunos trastornos psiquiátricos.
Por otro lado, Ortiz asegura que la molécula también puede extraerse de algunas plantas, no obstante, los consumidores insisten en que las secreciones derivadas de los anfibios son preferibles porque son naturales.

Un mito que trasciende generaciones
El mito del sapo alucinógeno ha traspasado también las fronteras de la medicina alternativa y ha permeado la cultura popular. De acuerdo con El Ángeles Timers, por ejemplo, en la novela de ciencia ficción Lucky Starr y los océanos de Venus (1954), Isaac Asimov imagina ranas con habilidades telepáticas, las cuáles hacen referencia a la especie en cuestión.
Más recientemente, en la serie animada Futurama, el personaje “Hipnotoad” se convirtió en un símbolo satírico del poder hipnótico de los anfibios.
Aunque lamer sapos es en gran medida un cliché cultural, la crisis ecológica derivada de la explotación real del Incilius alvarius es una problemática real, por ello, mientras la demanda por experiencias transformadoras siga creciendo sin regulación, el sapo del desierto sonorense continuará siendo considerada una potencial especie en riesgo, atrapada entre el misticismo moderno y una crisis ambiental.
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