
A lo largo de la historia, el arte funcionó como un reflejo de las pasiones humanas, y pocas generaron tanto debate como el adulterio. Desde los solemnes lienzos renacentistas hasta las caricaturas satíricas decimonónicas, la infidelidad se presentó como pecado, tragedia, escándalo y, en ocasiones, objeto de burla pública.
Según informó Smithsonian Magazine, estas representaciones no solo evidenciaron las normas morales y legales de su época, sino que también contribuyeron a cuestionarlas y a moldear la percepción social sobre la moralidad, el género y el poder.
Del castigo religioso a la crítica social
El adulterio, rodeado de secreto y transgresión, aparece de forma recurrente en la historia del arte occidental. Desde el siglo XVI, artistas como Rembrandt, Lucas Cranach el Viejo, Peter Paul Rubens y Tintoretto utilizaron episodios bíblicos como vehículo para abordar la infidelidad, en una época caracterizada por una condena social y religiosa especialmente rigurosa hacia las mujeres.
Estas obras narraban historias de traición, pero también proponían a los espectadores reflexiones sobre el amor, el deseo y las consecuencias de romper los compromisos matrimoniales.
Smithsonian Magazine detalló que, en Europa, las representaciones artísticas relacionadas con el adulterio abordaron cuestiones como la culpabilidad, el castigo y el efecto de la infidelidad en el ámbito familiar. Los artistas utilizaban su obra para analizar el lugar que ocupaban el amor y el deseo sexual en el matrimonio y para exponer la severidad de los juicios morales y legales de la época.

Obras emblemáticas: entre compasión y condena
Algunas pinturas icónicas proponen visiones opuestas respecto de la figura femenina y la moralidad. “The Woman Taken in Adultery” (La mujer sorprendida en adulterio), realizada por Rembrandt en 1644, representa el momento en que Jesús es puesto a prueba por los fariseos mediante la presentación de una mujer acusada de adulterio, un delito que, según la ley mosaica, se castigaba con la muerte por lapidación. La respuesta de Jesús, citada en la pintura y recogida por el medio, expone una crítica a la hipocresía moral: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.
En esta obra, la figura de Jesús resulta prominente, pero la mujer ocupa el centro de la escena, vestida de blanco y bañada en luz, en notable contraste con quienes la rodean. La composición sugiere una postura compasiva hacia la acusada en un contexto de condena generalizada.
Otras obras, en cambio, presentaron a la mujer adúltera bajo una óptica distinta. En la Europa moderna temprana (1450-1800), era habitual considerar a la mujer como más propensa a la tentación y la manipulación, una visión influida por figuras bíblicas como Eva.
Lucas Cranach el Viejo expresó esta idea en “The Fable of the Mouth of Truth” (La fábula de la boca de la verdad), de 1534, en la que una mujer casada, rodeada de hombres que la observan, intenta engañar para eludir el castigo gracias a la ayuda de su amante, disfrazado de bufón. Smithsonian Magazine explicó que esta obra refleja la creencia, vigente en el periodo, de que las mujeres eran consideradas el sexo más lujurioso, débiles ante la tentación y más propensas al engaño que los hombres.

Cambios legales y debate social: el divorcio en Gran Bretaña
Durante siglos, los tribunales eclesiásticos británicos controlaron los litigios matrimoniales y de adulterio. El divorcio pleno, con derecho a nuevo matrimonio, solo se permitía mediante un acto del Parlamento, un recurso exclusivo para hombres adinerados. Esta realidad empezó a transformarse con la Matrimonial Causes Act de 1857, que trasladó los casos de divorcio a la jurisdicción civil y permitió el acceso a más sectores de la sociedad.
El arte adquirió una función central en el debate público sobre estos cambios. Series como “Past and Present” (Pasado y presente), de Augustus Leopold Egg en 1858, retrataron el daño inherente a la infidelidad y el divorcio en el seno familiar.
De acuerdo con Smithsonian Magazine, Egg evidenció la situación de la mujer, quien tras el divorcio solía ser marginada y excluida, y enfrentaba un castigo social mucho más severo en comparación con el hombre.

Sátira, escándalo y exposición pública
En la Gran Bretaña del siglo XIX, la sátira se consolidó como herramienta de crítica de las leyes y costumbres respecto al adulterio. Caricaturistas como James Gillray y Thomas Rowlandson ridiculizaron el llamado “criminal conversation” o “crim. con.”, delito civil por el cual un marido podía demandar al amante de su esposa por sustraerle afecto y apoyo doméstico. Si el esposo triunfaba en la demanda, recibía una compensación, que a veces superaba las 10.000 libras esterlinas.
El medio precisó que estos juicios, en la Court of King’s Bench, eran públicos y recibían amplia cobertura en prensa, convirtiéndose en espectáculos mediáticos. Los detalles privados de los escándalos llegaban a periódicos y panfletos, alimentaban el morbo y hacían crecer la crítica social.
Uno de los casos más célebres fue el de Sir Richard Worsley contra George Bisset en 1782: Worsley habría ayudado al amante de su esposa a espiarla mientras se bañaba, subiéndose sobre sus hombros para verla desnuda. La historia, reproducida y satirizada por grabadores, contribuyó a la imagen de Worsley como voyeur y reforzó la percepción de que ciertos esposos de la élite eran cómplices de las infidelidades de sus mujeres.
El veredicto otorgó a Worsley una indemnización simbólica de un chelín, lo cual evidenció el desprestigio de este tipo de procesos y la crítica a la hipocresía aristocrática. Según el medio, los moralistas lamentaban que un hombre obtuviera dinero por los “servicios sexuales” de su esposa, y las caricaturas, además de entretener, denunciaron la corrupción de la élite y promovieron demandas de reforma política.
La sátira también alcanzó a figuras públicas como el futuro rey Jorge IV, la actriz Mary Robinson, el almirante Horatio Nelson o el político Charles James Fox, cuyas relaciones extramatrimoniales fueron objeto de grabados y comentarios mordaces que pusieron en cuestión la legitimidad moral de la clase dirigente. Estas representaciones no solo buscaban divertir; también ayudaron a movilizar la opinión pública a favor de cambios sociales.

Adulterio, arte y cultura: una fascinación persistente
El análisis histórico del adulterio en el arte muestra la estrecha interacción entre lo privado y lo público. Aunque las relaciones extramatrimoniales consensuadas ya no son objeto de la vigilancia legal de antaño, continúan generando debates sobre moralidad, matrimonio y la legitimidad de juzgar la vida privada de otros.
Smithsonian Magazine concluyó que la fascinación por el adulterio permanece vigente tanto en la cultura como en el arte contemporáneo. La exposición de la intimidad sigue alimentando la reflexión moral y el entretenimiento, mientras que las obras artísticas invitan continuamente a la sociedad a mirar, juzgar y preguntarse acerca de los límites de la pasión y la moral.
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