Las 10 estaciones de tren más bonitas del mundo, según ‘The Telegraph’: de la ‘catedral del ferrocarril’ a joyas de la arquitectura

Estas construcciones sorprende al viajero con sus impresionantes diseños y curiosidades únicas

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Estación Central de Amberes, Bélgica
Estación Central de Amberes, Bélgica (Adobe Stock).

Viajar en tren siempre ha sido mucho más que un simple desplazamiento entre ciudades. Es dejarse llevar por el ritmo del paisaje, apreciar una cena frente a los ventanales y entregarse a una experiencia que combina romanticismo y practicidad. Pero más allá de los propios ferrocarriles, las estaciones guardan un encanto único que sorprende a todos los viajeros. De hecho, algunas de ellas son auténticas joyas arquitectónicas, considerándose monumentos en sí mismas.

Tanto es así, que conscientes de que las estaciones de tren son mucho más que simples puntos de partida, The Telegraph ha realizado un ranking de las 10 más impresionantes del planeta. Muchas son emblemas históricos y tesoros monumentales que han sido testigos de miles de relatos, mientras que otras asombran al viajero moderno con su audacia y diseño vanguardista. Todas ellas, por encima de cualquier billete, merecen ser vividas como destinos en sí mismas, capaces de emocionar y fascinar tanto al que parte como al que simplemente sueña con el próximo viaje.

St. Pancras International (Londres)

En pleno corazón de Londres, la estación internacional de St. Pancras impone con su imponente fachada de ladrillo rojo y un exuberante estilo gótico victoriano. Inaugurada en 1868 y revitalizada para el siglo XXI, hoy oficia como terminal del Eurotúnel y acoge uno de los hoteles más lujosos de la ciudad: el St. Pancras Renaissance. Caminar por sus andenes, bajo la gran bóveda metálica, es hacerlo por la historia ferroviaria británica. El punto irresistible es la estatua de “El Beso”, justo bajo el emblemático reloj de la estación, inspirando encuentros y despedidas que parecen sacadas de novela. Desde aquí, el viajero moderno parte en Eurostar hacia París o Bruselas, cruzando bajo el Canal de la Mancha.

Paddington (Londres)

Estación de Paddington, Londres (Adobe
Estación de Paddington, Londres (Adobe Stock).

A escasa distancia, la estación de Paddington también deslumbra por su herencia. Firmada por el ingeniero Isambard Kingdom Brunel, esta estación de 1838 mantiene intactos sus arcos metálicos y la luz natural que inunda los andenes. Es imposible pasear por Paddington y no evocar las peripecias del famoso oso que le da nombre. Quienes visiten este enclave no deben perderse la Sala de Espera Real, escenario de encuentros monárquicos y testimonio de una época en la que el tren era sinónimo de grandeza y modernidad.

Paris-Lyon (París)

En Francia, la estación de Gare de Lyon en París es la postal viva de la Belle Époque. Concebida para la Exposición Universal de 1900, destaca por su torre del reloj, sus escaleras majestuosas y el fastuoso restaurante Le Train Bleu, donde los murales al óleo y la decoración original transportan al visitante al París más dorado. Los viajeros pueden embarcar aquí en un TGV rumbo al sur, evocando la elegancia de otro tiempo en una terminal animada y llena de historia.

Antwerpen-Centraal (Amberes)

Estación Central de Amberes, Bélgica
Estación Central de Amberes, Bélgica (Adobe Stock).

Conocida como la “Catedral del Ferrocarril”, la estación central de Amberes asombra por su cúpula inspirada en el Panteón de Roma y su combinación extraordinaria de mármol, piedra y detalles modernistas. Inaugurada en 1905, su fachada monumental acoge al visitante entre arcos y torres, preludio de las suculentas cervezas y la buena mesa belga, posibles en su propio Royal Café. De aquí parten trenes hacia Bruselas y otras ciudades flamencas, en un entorno arquitectónico incomparable.

Ámsterdam Central

La Estación Central de Ámsterdam es todo un icono de la ciudad. Su fachada neogótica, que recuerda en mucho al Rijksmuseum, y las torretas flanqueando los extremos, muestran la prosperidad holandesa de finales del siglo XIX. El viajero curioso no debe dejar de atravesar el túnel Cuyperspassage, donde el azul del azulejo Delft transporta a otra época y otorga un aire de galería de arte subterránea. Desde Ámsterdam parten rutas hacia Berlín, Praga o el Benelux.

São Bento (Oporto)

Más al sur, el salón principal de São Bento en Oporto es el lugar donde la cerámica se vuelve narrativa. Sus veinte mil azulejos azules y blancos ilustran episodios históricos y paisajes portugueses, engalanando una estación Beaux-Arts sobre el solar de un antiguo monasterio. Desde aquí, el viajero bordea el Duero en uno de los trazados más bellos de Europa, hacia Pinhão o más allá.

Helsinki Central

Estación Central Helsinki (Adobe Stock).
Estación Central Helsinki (Adobe Stock).

En Helsinki, la estación central diseña el skyline urbano con su torre del reloj y su monumental entrada escoltada por icónicos portadores de faroles. Proyectada en 1919 por Eliel Saarinen, resume el Modernismo finlandés con guiños Art Nouveau y soluciones asimétricas. Desde la capital finlandesa, tomar el Santa Claus Express hacia el Ártico completa la experiencia con un inequívoco sabor de aventura en el norte de Europa.

Estación de Atocha (Madrid)

El corazón ferroviario de España late en Atocha, donde hierro y vidrio de la estación histórica de 1892 sobreviven reconvertidos en un jardín tropical. Palmas y estanques se cruzan con la funcionalidad de la moderna terminal AVE, y las conexiones unen Madrid con ciudades como Bilbao, Barcelona o Sevilla en tiempo récord. Muy cerca, el Retiro y el museo Reina Sofía recuerdan que aquí, el ferrocarril dialoga en todo momento con la cultura y el ocio.

Villejuif-Gustave Roussy (París)

La estación subterránea de Villejuif-Gustave Roussy en el extrarradio de París redefine la experiencia de metro. Un cilindro de hormigón abierto deja pasar la luz desde la superficie hasta 45 metros de profundidad, donde neones, espejos y galerías evocan un cielo estrellado. Este prodigio de la ingeniería y el diseño es elogiado por arquitectos y viajeros, integrando la vanguardia en la red del Grand Paris Express.

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Hungerburgbahn (Innsbruck)

Por último, el funicular Hungerburgbahn, obra de Zaha Hadid, conecta el centro de Innsbruck con el pie de la Nordkette en una suerte de viaje entre hielo y arquitectura futurista. Las estaciones, con techos de cristal curvados como témpanos derretidos, se mimetizan con el entorno alpino y ofrecen una experiencia visual y técnica difícil de igualar en el corazón del Tirol.