
A la izquierda del PSOE ya no se discute si habrá reordenación, sino en qué dirección y bajo qué liderazgo. El resultado de Unidas por Extremadura, donde Podemos e Izquierda Unida lograron pasar de cuatro a siete escaños el 21-D superando el 10% del voto, ha cambiado el clima interno, ha devuelto autoestima al espacio alternativo y ha colocado a Sumar en el foco de las dudas. Ese crecimiento, obtenido sin Yolanda Díaz en la ecuación y con su marca fuera de la coalición, se ha convertido en argumento, referencia y arma política. Desde entonces, Podemos ha acelerado su ofensiva, IU se ha situado en el centro del tablero y la vicepresidenta segunda afronta un desgaste evidente dentro del propio bloque que pretendía articular.
La lectura que se impone es que la izquierda alternativa ha encontrado un punto de inflexión que llega cuando el ciclo electoral venía acumulando derrotas, desmovilización y fracturas. El resultado extremeño ha roto la inercia a la baja y ha demostrado que, cuando hay estructura, liderazgo y acuerdo estable, todavía existe margen de crecimiento a costa de un PSOE debilitado. Y todo ello, sin Sumar.
Extremadura no ha sido sólo una noche electoral favorable. Se ha convertido en relato político. Allí, Podemos e Izquierda Unida cerraron un pacto pragmático: los morados encabezaban las listas en Cáceres y Badajoz con Irene de Miguel como rostro principal, mientras IU ocupaba los números dos y tres de cada provincia. La campaña se centró en el territorio, sin ruido impuesto desde Madrid, con la presencia activa de la dirigencia morada y la ausencia total de Yolanda Díaz, que no pisó la región. El resultado final superó previsiones y reforzó la idea de que el espacio puede recomponerse sin la marca de Sumar.
Ese escenario ha sido utilizado por Podemos como prueba política. “Funciona”, es el mensaje subyacente. Funciona una alianza bilateral con IU, funciona cuando el proyecto se libra de tutelas externas y funciona cuando el discurso es reconocible y autónomo. Tanto que el portavoz Pablo Fernández ya ha planteado trasladar la fórmula a Aragón y Castilla y León, donde se votará en los próximos meses. La estrategia pasa por convencer a IU de que el camino es repetir la experiencia extremeña… y hacerlo sin Díaz.
Yolanda Díaz, el factor que todo lo condiciona
El principal punto de fricción del espacio no es ideológico, sino político y personal. En Podemos existe una animadversión abierta hacia Yolanda Díaz, a la que acusan de haber “vaciado” el proyecto original y de haberlo subordinado en exceso al PSOE. Ione Belarra lleva semanas insistiendo en que su partido no piensa quedarse fuera de ninguna mesa electoral y lanzando recados a quienes siguen dentro de Sumar, a quienes insta a “reflexionar”. Para los morados, el proyecto de la vicepresidenta es “fallido”, carece de implantación real en muchos territorios y no aporta cohesión, sino conflicto.

En Extremadura consideran que quedó demostrado: sin Díaz, el espacio “respira”. Sin Sumar, Podemos recupera discurso e identidad y logra resultados mejores de los esperados. Ese es el mensaje que se ha impuesto en la dirección morada, reforzado por una lectura interna: cuando la vicepresidenta desaparece de la ecuación, la izquierda alternativa gana claridad y orden.
IU como eje de la nueva batalla, con otros aliados en juego
En ese contexto, Izquierda Unida se convierte en la pieza más codiciada. No sólo es la organización más veterana del espacio, sino que aporta estructura territorial, cuadros y estabilidad. Quien logre atraerla, liderará la recomposición. De momento, IU evita pronunciarse con contundencia, mantiene silencios medidos y mira a sus propios procesos internos, pero sabe que su decisión será determinante.
A su alrededor orbitan otros actores decisivos. En Cataluña, los Comunes siguen siendo clave por su implantación; en la Comunidad Valenciana, Compromís conserva arraigo pese a su fractura interna en el Congreso; y en Aragón, la Chunta Aragonesista mantiene autonomía política aunque formalmente continúe en Sumar. Fuerzas que fueron parte del intento de convergencia impulsado por Díaz, pero que hoy se mueven en un escenario distinto, con el proyecto de la vicepresidenta erosionado tras tropiezos electorales y tensiones internas.
El siguiente examen
Extremadura se ha consolidado como laboratorio político del espacio alternativo. Allí, la estabilidad de la alianza, el liderazgo de Irene de Miguel y la continuidad del proyecto han construido algo poco habitual en los últimos años: una coalición funcional, reconocible y ajena al ruido permanente. Esa es la referencia que Podemos quiere trasladar a otros territorios, aunque sabe que no es una fórmula automática: no todos cuentan con liderazgo consolidado, ni con la misma historia de cooperación entre organizaciones.
Por eso, la mirada inmediata apunta a Aragón, donde la coalición aún está por construirse y donde se medirá si la “vía extremeña” puede repetirse o si la discusión volverá a fracturar al bloque. Allí, IU ya ha advertido de que las alianzas deben hacerse con las organizaciones que realmente tienen presencia en el territorio, un mensaje que encaja con Podemos y choca frontalmente con una Sumar débil o inexistente en la región.
La izquierda alternativa ha recuperado pulso, ha vuelto a sentirse competitiva y ha colocado a IU en el centro de todas las conversaciones. Pero también ha tensionado aún más su relación con Yolanda Díaz, convertida ya en el elemento que condiciona cualquier acuerdo, mientras las generales asoman en el horizonte y el tiempo político empieza a correr.
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