Los árboles también son tímidos: el fenómeno científico que sugiere por qué las copas de algunas especies nunca se tocan

No se trata solo de un detalle estético, sino de un fenómeno científico que crea la percepción de que los árboles han sido diseñados para mantenerse separados los unos de los otros

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Sin embargo, existen varias teorías
Sin embargo, existen varias teorías basadas en otros procesos observados en las plantas. (Canva)

¿Te has preguntado alguna voz por qué las copas de algunos árboles nunca llegan a tocarse? Este juego de luces y sombras crea un paisaje curioso que atrae la mirada hacia el cielo, en una especie de reguero de líneas azules.

En realidad, no se trata solo de un detalle estético de la naturaleza, sino de un fenómeno científico que impide que las copas se toquen, creando la percepción de que los árboles han sido diseñados para mantenerse separados los unos de los otros.

El fenómeno tiene fundamento real, denominado en el ámbito científico “timidez”, generando algunas de las historias más tiernas, pero también más interesantes, del mundo botánico.

La “timidez” de los árboles

Aunque el término pueda parecer un ejercicio de pseudociencia, la investigación de este fenómeno viene de antes, y ya llamó la atención de los científicos, a lo largo del siglo XX. Según definido por Lorenzo González en la Revista Ecosistemas, se trata de un ejemplo alelopatía, un fenómeno natural que se expresa en la capacidad de liberar compuestos químicos que afectan al crecimiento de otras plantas, ya sea de forma beneficiosa o perjudicial.

Las líneas cruzadas que dibujan las ramas de los árboles en el cielo, en realidad proporcionan espacio entre los árboles que, optan por dejarse los unos a los otros, “en una suerte de audiencia de concierto respetuosa y civilizada que jamás osaría irrumpir en el espacio personal del otro”, según lo definen en Xataka.

¿A qué se debe este fenómeno?

A pesar del interés popular provocado por la estética de este fenómeno, de momento no existe una respuesta científica definitiva que lo explique.

El botánico galo Francis Hallé, propuso que el fenómeno se debía a causas genéticas: según el experto, la forma de la copa de los árboles nunca es aleatoria, sino que cada árbol tiene su programa específico de desarrollo controlado por los genes.

El científico explica que el fenómeno se debería a que los árboles emiten a través de las hojas unas sustancias que sirven para coordinar el crecimiento con otros ejemplares. Las sustancias serían las responsables de fenómenos como el hecho de que las semillas nazcan a la vez en todos los árboles, así como de la timidez arbórea.

Este bosque cuenta con una treintena de obras donde las perspectivas sorprenden al viajero en una ruta turística que se puede hacer libre y gratuita o con un guía experto

Por otro lado, Maxwell Ralph Jacobs, un botánico australiano que dedicó parte de su carrera al estudio del omnipresente eucalipto, apuntó hacia la abrasión: para él, la fricción propia del contacto entre unas ramas fronterizas y otra dañaba sus tejidos, limitando su crecimiento. Las hojas y las ramas chocaban y dejaban de crecer.

Un instinto de supervivencia

Por otro lado, las plantas tienen sensores, fotorreceptores, que operan y se activan en función de la luz disponible (son los que permiten que las flores se orienten para mirar hacia sol, por ejemplo). Así, muchas plantas saben dónde están sus vecinos y las esquivan a propósito. El objetivo: competir mejor por la luz.

Los árboles tímidos operarían del mismo modo. El crecimiento de las copas de los árboles se dispararía en dos direcciones distintas: por un lado, para buscar espacios de luz, y, por otro, para evitar las zonas de sombra que generaría la presencia de otros árboles.

El resultado sería una separación consciente y una forma razonable y casi democrática de repartirse la luz que incide sobre las copas de todos los árboles. Los árboles serían conscientes de sus semejantes, y los espacios y las siluetas serían el resultado de una competición por la supervivencia.

Se han elaborado otras teorías, como la autoprotección de los árboles ante la propagación de enfermedades, por ejemplo, un mecanismo de defensa para impedir o frenar el rápido desarrollo de las epidemias.

Aunque el campo de estudio aún esté por desarrollar, el resultado son vistas en contrapicado que, miradas desde abajo, resultan tan poéticas como espectaculares.