
Hubo un tiempo en España en el que ser albañil era sinónimo de tener los bolsillos llenos. Nos remontamos a los años previos a la crisis financiera de 2008, cuando estalló la burbuja inmobiliaria. Desde ese momento, la realidad en el sector es muy distinta. Faltan viviendas y mano de obra. “Antes ganabas 3.000 o 4.000 euros, ahora te dejas la espalda por 1.200 euros”, critica Pascual, albañil, en una entrevista publicada en Youtube por el influencer y emprendedor Adrián G.Martin y que también ha recogio Noticias Trabajo.
Pascual es jefe de obra y veterano en el sector de la construcción en España. Es muy crítico con las condiciones laborales y salariales de este oficio tradicional. Y es que la profesión de albañil ha perdido atractivo, enfrenta una alarmante falta de relevo generacional y hoy resulta una carrera marcada por exigencias físicas y retribuciones económicas en retroceso.
Los salarios en el sector han caído drásticamente en comparación con años previos a la crisis. Un oficial de primera, según puntualiza Pascual, puede aspirar a 1.500 o 1.600 euros, mientras que el encargado de obra recibe como máximo 1.800 euros mensuales. Esta realidad económica contrasta con el esfuerzo físico requerido: “Pasas frío, pasas calor, te dejas la espalda… Al final, todos acabamos hechos polvo”, describe.
El trabajo diario del albañil implica una carga física importante. Pascual señala que en una jornada pueden mover entre 50 y 100 sacos, cada uno con un peso de 25 kilogramos, aunque antes de que la normativa estableciera límites, estos sacos llegaban a pesar 50 kilogramos. Las largas horas levantando peso y las posiciones incómodas provocan problemas crónicos en el cuerpo: “Estás todo el día agachado, levantando peso, y cuando llegas a casa lo que más te duele son las rodillas y la espalda”.
“Un mecánico te cobra 34 o 40 euros la hora, pero a un albañil no le pagan más de veinte y pico”
En cuanto al valor del trabajo, Pascual lamenta que el salario esté por debajo de otros oficios: “Un mecánico te cobra 34 o 40 euros la hora, pero a un albañil no le pagan más de veinte y pico, y nuestro trabajo es mucho más peligroso”. Los riesgos asociados a la construcción incluyen accidentes con andamios, radiales y compresores, lo que puede derivar en lesiones graves de un momento a otro. Pese a que los estándares de seguridad han mejorado, el desgaste físico permanece invariable.
Sin relevo generacional
Uno de los aspectos más críticos para el futuro del sector es la falta de jóvenes interesados en ejercer el oficio. “Ya no hay jóvenes españoles que quieran trabajar de albañil”, sostiene Pascual, afirmando que la mayor parte de la plantilla en las obras está formada por inmigrantes. “La gente de aquí ya no quiere trabajar en esto. Faltan profesionales que realmente sepan trabajar”, indica, remarcando además que aprender el oficio antes suponía empezar como peón, muchas veces sin salario, hasta dominar las técnicas. Ahora, los jóvenes demandan sueldos altos desde el inicio, aunque no cuenten con experiencia.

El trabajador comenta cómo la complejidad en la formación de nuevos obreros dificulta la supervivencia de la construcción tradicional: “Si no facilitas que la gente joven aprenda, el sector se muere. Pero a los empresarios tampoco les sale a cuenta contratar a alguien que aún no rinde, con todos los costes que conlleva”.
Aumento de los precios de la vivienda
Otro factor que contribuye al declive es el aumento sostenido de los precios tanto de los materiales como de la vivienda terminada. Pascual indica que solo el solar para una obra puede costar 200.000 euros, mientras que la edificación de una vivienda puede situarse entre 400.000 y 500.000 euros. Este contexto, junto al incremento en el precio de materiales como la teja —que pasó de 0,49 euros a más de un euro—, el cemento y el hierro, dificulta el acceso a la vivienda y el desarrollo de nuevos proyectos. Según detalla, “los precios nunca vuelven a bajar”.
El trabajador entrevistado reitera su orgullo por el oficio y declara que lo que más le satisface es “ver el resultado final, saber que lo que hago va a quedar ahí muchos años”. No obstante, denuncia la sensación de desvalorización y alerta de consecuencias graves para el futuro si no se toma conciencia sobre la importancia de la albañilería: “Nuestro trabajo está devaluado. Parece que solo servimos para hacer el trabajo sucio, pero sin nosotros nadie tendría casa”. Y advierte, según que si no se mejoran las condiciones y no se promociona la formación entre las nuevas generaciones, la construcción en España podría verse abocada a una alarmante escasez de mano de obra calificada.
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