En España se produce - y se come - mucho queso. Tanto es así, que es uno de los países con mayor variedad de quesos del mundo: cuenta con más de 150 tipos, de todas sus regiones, y 32 de ellos son considerados alimentos de Denominación de Origen Protegida (DOP) o tienen una Indicación Geográfica Protegida (IGP), según Expansión. De acuerdo con el mismo medio, además, el queso suele estar presente en el 89% de los hogares españoles.
Todo el mundo habrá perdido un queso alguna vez. No por desubicarlo, sino por tenerlo demasiado tiempo en la nevera, tanto que acaba por resecarse, endurecerse, y convertirse en el hogar de poblaciones de moho que hacen de él un ladrillo incomestible que simplemente ocupa espacio en el frigorífico hasta que uno se resigna a tirarlo. Aunque, en general, el moho que sale en quesos duros puede simplemente retirarse, cortando un pedazo de al menos 2,5 centímetros en todas las direcciones desde el punto contaminado para poder comerlo, lo más normal es que, llegados a ese punto, se dé por perdido y se opte por deshacerse de él.
Cómo conservar el queso según la quesera Erika Kubick
Por suerte para los aficionados a este alimento, sin embargo, el medio británico Express ha compartido los consejos de Erika Kubick, quien fuera quesera y autora de libros de cocina, para conservar el queso correctamente y que dure más en la nevera. Lo primero que indica es que conservarlo en plástico es un error, sea su envase original o film transparente. Según Erika, “el queso está vivo y respira, lo que quiere decir que necesita oxígeno y humedad para mantenerse fresco y sabroso”.

“Sé que es cómodo el simplemente dejar el queso en el envoltorio de plástico en el que vino, pero es igual de fácil darle el cuidado necesario. El almacenaje correcto del queso es muy sencillo y solo lleva unos minutos de esfuerzo”. Según explica, mantener el queso envuelto en plástico corta todo el flujo de aire, lo que lo “sofoca” y hace mucho más probable que acabe por perder sabor y ponerse duro. Además, el plástico de alrededor del queso crea un ambiente especialmente húmedo, lo que propicia la viscosidad y el desarrollo de moho.
De acuerdo con Erika, la mejor manera de mantener el queso fresco es sacarlo de su envoltorio de plástico lo antes posible, preferiblemente en cuanto se llegue a casa con la compra. Una vez retirado del envase, lo único que se debe hacer es envolverlo en papel de horno (aunque también existe papel específico para envolver queso que, además, es reutilizable) y guardarlo en la nevera. Hay que asegurarse de que no queda nada del queso expuesto, ya que la nevera lo puede secar muy rápido y darle esa capa crujiente e insípida.
“Alternativamente, envuelve el queso en pergamino o papel de carnicero, y después guárdalo con espacio sobrante en una bolsa con cierre. Antes de cerrarla, asegúrate de que queda algo de aire en la bolsa para que el queso tenga el suficiente oxígeno y humedad. Así, el queso debería mantenerse sabroso, fresco, y con la textura perfecta durante mucho más tiempo de lo que duraría normalmente”, aunque añade, a modo de matiz, que “la vida útil que tendrá el queso depende del tipo, ya que los quesos frescos como el ricotta durará siempre solo unos días, mientras que los quesos de corteza, los quesos curados y el queso azul se mantendrán frescos durante semanas”.
Aunque, haciendo caso a las indicaciones de Erika, se podrán conservar los quesos durante mucho más tiempo, en el caso de los quesos frescos se debe respetar con rigurosidad la fecha de caducidad. Según explicó en La Vanguardia la doctora María Manuela Hernández, profesora del Departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, “en los manchegos, parmesanos, roqueforts, etc..., el queso pierde agua y la acidez es tan baja que no pueden proliferar microorganismos patógenos”.
En cambio, el consumo de quesos frescos pasada su fecha de caducidad puede acarrear un riesgo de intoxicación bacteriana, ya que permiten la proliferación de listeria y otros microorganismos: ”Algunas poblaciones de riesgo pueden tener abortos, meningitis o septicemia, entre otras complicaciones", avisa Hernández, aunque también aclara que, en casi el 90% de los casos, no se produciría intoxicación alguna. Aun así, debido a lo que podría suponer tener la mala suerte de contraer la infección, se recomienda respetar las fechas de caducidad marcadas.
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