Imagina que en tu día a día tuvieras que enfrentarte a temperaturas invernales que rondan los -50 grados. Esta situación es una realidad para los más de 2.000 habitantes del pueblo de Oimiakón. Este municipio está ubicado en el noreste de Siberia, en Rusia, y está considerado como el lugar habitado más frío del planeta.
Situado en la región de Sahka, al norte del país, Oimiakón se encuentra en el Polo Norte. Una zona donde las temperaturas extremas desafían constantemente a sus habitantes, obligándolos a adaptarse a un estilo de vida marcado por las bajas temperaturas.
Y eso que las infraestructuras de las viviendas no están completamente adaptadas a la situación. La gran mayoría de casas cuentan con calefacción central, pero muchas no cuentan con aislamiento interior. Los edificios deberían estar diseñados para resistir el frío extremo, pero el aislamiento en el que vive la comunidad de Oimiakón le ha dejado en una situación de vulnerabilidad, sin las infraestructuras necesarias para una vida más cómoda. Algunos de los habitantes sobreviven quemando leña dentro de sus hogares.
Los ciudadanos exigen al gobierno regional de Sakha que se les otorgue un estatus geoclimático especial para poder acceder a subvenciones y ayudas económicas que les permitan mejorar sus condiciones de vida. Pero los residentes no se han sentado a esperar y han desarrollado sus propias técnicas de supervivencia. La principal es la más sencilla: abrigarse mucho con ropa destinada precisamente a sobrevivir en Siberia.
En un esfuerzo por dar visibilidad a la difícil realidad de Oimiakón y otros pueblos indígenas de Siberia, la fotoperiodista Natalya Saprunova pasó casi dos meses en el extremo oriente de Rusia para documentar la vida diaria de los Evenki, la etnia que vive en la zona. A través de su trabajo, Saprunova mostró cómo la comunidad lucha por preservar su tradición y su modo de vida, mientras enfrenta los efectos negativos de la minería, la deforestación y la contaminación del agua.
“Cuando fotografié a los pueblos Sami, una comunidad de pastores de renos en Rusia que está perdiendo su modo de vida tradicional, me di cuenta de que los Evenki enfrentan una amenaza similar”, ha denunciado Saprunova. La periodista explicó que, al igual que los Sami, los Evenki se encuentran en una lucha constante contra las industrias extractivas que modifican su entorno y ponen en peligro su forma de vida.
La historia del pueblo Oimiakón
Antes de convertirse en un territorio habitable, los Evenki, el pueblo indígena que habita la región, llevaba una vida nómada como pastores de renos. Se movía de un lugar a otro siguiendo el ciclo natural de sus animales y sobreviviendo en condiciones extremas. Se adaptaba a los desafíos del clima siberiano. Sin embargo, el régimen soviético, que veía en estos pueblos una dificultad para el control social, obligó a los Evenki a asentarse y modificar su forma de vida.
En la década de 1930, el régimen de la Unión Soviética forzó la sedentarización de los Evenki, lo que implicó la creación de granjas de ganado en una tierra que antes había sido reservada para el pastoreo nómada. Este cambio fue traumático para la comunidad, pero marcó el comienzo de la transformación de Oimiakón. Hoy en día es un terreno con viviendas fijas, pero sin las comodidades básicas que muchos considerarían esenciales y con elevadas tasas de alcoholismo.