
El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a 44 años de prisión impuesta al hombre que asesinó a su mujer y su hija en la localidad vizcaína de Abanto-Zierbena en marzo de 2020. La sentencia aplica la agravante de género y deja claro que Faustino Méndez mató a ambas “por el hecho de ser mujeres en un acto de dominación”, tras golpearlas con una maza en la cabeza y después degollarlas, al tiempo que constata que el agresor no presentaba alteración psíquica por enfermedad mental como el hombre alegó en el juicio.
Se trata de una sentencia novedosa porque no solo aplica la agravante de género en el caso de la mujer, Miren Uranga, a quien mató mientras dormía en el sofá de la casa, sino también en el de la hija, Paola, a la que asesinó después cuando dormía en su habitación. A diferencia de lo que suele ocurrir en los casos de violencia vicaria, en la que el hombre utiliza a los hijos e hijas menores de edad para dañar a la mujer, “aquí el agresor mata primero a su pareja y luego a su hija”, que tenía 24 años, “lo que pone aún más en evidencia la misoginia del hombre”, comenta a Infobae Gloria Poyatos, cofundadora de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE) y magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.
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De hecho, los familiares de las víctimas aseguraron durante el juicio, celebrado en septiembre de 2022, que Méndez siempre se refería a las mujeres de forma despectiva: “Para él eran fulanas que no tenían que ser bien tratadas”, explicó entonces la madre de Miren en declaraciones recogidas por el diario El Correo.
La importancia de aplicar la perspectiva de género
Aunque cada vez es más habitual que los tribunales apliquen la perspectiva de género, “es muy necesario que el Tribunal Supremo, desde todas sus Salas, consolide una jurisprudencia clara y disuasoria para los maltratadores”, añade Poyatos, de ahí la importancia de sentencias como esta, pues “es didáctica y clarificadora en cómo debe aplicarse la agravante de género en este tipo de crímenes”.
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El alto tribunal también asegura que la intención del agresor era matar de “una forma desproporcionada”, ahondando en un sentimiento de “dominación y posesión”, y asegura que la “maldad humana” en estos crímenes cometidos en el seno de la familia “no puede suponer una especie de presunción, de alteración de la psique del sujeto”.

Las víctimas vivían en un “clima de terror”
Faustino Méndez, que ahora tiene 63 años, sometió tanto a su mujer como a su hija a “un clima de terror” durante años, tal y como confirmaron los familiares de las víctimas en el juicio. Los testimonios de las tres hermanas y un hermano de la mujer coincidieron en señalar el comportamiento autoritario del agresor sobre ambas víctimas, que “aguantaban una por la otra, para no dejarse solas”. “Estaban a sus órdenes”, explicaron. Según informó El Correo, los familiares también destacaron un comentario que solía hacer Méndez: “Sé matar sin hacer sangre”, decía en referencia a las artes marciales que practicaba, pues era aficionado al deporte.
Méndez, que era gerente de una inmobiliaria en Santurce, confesó el doble asesinato ante el tribunal popular que le juzgó en la Audiencia Provincial de Vizcaya y se escudó en los problemas económicos que tenía para justificarlo. Admitió estar arruinado y que llevaba tiempo pensando en suicidarse, pero antes mató a su mujer y su hija porque “no aguantaba más” y ellas “no iban a aguantar sin él”. “Las quería tanto que no las veía preparadas”, declaró. Después se descubrió que la empresa familiar no atravesaba esa situación de ruina a la que se refirió.
El agresor utilizó unas mazas de demolición a las que había cortado los mangos para golpear en la cabeza a Miren y Paola, a las que después degolló con un cuchillo. Si bien su pareja se encontraba dormida en el sofá cuando la atacó, su hija se encontraba adormilada en su habitación y le dijo que “iban a simular un secuestro”, logrando así que se dejara atar de pies y manos con unas bridas y cuerdas, y una vez inmovilizada en el suelo, la golpeó fuertemente causando su muerte.

Tras cometer los crímenes el 10 de marzo de 2020, el empresario confesó lo que había hecho al camarero de un bar que frecuentaba, a quien dejó las llaves de la vivienda para después huir e intentar suicidarse al ingerir pastillas sedantes. Horas después fue detenido por la Policía escondido en un trastero en Portugalete.
En octubre de 2022, Faustino Méndez fue condenado a 44 años de cárcel, 22 por cada feminicidio, y recurrió porque cuestionaba, entre otros aspectos, las agravantes de género. La pasada semana el Tribunal Supremo confirmó la pena como autor de dos asesinatos con alevosía, con la concurrencia de las circunstancias agravantes de parentesco y de género. La sentencia fue dictada por los magistrados Juan Ramón Berdugo, Pablo Llarena, Ana María Ferrer, Vicente Magro y Ángel Luis Hurtado.
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