El suelo colombiano se está agotando más rápido de lo que imaginamos: estas regiones ya están en riesgo crítico

Los estudios oficiales confirman que la erosión y el deterioro de los suelos se intensifican en zonas clave, comprometiendo la estabilidad del campo y la sostenibilidad de los cultivos

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El 40% del territorio colombiano
El 40% del territorio colombiano presenta algún nivel de erosión del suelo, según el Igac y el Ideam - crédito Ministerio de Agricultura

La conversación sobre el futuro del campo colombiano comienza a desplazarse hacia un punto crítico, la salud de los suelos. Aunque los debates sobre productividad suelen centrarse en precios, insumos o clima, cada vez es más evidente que la base misma de la agricultura enfrenta una presión que no da tregua. La preocupación no es reciente, pero los reportes más recientes del Ideam, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) y el Ministerio de Ambiente confirman un deterioro que avanza más rápido de lo que las prácticas tradicionales alcanzan a responder.

Regiones como la Orinoquia, los Santanderes, el Eje Cafetero, el Tolima y el Cauca aparecen repetidamente en los mapas oficiales como zonas donde la erosión hídrica y la degradación del suelo se intensificaron. La variabilidad climática y el uso prolongado de metodologías que no consideran la recuperación del terreno están reduciendo la capacidad productiva de áreas que históricamente han sostenido cultivos claves. Para el Igac, el diagnóstico es claro, cerca del 40% del territorio presenta algún nivel de erosión, con afectaciones que van desde leves hasta severas.

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La degradación de suelos en
La degradación de suelos en regiones como la Orinoquia, Santanderes y Eje Cafetero amenaza la productividad agrícola - crédito @harmanfelipe/X

Ese porcentaje pone en perspectiva el verdadero desafío. Más allá del impacto inmediato en la productividad, el deterioro compromete la resiliencia de los cultivos frente a eventos extremos, desde sequías hasta temporadas de lluvias intensas y, en últimas, condiciona la seguridad alimentaria del país. Los suelos compactados o sin estructura pierden su capacidad natural de retener agua y nutrientes, lo que obliga a los agricultores a depender cada vez más de insumos externos. El costo económico y ambiental de esta tendencia es profundo.

En medio de esta realidad, la conmemoración del Día Mundial del Suelo cada diciembre funciona menos como un ritual simbólico y más como un recordatorio de urgencia. El país necesita reforzar las estrategias que permitan frenar la degradación y, cuando sea posible, revertirla. Esto implica articular esfuerzos entre instituciones públicas, productores y actores privados que ya están implementando soluciones con enfoque regenerativo.

Una de las líneas que más atención ganó en los últimos años es la agricultura regenerativa, que combina prácticas tradicionales con innovación científica. Compañías como Basf comenzaron a impulsar programas que integran manejo responsable de insumos, capacitación para agricultores y tecnologías orientadas a reducir el impacto sobre el suelo. La empresa sostiene que estos sistemas productivos con menor presión ambiental mejoran la estructura del terreno, aumentan su capacidad de retención de agua y favorecen ciclos más eficientes de nutrientes, factores que terminan reflejándose en la productividad.

La erosión hídrica y la
La erosión hídrica y la variabilidad climática reducen la capacidad productiva de áreas clave para la agricultura en Colombia - crédito Coagro Huila

Las experiencias recopiladas en distintas zonas muestran que la transición hacia modelos regenerativos no solo responde a una necesidad ecológica, también puede convertirse en una vía para que los agricultores enfrenten la variabilidad climática. La restauración de suelos degradados, por ejemplo, puede tardar años, pero los avances en técnicas como la cobertura vegetal permanente, la reducción del arado intensivo y la rotación planificada de cultivos comienzan a mostrar resultados positivos en regiones donde la erosión parecía irreversible.

De la misma manera, los programas de adaptación climática promovidos por entidades gubernamentales apuntan a fortalecer capacidades locales. La idea es que el conocimiento técnico llegue directamente a las comunidades rurales, que son quienes enfrentan de primera mano las pérdidas cuando el suelo deja de responder. Sin embargo, estos esfuerzos requieren mayor continuidad y financiación para consolidarse a largo plazo.

En un país donde amplias áreas agrícolas coinciden con zonas de fragilidad ambiental, la protección del suelo deja de ser un asunto exclusivamente agropecuario y se convierte en un tema transversal de sostenibilidad. La degradación del terreno afecta la disponibilidad de agua, la biodiversidad, el equilibrio de los ecosistemas y, por supuesto, la economía rural.

El deterioro del suelo compromete
El deterioro del suelo compromete la resiliencia de los cultivos y la seguridad alimentaria del país - crédito Colprensa

El deterioro del suelo no ocurre de un día para otro, pero su recuperación tampoco. Por eso, la discusión pública comienza a girar hacia soluciones que combinen ciencia, capacitación y un enfoque regenerativo. Colombia está ante la posibilidad de transformar su manera de producir, no solo para evitar un problema mayor en el futuro, sino para asegurar que las regiones que hoy alimentan al país puedan seguir haciéndolo mañana.