“Firmar el pacto con el diablo es ganar”, así describió Ángela Orjuela el momento en que la ludopatía se apoderó de su vida; a sus 24 años, esta joven colombiana decidió romper el silencio y compartir su experiencia con la adicción al juego, un problema que, según su testimonio, permanece oculto bajo el estigma y la vergüenza, pero que afecta a personas de todos los perfiles y edades.
Su historia, marcada por la curiosidad, el descenso a una espiral de deudas y el dolor emocional, busca generar conciencia sobre los riesgos de los casinos y las apuestas online, cada vez más accesibles en Colombia y otros países de la región.
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La joven relató su experiencia en el pódcast Vos Podés, dirigido por la comunicadora social Tatiana Franko. En el espacio, la presentadora suele invitar principalmente a mujeres para compartir vivencias personales y procesos de superación; en esta ocasión, la conversación abordó un tema del que casi no se habla en público y que, como se mencionó anteriormente, corresponde a la ludopatía.

El primer contacto de Ángela con el mundo del juego ocurrió a los 21 años, cuando, tras quedarse sin empleo, decidió postularse como dealer en un casino. La convocatoria era pública y no requería experiencia previa; bastaba con aprobar una prueba matemática y completar una academia donde se enseñaban las reglas y dinámicas de juegos como el blackjack y la ruleta.
“Desde niña me gustaron las cartas”, recuerda, y la oportunidad de trabajar en un ambiente que le resultaba intrigante la llevó a sumergirse rápidamente en ese universo. El entorno laboral funcionaba como una comunidad donde los empleados se advertían mutuamente sobre los peligros de enamorarse del juego, pero compartían historias de clientes que lo perdían todo o, en ocasiones, ganaban sumas millonarias en cuestión de minutos.
Las apuestas en línea: un riesgo creciente para la juventud
La transición de Ángela de dealer a jugadora se dio casi de forma natural. Al principio, la curiosidad y la cercanía con los clientes la llevaron a probar suerte en aplicaciones de apuestas online, ya que los casinos físicos prohíben a sus empleados jugar, incluso en establecimientos de otras empresas.

“Como dealer, uno siente que puede controlarlo”, admite; sin embargo, la facilidad de acceso a plataformas digitales y la ilusión de tener ventaja por conocer las reglas la empujaron a apostar cada vez más. “Lo peor que le puede pasar a una persona cuando empieza es ganar”, afirma, porque esa primera victoria alimenta la creencia de que siempre se puede repetir el éxito, incluso cuando las pérdidas se acumulan.
La dinámica de los juegos, especialmente el blackjack y el baccarat —al que se refiere como “el bazuco electrónico”—, contribuyó a que Ángela perdiera rápidamente la percepción del valor del dinero. Las apuestas mínimas, que al principio parecían inofensivas, pronto dieron paso a sumas mucho mayores.
Las consecuencias económicas y personales no tardaron en aparecer, pues la joven relató cómo, tras agotar su salario, recurrió a tarjetas de crédito y préstamos bancarios para seguir apostando. “El banco me ofreció un preaprobado por cinco millones y yo acepté sin pensar”, cuenta. La deuda creció hasta alcanzar los 50 millones de pesos, y en su punto más crítico llegó a perder siete millones en una sola jugada.

El impacto no fue solo financiero: la necesidad de ocultar su situación a la familia y amigos la sumió en el aislamiento y la vergüenza. “Es un vicio que avergüenza muchísimo”, sostiene, y recuerda cómo solo dos amigas cercanas supieron de su problema, mientras que el resto de su entorno desconocía la magnitud de su sufrimiento.
El punto de quiebre llegó cuando la suma de las deudas y la presión emocional se volvieron insoportables. Ángela describe una noche en la que, tras perder los últimos diez millones de un crédito preaprobado, contempló la idea del suicidio como única salida.
“La mente es tu peor enemigo”, recuerda sobre esos momentos de desesperación; sin embargo, la memoria de su madre, fallecida de cáncer cuando ella tenía doce años, y la imagen de su familia la detuvieron. “Es solo plata y la plata se recupera, pero a mi familia nadie les va a regresar a Ángela”, reflexionó, y esa certeza la impulsó a buscar una salida distinta.

La ludopatía no discrimina; el llamado a la prevención en todos los sectores
El proceso de recuperación no fue inmediato ni sencillo, la joven reveló a Tatiana Franko la importancia de la terapia psicológica y el apoyo de su entorno, aunque reconoce que pedir ayuda fue uno de los pasos más difíciles.
Cambió de trabajo, dejó el ambiente de los casinos y se graduó como ingeniera industrial, aunque la deuda —que actualmente asciende a 75 millones de pesos— sigue siendo un recordatorio constante de lo vivido. “Cometí un error, caí en lo más profundo de mi vida, pero estoy saliendo. Y puedo. Y voy a poder”, afirma con determinación.
Su testimonio también incluye el acompañamiento a otras personas afectadas por la ludopatía; relató el caso de una mujer que, tras identificarse con su historia, la contactó en busca de apoyo y terminó internada en una clínica por depresión.

“No te culpas por tener diabetes, esto también es una enfermedad”, le dijo, convencida de que la recuperación solo es posible cuando la persona decide buscar ayuda. Ángela insiste en que el estigma y la culpa no deben impedir que quienes sufren esta adicción alcen la voz y pidan apoyo.
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