
Entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de enero la Cancillería de Colombia confirmó que llegó a su fin al pulso diplomático entre los gobierno de Gustavo Petro y Donald Trump que, vía X, se anunciaron aumento de aranceles al 50%, luego de que el presidente colombiano se negara a recibir un vuelo militar con los colombianos deportados.
Si bien muchos consideran que Petro tuvo que recular y ceder ante la presión de Trump, los seguidores del presidente de Colombia señalan que hay una razón que demuestra lo contrario: el hecho de que sea un avión colombiano, el avión presidencial, el usado para traer de vuelta a los connacionales.
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Una de las defensoras a ultranza al Gobierno, la senadora María José Pizarro, ha hecho énfasis en este aspecto y considera que Petro ganó al haber sentado un precedente con Estados Unidos. “América Latina debe decidir si acepta el trato de delincuentes para sus compatriotas que migraron hacia el norte, nosotros estamos de su lado pueblo trabajador”, señaló Pizarro en X.
La representante María Fernanda Carrascal se refirió al trato que pidió el Gobierno de Colombia para los ciudadanos deportados. Eso se lee en el comunicado expedido por la Cancillería de Colombia.
“En el comunicado oficial de Colombia queda completamente claro que su posición es la misma: las personas deportadas vuelven con dignidad y en el avión presidencial y se seguirán recibiendo deportaciones bajo las mismas condiciones humanitarias. No veo por ninguna parte la victoria de Trump, lo que sí veo es como Gustavo Petro con toda la entereza y dignidad del caso defendió a nuestros connacionales y la soberanía de nuestro pueblo. Como debe ser. América Latina debe unirse frente a los atropellos”, escribió la congresista.
Petro cedió y Colombia evitó aumentó de aranceles
En un comunicado emitido por la Casa Blanca, se indicó que el gobierno colombiano aceptó las condiciones establecidas por Trump, lo que incluye la recepción de deportados, incluso en aeronaves militares estadounidenses, sin restricciones ni demoras. La postura de Petro, que inicialmente justificaba la negativa en términos de respeto a los derechos humanos, fue suavizada frente a la presión económica, a pesar de que el canciller Luis Gilberto Murillo destacó que Colombia seguiría garantizando condiciones dignas para los colombianos deportados. La resolución fue anunciada con un tono conciliador, mientras las sanciones económicas permanecen en reserva y se activarán solo si Colombia incumple con el acuerdo.

En respuesta a las amenazas de Trump, Colombia incluso consideró imponer aranceles a los productos estadounidenses, buscando equilibrar la balanza comercial en favor de su propia producción nacional. Sin embargo, miembros del gobierno colombiano confiaban en que la crisis sería superada sin que las medidas de Trump llegaran a implementarse en su totalidad.
Este episodio también subraya las tensiones que se viven en América Latina, donde varios países han adoptado posturas similares frente a las políticas migratorias de Estados Unidos. Mientras que Brasil y México, bajo gobiernos de izquierda, enfrentan situaciones similares en cuanto a la repatriación de deportados, se percibe un posible frente común para abordar las agresivas políticas de Trump. En este sentido, Petro se encuentra en una encrucijada, enfrentando las demandas externas de un gobierno estadounidense que ha hecho de la lucha contra la inmigración ilegal uno de sus pilares, mientras intenta mantener su autonomía y principios en un contexto internacional cada vez más complejo.
La crisis ha dejado claro que, a pesar de las retóricas enfrentadas, las realidades económicas y diplomáticas juegan un papel crucial en las decisiones políticas. El hecho de que Colombia haya cedido ante las demandas de Trump resalta la presión a la que se ve sometido el país en el escenario global, donde los equilibrios de poder son finos y las decisiones son cada vez más difíciles de tomar sin comprometer intereses fundamentales. En este escenario, el Gobierno colombiano deberá navegar cuidadosamente entre la necesidad de proteger su soberanía y la de mitigar los efectos de las políticas extranjeras que afectan directamente su economía y estabilidad social.
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