
El género alcanzó su punto álgido en términos de fama mundial con 'Las guerreras k-pop', mientras que el nuevo grupo más prometedor de la industria estuvo sumido en un marasmo legal.
Este año, desde la distancia, el fenómeno cultural que reveló más sobre el lugar del k-pop en el zeitgeist global fue la película de animación de Netflix Las guerreras k-pop . Entre los productos culturales más consumidos de 2025, esta parábola sobre el bien y el mal --enmarcada como una rivalidad entre grupos de k-pop-- se convirtió en la película más vista de la historia de Netflix, y sus canciones encabezaron las listas de éxitos en Estados Unidos y otros países. Parecía cimentar claramente la aceptación universal del k-pop como sonido, estilo y medio.
Pero si se mira un poco más de cerca, se hacen evidentes las fisuras bajo este triunfo. El verdadero indicador del poder del k-pop, y de cómo crecerá en el futuro, se estaba jugando entre abogados en la lucha entre NewJeans, el grupo más innovador de los últimos años, y su discográfica, Ador, filial del conglomerado de entretenimiento Hybe, por denuncias de hostilidad laboral y sabotaje creativo. Las integrantes de NewJeans intentaron romper su contrato, pero en octubre un tribunal surcoreano confirmó su validez. En noviembre, la discográfica anunció el regreso de dos de las integrantes del grupo; las otras tres anunciaron su intención de volver poco después, aunque desde entonces no se ha hecho ningún anuncio sobre el grupo completo. El contrato de NewJeans expira en 2029.
El k-pop tiene más de tres décadas como forma, y en los últimos 10 años se ha impuesto en todo el mundo, rehaciendo la música pop a gran escala al innovar más que sus competidores. La industria del k-pop es muy restrictiva, está muy regulada creativamente y se gestiona en gran medida de arriba hacia abajo, dirigida por un puñado de conglomerados del entretenimiento que han intentado racionalizar y escalar la creación de estrellas del pop. Pero el k-pop también se ha convertido en un terreno de juego para los experimentalistas y excéntricos del pop, y para algunos grupos, NewJeans entre ellos, la innovación musical se convirtió en crucial para el entusiasmo que generan.
Sin embargo, esa originalidad es casi imposible de fabricar a gran escala. Y así, 2025 ha sido un año que ha subrayado la tensión entre el k-pop como industria y el k-pop como forma artística, lo que ha puesto a prueba su escala y durabilidad como fuerza cultural.
Las guerreras k-pop destila limpiamente lo que ha hecho falta para llegar a este punto. (Y demuestra que el k-pop es lo bastante grande como para parodiarlo con delicadeza). En la película, un grupo de chicas, Huntr/x, tiene la misión de proteger al mundo --a sus fans, en realidad-- de la invasión del mal, encarnado de manera literal en demonios con aspecto de zombis que son lo bastante sofisticados como para presentarse como un grupo de pop igualmente convincente, los Saja Boys. Las canciones son ágiles y alegres, y la frenética relación entre los artistas y los fans que los adoran se retrata de manera ligera y divertida, como subrayando cómo la comunidad de los fans puede ser una fuerza de lealtad incuestionable y de dudoso bien.
Leída en sentido amplio, la trama puede simbolizar la tensión entre el pop fabricado y la libertad artística, o servir como advertencia sobre cómo los medios de comunicación de masas embotan los receptores de sus consumidores más voraces y los dejan susceptibles a la manipulación.
La película es también, sencillamente, un éxito innegable. Varias de sus canciones se convirtieron en habituales en la cima del Hot 100 o cerca de ella: "Golden" de Huntr/x encabezó la lista durante ocho semanas, y también está nominada en los Grammy de 2026 a canción del año, entre otras categorías.
Esta señal de visibilidad mundial es una consecuencia lógica de cómo se ha desarrollado la última década. Se debe en gran medida al ascenso y dominio de BTS, la boy band que se convirtió en la verdadera irrupción mundial del género en la década de 2010, y cuyos miembros han completado recientemente el servicio militar obligatorio. En BTS, el k-pop encontró embajadores intachables: musicalmente ágiles, agradables y tenazmente dedicados a su oficio. La mayor historia del k-pop del año próximo será el regreso del grupo a las grabaciones y las giras, lo que inyectará ingresos y energía a la industria, pero no será mucho más que un vendaje sobre una herida sin cicatrizar: la escala de poder del grupo ha sido esencialmente imposible de reproducir, y el sistema que lo creó se ha ido fragmentando, a veces para mejor.
El ejemplo más literal de esto es el ascenso de Katseye, un grupo de chicas cuyo montaje por Hybe y Geffen Records se relató en La academia del pop: KATSEYE, un programa de telerrealidad que se emitió en Netflix. Es global por diseño, tiene integrantes de varios países y casi todo su material está en inglés.
Parte del encanto de Katseye es la forma en que se resiste a las formalidades del k-pop. El mejor éxito del grupo, "Gnarly", es un caótico torbellino industrial, y "Gabriela" es descaradamente melodramática. Las integrantes del grupo --al menos algunas de ellas-- se sienten cómodas con el lenguaje soez. Protagonizaron un provocativo anuncio de Gap. En su reciente gira en directo, Katseye mezcló el conjunto de habilidades metronómicas impresas a sus integrantes por su formación con una sensación de abandono y caos moderado que normalmente no tendría cabida en una presentación de k-pop.
Esto anuncia una era en la que el k-pop es una influencia, un punto de partida, pero quizá no un destino. Es un movimiento del que se han hecho eco algunas de las mayores estrellas de la última oleada del género: por ejemplo, Rosé, de Blackpink, cuya colaboración con Bruno Mars, "Apt.", salió a finales de 2024, pero siguió dominando las listas de éxitos pop hasta bien entrado este año. Esa fue una de las numerosas colaboraciones que pusieron a estrellas del k-pop en asociación con artistas de otros géneros, un indicador de la creciente aceptación y también de la mayor tolerancia al riesgo musical: Jisoo y Zayn; J-Hope con Don Toliver y Pharrell Williams; J-Hope con GloRilla, Seventeen y PinkPantheress, Jennie y Doechii.
También hay un nuevo concurso de telerrealidad en Apple TV basado en estas alianzas mutuamente beneficiosas: KPopped, en el que estrellas del pop en lengua inglesa como Spice Girls, Boyz II Men y Kylie Minogue forman equipo con grupos de k-pop establecidos para rehacer sus canciones emblemáticas al estilo k-pop.
Este tipo de colaboraciones dan por sentada la importancia musical del k-pop, pero también son el tipo de estallidos creativos que suelen producirse cuando un género ha llegado a una época de saturación y necesita nuevo oxígeno para prosperar.
De todos los nuevos actos de k-pop de la década de 2020, el candidato interno con más probabilidades de ampliar el alcance y el sonido del género ha sido NewJeans. De 2022 a 2024, propuso una realineación del k-pop a lo largo de líneas más sueltas y musicales, con canciones suaves, sofisticadas y dulces, sin llegar nunca a lo meloso. Sin embargo, durante el último año, el quinteto ha estado sorteando contenciosos procedimientos legales sobre la validez de su contrato y la destitución de Min Hee-jin, su directora creativa y directora ejecutiva de su sello, Ador.
Intentó renombrarse como NJX, y dio un concierto con ese nombre en Hong Kong en marzo, pero básicamente ha sido silenciado y marginado musicalmente mientras se evaluaban sus demandas en los tribunales.
El espectro de la debacle de NewJeans se cierne sobre la industria, tanto desde el punto de vista empresarial como artístico. Pero es poco probable que un reinicio de NewJeans en estas condiciones sea tan radical o satisfactorio como su anterior estallido de creatividad, ya sea por la separación forzosa de Min, que había guiado al grupo desde sus comienzos, o por la casi imposibilidad de libertad creativa en circunstancias empresariales tensas.
El resultado final del enfrentamiento indicará si el k-pop como industria está interesado en la estética o simplemente en la escala, en la innovación desde abajo o en la dominación desde arriba.
Mientras tanto, la corriente principal del k-pop está atrapada en un callejón sin salida creativo: grupos como Stray Kids, Twice, Enhypen y Seventeen prosperan comercialmente, pero los marcos musicales que utilizan son redundantes y cada vez más aburridos. (Un caso atípico prometedor: Cerulean Verge , un EP en solitario de Wendy, del grupo de chicas Red Velvet, lleno de pop al estilo de la década de 1980 brillante y ligeramente atrevido).
Pero lo más importante es que la música surcoreana está innovando mucho fuera del sistema de conglomerados. Gran parte de lo mejor parece como si mantuviera un diálogo tácito con el k-pop que durante muchos años devoró con avidez influencias del extranjero, y luego las ensambló en un nuevo paquete improbable y abrumador. Ese maximalismo tenía mucho en común con la producción hiperpop que empezó a dominar a finales de la década de 2010, y que ha encontrado nueva vida en una cosecha de jóvenes artistas coreanos --Effie, the Deep, Kimj y otros-- que están haciendo una buena parte del pop más provocativo de la actualidad.
Es el sonido de una generación de pioneros que crecieron bajo un sistema asfixiante del que desean existir al margen, pero también comentar de manera indirecta, aunque solo sea para poner los ojos en blanco con exasperación. Tiene fragmentos del k-pop bombástico enterrados en lo más profundo, pero lo que se construye encima es novedoso, retador y totalmente moderno. Mientras la industria del k-pop se defiende de su fatiga y ansiedad internas, puede que ya haya dado a luz, sin darse cuenta, al sonido que la transformará.
Jon Caramanica es crítico de música pop para el Times y presentador del pódcast Popcast.
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