El enojo por el asesinato de Sarah Everard provoca un cambio en el concepto de ‘concesiones de las mujeres’ en el Reino Unido

Todo salió a la superficie cuando la víctima, de 33 años de edad, que desapareció camino a su casa en Londres el 3 de marzo, apareció muerta una semana después

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Una mujer sostiene un cartel mientras participa en una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls
Una mujer sostiene un cartel mientras participa en una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls

Quizá fue porque los encierros forzados por la pandemia han hecho que las mujeres se aferren a las oportunidades de acceso a los espacios públicos que les quedan. Tal vez fue porque, a pesar de que el movimiento #MeToo ya lleva más de tres años, la policía y la sociedad todavía les piden a las mujeres que sacrifiquen sus libertades para comprar un poco de seguridad temporal.

Todo salió a la superficie cuando Sarah Everard, de 33 años de edad, que desapareció camino a su casa en Londres el 3 de marzo, apareció muerta una semana después aunque había hecho todo lo que debía hacer. Optó por una ruta más larga con mejor iluminación y más poblada. Llevaba ropa de colores brillantes y zapatos que le permitían correr. Se reportó con su novio para avisarle que ya iba camino a casa. Por desgracia, no fue suficiente para salvarle la vida.

Así que la respuesta de las mujeres británicas a las noticias de que la policía iba de puerta en puerta para recomendarles a las mujeres en el barrio del sur de Londres donde desapareció que se quedaran en casa por su propia seguridad fue un torrente de furia y frustración.

Esta situación ha disparado un movimiento social que se percibe un tanto diferente a los anteriores: mujeres de niveles socioeconómicos de lo más diversos exigen seguridad de la violencia varonil y exigen que la policía, el gobierno y los hombres en conjunto tomen a cuestas la carga de garantizarles esa seguridad.

Agentes de policía detienen a un hombre durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls
Agentes de policía detienen a un hombre durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls

Arresten a los suyos

“¡Oiga usted, señor, quítele las manos de encima a mi hermana!”, coreó la multitud cuando la policía comenzó a sujetar a algunas mujeres para intentar dispersar la vigilia realizada el 13 de marzo por la noche en honor de Everard, quien trabajaba como ejecutiva de mercadotecnia, en un parque del área de Clapham, en el sur de Londres.

“¡Arresten a los suyos!”, gritaron cientos de personas en referencia al agente de policía acusado del asesinato de Everard. “¡Ustedes, policías, a su casa!”.

Si la Policía Metropolitana de Londres se hubiera propuesto exhibir las acciones contra las que las mujeres protestaban, quizá no habrían podido ofrecer un ejemplo más claro que las escenas vistas en ese lugar: policías pisoteando las flores depositadas en un monumento improvisado en recuerdo de Everard y forcejeando con jóvenes consternadas hasta someterlas en el piso.

En los días posteriores a la desaparición de Everard, un grupo autodenominado Reclaim These Streets (Recupera estas calles) anunció que se realizaría una vigilia el sábado por la noche en un parque del sur de Londres. El evento se aprovecharía para recordar a la víctima, para protestar por las instrucciones que la policía les dio a las mujeres de quedarse en casa por su propia seguridad y para exigir en su lugar mayor seguridad en las calles.

Sin embargo, la “Met”, sobrenombre con el que se conoce a la policía de Londres, reiteró su recomendación a las mujeres de quedarse en casa. Por si fuera poco, la policía hizo referencia a las restricciones por el cierre de actividades, con fundamento en las cuales podría imponer multas elevadas si no se cancelaba la vigilia.

Los manifestantes sostienen carteles durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls
Los manifestantes sostienen carteles durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls

A fin de cuentas, las organizadoras claudicaron y suspendieron el evento, en parte porque no soportaban la idea de que les cobraran multas y luego ese mismo dinero se entregara mediante subsidios a la fuerza policiaca contra la que querían protestar, explicó Mary Morgan, escritora y experta en políticas sobre el cuerpo, que fue una de las organizadoras originales del evento. “Solo de pensarlo, se me retuerce el estómago”, señaló en una entrevista.

Independientemente de las intenciones al interior de la Met, el mensaje que les envió a las mujeres de todo el país fue que la policía redoblaba las restricciones a la libertad de las mujeres y no a la violencia de los varones.

“@metpoliceuk de verdad quiere a las mujeres fuera de las calles, ¿o no?”, escribió en Twitter Anne Lawtey, de 64 años, después de que las organizadoras anunciaron que se había cancelado la reunión. Según dijo en una entrevista telefónica, quedó sorprendida de que la hubieran suspendido. “¿Ahora resulta que no podemos hacer una vigilia? ¿Con gente de pie, quieta, en un parque, con cubrebocas?

De cualquier manera, se presentaron grandes multitudes con velas y ramos de flores, bulbos de flores de azafrán en frascos de vidrio y juegos de macetas con brotes de pensamientos para añadir al montón de ofrendas.

Sin equipo de audio, varias mujeres se treparon al quiosco victoriano que a veces ocupan grupos musicales y en el que se había creado el monumento improvisado en homenaje a la víctima y utilizaron un micrófono humano al estilo del movimiento “Ocupa Wall Street”: la multitud repetía lo que decían para que pudieran escuchar quienes estaban atrás.

“La policía intenta acallar nuestra voz. La policía intenta reprimirnos”, repitieron cientos de voces al unísono. “La policía dice que no podemos organizar una vigilia para conmemorar a Sarah Everard. La policía se atreve a amenazarnos. La policía se atreve a intimidarnos”.

Después, más alto: “NOSOTROS. DECIMOS. NO”.

Agentes de policía cruzan el puente de Westminster durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls
Agentes de policía cruzan el puente de Westminster durante una protesta, tras el secuestro y asesinato de Sarah Everard, en Londres, Gran Bretaña. REUTERS/Henry Nicholls

Concesiones desproporcionadas

Ser mujer es vivir “en un estado constante de concesión”, escribió la autora y columnista Nesrine Malik en su libro titulado “We Need New Stories”.

La desaparición de Everard llamó la atención sobre los términos de un acuerdo para obtener seguridad tan omnipresente que muchas mujeres quizá nunca lo habían considerado así: que a cambio de seguridad con respecto a la violencia masculina, deben hacer las elecciones “correctas”, y que si una mujer no lo hace, será la culpable de su destino.

En línea, varias mujeres compartieron los detalles de su perspectiva de esas renuncias y elecciones: la ropa que visten, los lugares por los que caminan, las personas con quienes se reportan antes de salir y al llegar a casa, cuándo salir solas y cuándo con otras mujeres o con otros hombres.

Algunas reflexionaron sobre sus propias experiencias de haberse librado de una mala experiencia. Nosisa Majuqwana, productora de publicidad de 26 años de edad que vive en el este de Londres, mencionó que les había dicho a sus amigas: “Gracias a Dios llevaba tenis, gracias a Dios llevaba una mochila” la noche que un hombre extraño se le acercó en una vereda desierta, sacó un cuchillo y le dijo que se quedara callada. “Nunca te atreverías a caminar de vuelta a casa en Londres con zapatos altos”.

Sin embargo, la muerte de Everard ha hecho que Majuqwana y muchas otras rechacen de tajo la idea de hacer concesiones.

“No importa qué hagamos las mujeres”, dijo Morgan. “Podemos estar hipervigilantes. Podemos aplicar todas las precauciones que nos han enseñado desde que éramos niñas”.

El asesinato ha “sobrecogido tanto a la gente que han reaccionado y dejado de aceptar que es normal” hacer esas concesiones, dijo Anna Birley, investigadora de política económica y política local en el sur de Londres que también participó en la organización del evento Reclaim These Streets. “Todas las mujeres pueden imaginarse en esa situación”.

Protestas en el Reino Unido. REUTERS/Henry Nicholls
Protestas en el Reino Unido. REUTERS/Henry Nicholls

¿Quién debería sacrificarse?

¿Por qué las propias mujeres deben soportar la carga de su seguridad en vez de que lo hagan los hombres que son fuente de la mayoría de la violencia en su contra?

“Las libertades de las mujeres se consideran dispensables y desechables, al igual que las propias mujeres en algunas ocasiones trágicas”, señaló en una entrevista Kate Manne, profesora de Filosofía en la Universidad Cornell y autora de dos libros sobre la forma en que el sexismo moldea la sociedad. “Hay una suposición inmediata de que la vida de los hombres no se verá significativamente afectada por esta situación”, así que no se les puede pedir que hagan sacrificios para cambiarla.

Conforme ha aumentado el área de influencia de las mujeres en la vida pública, las diferencias se han vuelto evidentes y dolorosas. El movimiento #MeToo reveló que muchas mujeres abandonaron su empleo o industrias completas para evitar a depredadores como Harvey Weinstein, y el resultado fue que los abusivos pudieron seguir dañando a otras mujeres durante décadas.

Por lo regular, a las mujeres que viven en relaciones abusivas se les recomienda abandonar a sus parejas violentas sin pensar que, de hecho, cuando intentan hacerlo enfrentan los peores niveles de violencia.

Algunas veces el cálculo es más sutil, pero el impacto colectivo no deja de ser significativo.

Un artículo en proceso de Girija Borker , investigadora del Banco Mundial, descubrió que las mujeres en India estaban dispuestas a asistir a instituciones educativas mucho menos prestigiosas y pagar colegiaturas más elevadas con tal de evitar acosos o abusos en sus traslados diarios a las clases. El impacto de esa “elección” en una mujer puede ser difícil de medir, pero entre los miles que documentó en su investigación, es de esperar que tenga efectos en sus ingresos, poder económico y movilidad social.

No obstante, el enojo de las mujeres británicas ha comenzado a cambiar las suposiciones de quién debe hacer sacrificios para lograr que haya seguridad.

Jenny Jones, baronesa e integrante del Partido Verde, sugirió en la Cámara de los Lores la semana pasada que debería haber un toque de queda a las 6 p. m. para los hombres tras la desaparición de Everard. Después aclaró que no era una sugerencia del todo seria, cuando le dijo a Sky News en el Reino Unido: “Nadie protesta cuando, por ejemplo, la policía les recomienda a las mujeres quedarse en casa. Pero cuando lo propongo yo, los hombres se levantan en armas”.

c.2021 The New York Times Company