¿Cuán grave es el cambio climático en estos momentos?

Por Henry Fountain

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© Christian Åslund / Greenpeace
© Christian Åslund / Greenpeace

En medio del horror y la incertidumbre de una crisis de salud global, es fácil olvidar que hay otro desastre mundial en curso, aunque a una velocidad mucho más reducida.

El calentamiento global es un hecho y sus efectos se sienten en todo el mundo. La única discusión real consiste en saber cuán rápido y en qué medida cambiará el clima, y qué debe hacer la sociedad para desacelerarlo o detenerlo y limitar el daño.

Hasta ahora, parece que el daño está empeorando. Como escribí en diciembre, los efectos que los científicos predijeron hace años (como tormentas severas, olas de calor y el derretimiento de los glaciares y los casquetes polares) se están acelerando.

La pandemia del coronavirus puede parecer abrumadora debido a su mera magnitud; al igual que el cambio climático. Como escritor de textos científicos he aprendido que, para evitar sentirme abrumado, es útil comenzar por comprender una parte del problema en su totalidad.

Entonces, echemos un vistazo más de cerca a un asunto: lo que está sucediendo en la parte superior del planeta, el Ártico. Es un lugar adecuado para comprender la ciencia del cambio climático y resulta que es vital para entender sus efectos.

Desde mediados de la década de 1990, el Ártico se ha ido calentando con mayor rapidez que cualquier otra región del planeta: actualmente, con un poco más del doble de rapidez.

En gran medida, el Ártico se está calentando de la misma manera que el resto del mundo, solo que en el norte el proceso está fuera de control.

A medida que aumenta la concentración de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera, también aumenta la cantidad de calor que atrapan, pero la fuente de ese calor es la luz del sol que llega a la Tierra, y la cantidad de calor que irradia cambia dependiendo de la superficie contra la que choca la luz solar. Así como un auto negro se calienta mucho más que uno blanco en un día soleado, las partes más oscuras del planeta absorben más luz solar y, en consecuencia, irradian más calor que las partes más claras.

El Ártico central es puro océano, agua oscura que está cubierta, en mayor o menor medida, de hielo delgado. Este absorbe solo el 30 o el 40 por ciento de la luz solar que choca contra él; el resto se refleja. Por otro lado, el océano absorbe más del 90 por ciento de la luz solar.

A medida que el Ártico se calienta, más hielo se derrite, lo cual deja que más partes oscuras del océano absorban mayores cantidades de luz e irradien aún más calor, provocando una pérdida de hielo aún mayor. Es un círculo vicioso.

¿También está sucediendo en el Polo Sur? No, porque, aunque el Ártico está compuesto en su mayoría por agua rodeada de tierra, la Antártida es lo opuesto, una enorme masa de tierra rodeada de océano. Una parte del hielo que cubre el continente se está derritiendo, pero ningún océano oscuro está quedando expuesto. (Eso no quiere decir que el continente no esté perdiendo hielo: sí lo pierde, principalmente a través de desprendimientos de icebergs y el derretimiento de las partes inferiores de los casquetes polares).

En el Ártico, las corrientes y los vientos que provienen de la región afectan el clima en otros lugares.

El debilitamiento de los vientos de gran altitud conocidos como la corriente en chorro polar puede provocar un clima invernal extra frío en América del Norte y Europa. Se han presentado oleadas de frío como estas durante mucho tiempo, aunque, debido al calentamiento global, algunos estudios han revelado que no son tan frías como solían serlo. No obstante, ahora algunos científicos creen que el calentamiento del Ártico está ocasionando que la corriente en chorro se mueva de maneras que provocan climas más extremos durante todo el año, al crear zonas de aire de alta presión que pueden ocasionar que los sistemas climáticos se estanquen, por ejemplo, los que traen consigo un calor extremo.

Como suelen decir los investigadores del clima: lo que sucede en el Ártico, no se queda en el Ártico.

c.2020 The New York Times Company