El atolladero del brexit en tres dimensiones

El primer ministro Boris Johnson declaró que no negociará con el Parlamento hasta que el Partido Laborista opositor acepte una elección general. Este respondió que no aceptará la elección hasta que la Unión Europea decida cuánto durará la extensión para la salida del Reino Unido. Y los mandatarios europeos dijeron que no tomarán esa decisión hasta que las cosas avancen en Londres.

Incluso para lo atascadas que están las cosas tratándose del brexit, la futilidad circular de los acontecimientos del 25 de octubre resultó increíble.

Han pasado 12.019 días desde que el pueblo británico votó a favor de abandonar la UE y la salida del Reino Unido ahora más que nunca parece un espejismo. La meta se vislumbra en el horizonte, pero elude todos los esfuerzos posibles para alcanzarla, a medida que los políticos del Reino Unido sostienen una especie de guerra interminable sobre cómo, o si, deben llevarse a cabo los resultados de ese referéndum tan debatido

Como esta semana Johnson y sus adversarios están inmersos en su enésimo enfrentamiento, el debate ya no fue tanto sobre la mejor manera de negociar la salida del Reino Unido —por no hablar de los costos o beneficios del brexit— sino que, ante una posible elección, se tornó en un crudo despliegue de posicionamientos políticos.

Un nuevo estudio de la Universidad de Cardiff y la Universidad de Edimburgo encontró que la mayoría de la gente que votó para abandonar la UE cree que la violencia contra los miembros del Parlamento es “un precio que vale la pena pagar” para que el brexit suceda. La mayoría de quienes votaron para permanecer en la unión cree que las protestas, incluso aquellas en las que hay personas heridas por la violencia, son “un precio que vale la pena pagar” para evitar la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

Alrededor de tres cuartas partes de los británicos encuestados mencionaron que a fin de garantizar que el Reino Unido abandone o se quede en la UE (según lo que cada uno apoya) están dispuestos a asumir los riesgos de empobrecer más al país o a sí mismos, así como las consecuencias de la derrota o ruptura de los partidos políticos de su preferencia.

“Me sorprendió y me sentí un poco consternado”, confesó Richard Wyn Jones, profesor de la Universidad de Cardiff y codirector del proyecto de la encuesta. “Lo que encontramos es una sociedad dividida para la cual el brexit se ha convertido en una cuestión existencial sobre la definición de quiénes somos o no somos”, comentó.

La distancia entre esos sentimientos complejos y las maniobras mezquinas entre conservadores y laboristas fue enorme. Johnson dijo que no seguiría intentando obtener la ratificación de la ley de retiro que negoció con la UE sino hasta que el Partido Laborista le otorgara una elección.

Los críticos dijeron que esa declaración era calculadora de su parte, dado que Johnson ya ganó una votación en principio sobre el plan del brexit, pero trató de hacer que se aprobara en la Cámara de los Comunes con apenas tres días de escrutinio, algo que pocos parlamentos aceptarían. Su última oferta, dijeron, parecía estar menos relacionada con la aprobación de la ley que con aprovechar un momento oportuno para celebrar una elección que cree que va a ganar.

El 25 de octubre, el canciller de Hacienda, Sajid Javid, dijo que el gobierno ni siquiera presentaría un nuevo presupuesto el mes próximo y seguiría presionando para que hubiera una elección en lugar de continuar con el programa establecido por la Reina Isabel II en un discurso pronunciado hace menos de dos semanas. Para no errar, el Tesoro anunció que retrasaría la presentación de una moneda de 50 peniques para conmemorar la salida del Reino Unido.

Por su parte, el Partido Laborista manifestó que no aceptaría el voto sino hasta que fuera patente que el Reino Unido nunca saldría de la UE sin un acuerdo. El líder del partido, Jeremy Corbyn, declaró el 25 de octubre que daría su consentimiento: "siempre y cuando el primer ministro fuera al Parlamento el 28 de octubre y dejara absolutamente claro que va a asegurarse de que no haya ninguna derrota”.

En parte, esto refleja una falta de confianza en Johnson, quien ha amenazado con salir de la UE sin un acuerdo y ha dicho en varias ocasiones que nunca solicitaría una prórroga para el brexit. Sin embargo, Johnson no tiene el poder de garantizar que nunca podría haber un "brexit sin acuerdo”, debido a que los otros 27 miembros de la UE pueden negarse a otorgar una extensión.

Dado que muchos de sus legisladores del Partido Laborista se oponen rotundamente a una elección general anticipada porque temen perder sus escaños, Corbyn parece estar poniendo la vara muy alta para poder aceptar las elecciones.

Por su parte, en las capitales europeas, la frustración aumenta día a día. La Unión Europea ya ha otorgado dos extensiones sin que haya habido una resolución. En esta ocasión, la UE quiere saber, antes de otorgar una tercera concesión, si el tiempo adicional será para la ratificación del acuerdo de Johnson o para una elección.

Las fuerzas partidarias del brexit en el Reino Unido han puesto sus esperanzas en París, pues el presidente Emmanuel Macron se perfila como un posible salvador. Dicen que está tan cansado de los titubeos del Reino Unido, que podría insistir en concederle a ese país una prórroga de solo dos semanas, lo cual obligaría a los partidos del Parlamento a aprobar el proyecto de plan de salida.

No obstante, como sucede con tantas soluciones, esta está perdiendo su fuerza a medida que pasa el tiempo. Los funcionarios europeos disolvieron una reunión en Bruselas el 25 de octubre sin acordar una extensión, y algunos diplomáticos declararon que era poco probable que Macron insistiera en sus demandas contrarias a los deseos de todos los demás miembros. La respuesta más probable es dar al Reino Unido hasta el 31 de enero para abandonar la UE, que es la extensión que Jonhson solicitó la semana pasada bajo presión, aclarando que actuaba contra su voluntad. En teoría, eso resolvería la resistencia del Partido Laborista a aceptar las elecciones, ya que postergaría el peligro de que el Reino Unido salga de la UE sin ningún acuerdo hasta después de que el país vote.

c. 2019 The New York Times Company