
BILBAO, España — Cuando los bárbaros tomaron Roma destruyeron piedra a piedra los edificios y templos del antiguo orden y, posteriormente, utilizaron los escombros para construir sus propios palacios torcidos. Esta reflexión de Mark Lilla nos recuerda lo frágiles que son nuestras instituciones y sistemas de convivencia. La Unión Europea (UE) es uno de estos sistemas, por ello es crucial ser conscientes de que, lejos de ser algo dado, necesita protección y mejora constante.
Especialmente ahora, que las fuerzas euroescépticas se están fortaleciendo y reagrupando a lo largo y ancho del Viejo Continente. Su objetivo no es solo medrar en los parlamentos nacionales, sino también asaltar cual caballo de Troya el Parlamento Europeo para ir carcomiendo la UE desde dentro.
Esta idea es especialmente relevante en España durante las próximas semanas, ya que, entre el 28 de abril y el 26 de mayo, el país celebrará prácticamente todas las elecciones que puede albergar: europeas, generales, regionales y municipales. Tal cantidad de citas electorales en tan breve espacio de tiempo no se había dado nunca en la historia democrática española. Y sorprende que la campaña se haya iniciado sin abordar la probable propagación del populismo euroescéptico, uno de los principales peligros para la regeneración política española y las instituciones democráticas europeas.

La amenaza se canaliza por tres vías diferentes: la expansión del partido político Vox, la alianza autoritaria paneuropea que se está forjando y la posibilidad de que, cuando llegué la próxima recesión económica, las fuerzas euroescépticas tengan una presencia institucional relevante en España y en Europa.
Vox es un partido que sorprendió a propios y extraños al irrumpir recientemente en el parlamento regional de Andalucía con doce de los 109 escaños. Sus seguidores se definen como "patriotas españoles" y "derecha sin complejos", y el partido ha crecido alimentándose del malestar generado en torno a la tensión del secesionismo catalán y al discurso antiinmigración. Desde diversos foros se les ha calificado de ultraderecha, derecha nacionalista y partido antifeminista. En el debate conceptual generado llama la atención que, además, no se señale con mayor énfasis que Vox es el primer partido del sistema político español que es profundamente euroescéptico. Sobre todo teniendo en cuenta que en España todos los partidos —incluso los independentistas— apoyan sin fisuras la integración europea.
Otro aspecto para la reflexión es que el partido liberal Ciudadanos y la derecha conservadora del Partido Popular (PP), que gobiernan en Andalucía gracias al apoyo de Vox, no sean más beligerantes con este partido a nivel nacional, dado que el objetivo último del partido de extrema derecha es crecer por medio de una suerte de canibalismo político en el espectro político de derecha y centro-derecha. Un objetivo que Vox está logrando al proponer la restricción de derechos sexuales y reproductivos, afirmar que la inmigración es portadora de plagas o mostrar afinidad con la figura del dictador Francisco Franco.

A nivel continental Matteo Salvini, Marine Le Pen y Viktor Orbán se afanan por forjar una alianza autoritaria —desde la que están cortejando a Vox— para concurrir a las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Este frente euroescéptico, aunque todavía se está fraguando, quiere aprovechar el retroceso de las dos grandes familias europeas (socialdemócratas y conservadores) para lograr un mayor peso político en Bruselas. Su estrategia se basa en ir carcomiendo la idea de Europa desde sus propias instituciones, mientras se aseguran sillón y sueldo en la misma estructura a la que dicen aborrecer.
Este movimiento puede llegar a ser una verdadera amenaza si consigue un tercio del parlamento comunitario, ya que ostentaría una minoría de bloqueo que podría, entre otras cuestiones, paralizar el presupuesto de la Unión Europea 2021-2027 (lo que provocaría, por primera vez en la historia de la UE, un cierre administrativo como en Estados Unidos), torpedear los programas de lucha contra el cambio climático o demorar la integración comunitaria. Según una reciente encuesta publicada por el propio Parlamento Europeo, la opción de que esta internacional autoritaria obtenga la mencionada mayoría es lejana, pero no imposible.

La propagación de Vox en las instituciones españolas y la consolidación de la alianza euroescéptica en Bruselas son movimientos preocupantes ante una posible recesión. Europa se encuentra desde hace un lustro en un ciclo económico expansivo, pero las fracturas sociales provocadas por la última crisis (la de 2008) todavía supuran. La próxima turbulencia no tiene por qué ser tan virulenta como la de hace una década, pero puede ser utilizada por el populismo euroescéptico —y su reforzada presencia por todo el continente— como ventana de oportunidad para continuar socavando la UE y seguir implementando su agenda reaccionaria.
Ante estos desafíos ¿qué pueden hacer España y Europa? En primer lugar, tal y como defiende Joaquín Estefanía, la ciudadanía debería ejercer de forma masiva su derecho al voto durante las próximas elecciones. Sobre todo las personas jóvenes, expatriadas y desempleadas, al constituir colectivos que presentan una mayor abstención histórica.
Además, sería positivo que las fuerzas socialdemócratas, conservadoras y liberales españolas incluyeran en sus esquemas de campaña electoral la presencia de socios europeos, reforzaran sus lazos paneuropeos y, si alguno de sus candidatos es investido presidente del gobierno, respaldara de forma contundente la visión para Europa del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Por último, la eurozona debe avanzar hacia la unión fiscal —por ejemplo, a través de una progresiva implementación de los eurobonos— para preparar al continente frente a la próxima recesión. Agotada en parte la munición de política monetaria de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, es hora de reponer el arsenal anticrisis a través de la política fiscal.

Karl Marx se equivocó al preconizar la revolución del proletariado, pero sí que acertó en señalar que las condiciones materiales preparan el escenario social para la penetración de ciertas ideas en el imaginario colectivo. Las fuerzas euroescépticas están preparando su asalto a España y Europa, y la ventana de oportunidad para continuar el avance podría ser la próxima tormenta económica. Por ello, como proponía George Steiner, es el momento de que Europa se sacuda su espíritu fatalista. Y también es hora de que, a través del voto, la cohesión paneuropea y el avance en la integración fiscal impida que los bárbaros acaben construyendo sus torcidos palacios a lo largo del continente.
Iñigo Calvo Sotomayor es profesor e investigador de la Universidad de Deusto y Marshall Memorial Fellow 2017.
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