Historia de los fracasos detrás de los cierres de fronteras para contener enfermedades

Un estudio de antecedentes muestra resultados erróneos del pasado por intentar mantener los virus fuera de un país

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EFE/EPA/Peter Komka/Archivo
EFE/EPA/Peter Komka/Archivo

Las respuestas fallidas en algunos países a la hora de contener la expansión de virus anidan en malas administraciones, carencia de liderazgo o presencia de individualismo a la hora de aplicar una cultura de protección frente a la pandemia.

En un reciente artículo, el profesor de sociología médica de la Universidad de Plattsburgh, Charles McCoy, revisa los antecedentes históricos que dejan en claro que las experiencias heredadas del siglo XIX que han puesto el foco en mantener las enfermedades fronteras afuera.

En su libro Diseased States, examina cómo la experiencia temprana de los brotes en Gran Bretaña y Estados Unidos moldeó sus actuales sistemas de control de enfermedades. “Creo que la preocupación de Estados Unidos por los controles fronterizos ha dañado la capacidad de nuestra nación para manejar la devastación producida por un brote de enfermedad que ocurre en el país”, indica.

A pesar de las decisiones tomadas por la gran parte de los países afectados, el portavoz de la Organización Mundial de la Salud, Christian Lindmeier, advirtió a comienzos de año que el cierre de fronteras de países colindantes con China era contraproducente. “Existe una gran razón para mantener abiertos los cruces fronterizos oficiales -señaló el portavoz-. El objetivo es evitar que la gente entre de forma irregular y no se le controlen los síntomas. Además, dado que algunas personas infectadas pueden no tener síntomas, estos controles no evitarían la propagación a otro país”.

Imagen de archivo de la frontera entre EEUU y Canadá en Lacolle, Quebec, Canadá. 17 abril 2020. REUTERS/Christinne Muschi
Imagen de archivo de la frontera entre EEUU y Canadá en Lacolle, Quebec, Canadá. 17 abril 2020. REUTERS/Christinne Muschi

Aprender y no repetir

En ocasión de los brotes de fiebre amarilla, viruela y cólera a lo largo del siglo XIX, el gobierno de Estados Unidos no se tomó en serio la lucha contra las enfermedades infecciosas hasta el brote de fiebre amarilla de 1878. Durante ese mismo año, el presidente Rutherford B. Hayes firmó el National Ley de cuarentena, la primera legislación federal de control de enfermedades.

A principios del siglo XX, había emergido un enfoque nuevo que era marcadamente diferente del antiguo concepto europeo de salud pública, que enfatizaba el saneamiento y las condiciones sociales. En cambio, los funcionarios de salud de Estados Unidos adherían a la “teoría de los gérmenes”, que aseguraba que los microorganismos, demasiado pequeños a simple vista, causan enfermedades. Así, Estados Unidos se centró en aislar lo infeccioso. La portadora de la fiebre tifoidea Mary Mallon , conocida como “Typhoid Mary”, estuvo aislada en la isla Brother de Nueva York durante 23 años de su vida.

Originalmente, el ejército gestionaba el control de enfermedades. Esa conexión promovió la idea de que un ataque de enfermedad infecciosa era como la invasión de un enemigo extranjero. La teoría de los gérmenes y la gestión militar colocaron al sistema estadounidense por un camino en el que priorizó los controles fronterizos y la cuarentena a lo largo del siglo XX. “Durante la pandemia de influenza de 1918, la ciudad de Nueva York retuvo a todos los barcos entrantes en estaciones de cuarentena y trasladó por la fuerza a los pasajeros enfermos a un hospital local. Otros estados siguieron su ejemplo. En Minnesota, la ciudad de Minneapolis aisló a todos los pacientes con gripe en una sala especial del hospital de la ciudad y luego les negó visitas. Durante la década de 1980, el Servicio de Inmigración y Naturalización negó la entrada al país a personas VIH positivas y examinó el VIH a más de tres millones de inmigrantes potenciales”, enumera McCoy.

Algunos países que ya permiten la entrada de extranjeros por las fronteras aéreas están exigiendo pruebas de la COVID-19 negativas, como Bahamas, República Dominicana y Ecuador, y otros han establecido el cumplimiento de cuarentenas (EFE/ Francesco Spotorno/Archivo)
Algunos países que ya permiten la entrada de extranjeros por las fronteras aéreas están exigiendo pruebas de la COVID-19 negativas, como Bahamas, República Dominicana y Ecuador, y otros han establecido el cumplimiento de cuarentenas (EFE/ Francesco Spotorno/Archivo)

Así, entonces, defender a la nación de la amenaza externa de enfermedades generalmente significaba evitar que los potencialmente infecciosos ingresaran al país y aislar a aquellos que pudieron ingresar.

Las voces en contra de esta política, se escucharon por toda Latinoamérica. Así, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, sostuvo que, “a partir de criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cierre de fronteras no tiene un fundamento científico para contener la proliferación de las epidemias”.

Del mismo modo se expresó Cecile Blouin, investigadora del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de Perú (IDEHPUCP): “es ilusorio creer que el COVID-19 detendrá los flujos de personas con necesidades de protección. No debe perderse de vista que otros problemas estructurales seguirán y hasta se verán reforzados por esta pandemia. Las personas que necesitan movilizarse, por causas estructurales vinculadas a la pobreza, los conflictos armados, la violencia y otras violaciones de derechos humanos, seguirán migrando en rutas alternas más peligrosas y en condiciones de irregularidad migratoria. Cerrar las fronteras no es posible sin causar un daño de consecuencias imprevisibles o descomunales a la sociedad. En el momento en que no se permite movilidad de las personas, se cancela posibilidad de tener alimentos, insumos de salud”.

México y EEUU prorrogan un mes más el cierre de parte de su frontera por la crisis del coronavirus (BRYAN SMITH / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)
México y EEUU prorrogan un mes más el cierre de parte de su frontera por la crisis del coronavirus (BRYAN SMITH / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)

Analizar y recalcular

Sin evaluar disfuncionalidades anteriores, una de las primeras acciones del presidente Trump contra el coronavirus fue prohibir viajar a China y más tarde a Europa .

Estas decisiones no fueron novedad. Cuenta McCoy que “en 2014, durante el brote de ébola, California, Nueva York y Nueva Jersey crearon leyes para poner en cuarentena a los trabajadores de la salud que regresaban de África occidental. Nueva Jersey puso esto en práctica cuando aisló a la enfermera estadounidense Kaci Hickox después de su regreso de Sierra Leona, donde estaba tratando a pacientes con ébola”.

En 2007, en respuesta a la influenza pandémica, el Departamento de Seguridad Nacional y los CDC desarrollaron una lista de " no abordar " para evitar que las personas potencialmente infectadas viajen a los EE. UU.

Largas filas se solían ver pre pandemia en el paso de Uruguaiana, en la frontera entre Argentina y Brasil (NA)
Largas filas se solían ver pre pandemia en el paso de Uruguaiana, en la frontera entre Argentina y Brasil (NA)

“Cuando tales acciones evitan que ocurran los brotes, obviamente son una política pública sólida -sostiene el especialista-. Pero cuando un brote global es tan grande que es imposible mantenerse alejado, los controles fronterizos y la cuarentena ya no son útiles”.

La preocupación por los controles fronterizos significa que no se ha invertido como se debiera como para limitar la propagación interna de COVID-19. “A diferencia de los países que organizaron una respuesta eficaz, EE. UU. se ha quedado atrás en las pruebas , el rastreo de contactos y el desarrollo de un sistema de atención médica sólido capaz de manejar un aumento de pacientes infectados. El enfoque de larga data en evitar que ocurra un brote nos dejó más vulnerables cuando inevitablemente sucedió”, indica McCoy.

El coordinador del Centro de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad de España, Fernando Simón, refuerza la idea de aprender de experiencias anteriores que no resultaron exitosas. “No vale esconderse o cerrar fronteras ante epidemias como la del ébola, las enfermedades infecciosas ya no tienen fronteras dado que las mercancías se trasladan a una velocidad tremenda y las enfermedades siguen el mismo camino y van igual de rápido de una punta del mundo a la otra, queramos o no”.

Al enfatizar los controles fronterizos se han desatendido estrategias más prácticas de control de enfermedades. “No podemos cambiar el pasado -concluye McCoy, pero al aprender de él, podemos desarrollar formas más efectivas de lidiar con futuros brotes”.

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