Las fronteras no protegerán a los países del coronavirus

Robert E. Rubin y David Miliband

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15/06/2020 Pasajeros en un aeropuerto de Atenas.
POLITICA INTERNACIONAL
Socrates Baltagiannis/dpa
15/06/2020 Pasajeros en un aeropuerto de Atenas. POLITICA INTERNACIONAL Socrates Baltagiannis/dpa

El coronavirus ha azotado más fuerte a los más pobres, pero, hasta hace poco tiempo, se encontraban principalmente en los países ricos. Ahora, aunque la pandemia sigue cobrando vidas en los países de altos ingresos —en especial en Estados Unidos—, se está propagando con fiereza en los países de bajos y medianos ingresos. El virus ha afectado hasta el momento a 1,5 millones de personas en Brasil y ha cobrado la vida de más de 60.000 personas. India terminó junio con unos 600.000 casos; comenzó el mes con poco menos de 200.000.

Con una cantidad limitada de recursos para la salud, una pobreza generalizada, enormes cargas de deuda y, en algunos casos, inestabilidad política y conflictos, los países en vías de desarrollo son la nueva vanguardia de la pandemia.

Para países como Estados Unidos y el Reino Unido, ayudar a los países en vías de desarrollo a combatir el virus y evitar una catástrofe humanitaria es un imperativo moral. Quienes se han beneficiado de la globalización deberían ayudar a pagar cuando le va mal. Sin embargo, no solo es cruel ignorar al resto del mundo, tampoco es benéfico para los países ricos. Ningún país puede confiar en su aislamiento contra un virus muy contagioso mientras este persista en el resto del mundo.

Al igual que los virus, los males económicos se pueden propagar con rapidez a través de las fronteras. Muchos países de mercados emergentes tienen sólidos lazos económicos con naciones desarrolladas. Imagina un futuro de brotes constantes en todos los países en vías de desarrollo. En un mes, México quizá tenga que cerrar las fábricas que suministran autopartes, equipo médico y otros productos a Estados Unidos, como ya sucedió hace unas semanas. Al mes siguiente, Sudáfrica tal vez deba suspender las operaciones de minería y limitar las exportaciones de minerales vitales, lo cual detendría la producción de teléfonos y computadoras. Así podría ocurrir sucesivamente en muchos países y sectores.

Los países en vías de desarrollo son compradores de exportaciones, fuentes de materias primas y componentes manufacturados, así como destinos de inversión. Controlar el virus en esos países es clave para que las economías desarrolladas avancen en el difícil camino hacia la recuperación.

06/07/2020 Ciudadanos con mascarilla reciben ayuda durante la pandemia en Soweto
POLITICA AFRICA SUDÁFRICA INTERNACIONAL
CHEN CHENG / XINHUA NEWS / CONTACTOPHOTO
06/07/2020 Ciudadanos con mascarilla reciben ayuda durante la pandemia en Soweto POLITICA AFRICA SUDÁFRICA INTERNACIONAL CHEN CHENG / XINHUA NEWS / CONTACTOPHOTO

Además, la pandemia tiene el potencial de crear alteraciones e inestabilidad sociales y políticas. Los gobiernos podrían caer, la migración podría aumentar y el espacio sin gobernar podría expandirse a medida que los efectos económicos del brote empujen a decenas de millones de personas a la pobreza extrema, creen una mayor competencia para una cantidad limitada de trabajos y exacerben las tensiones en Estados de por sí frágiles como México, Nigeria y Pakistán. A la postre, el costo en ayuda humanitaria, préstamos y seguridad podría superar por mucho los costos de combatir la enfermedad ahora.

El punto de partida de una respuesta inteligente por parte de los países ricos como Estados Unidos es apoyar las estaciones para el lavado de manos, las revisiones de temperatura, los centros de aislamiento y la información pública que escasean en algunos países en vías de desarrollo. Hay huecos alarmantes en la infraestructura mundial de la salud, representados por los niveles abismales de pruebas para el coronavirus.

Aunque Estados Unidos no tiene controlada la enfermedad a nivel local y el gobierno del presidente Donald Trump se está desvinculando de la Organización Mundial de la Salud, sigue siendo el actor más importante del mundo en el tema de ayuda humanitaria. El mundo necesita desesperadamente el liderazgo estadounidense… y su ayuda.

No obstante, aunque el Congreso prometió 1590 millones de dólares en ayuda internacional para la pandemia, se ha informado que, desde el mes pasado, a tres meses del inicio de la crisis, tan solo se habían entregado 11,5 millones de dólares a grupos de ayuda “in situ”. Además, una campaña de 7480 millones de dólares de las Naciones Unidas para enfrentar el coronavirus tan solo ha recolectado 1620 millones de dólares en promesas de donación.

Gente camina cerca de la Plaza del Zócalo durante la reapertura gradual de las actividades comerciales de la ciudad, mientras continúa la epidemia de coronavirus en Ciudad de México. Julio 6, 2020. REUTERS/Henry Romero
Gente camina cerca de la Plaza del Zócalo durante la reapertura gradual de las actividades comerciales de la ciudad, mientras continúa la epidemia de coronavirus en Ciudad de México. Julio 6, 2020. REUTERS/Henry Romero

Cuando se descubran, se prueben y se produzcan terapias y vacunas, las economías en desarrollo deben tener un acceso justo a los fármacos. Aunque la demanda mundial será alta, una guerra internacional de pujas por dosis de vacunas —similar al caos que creó la desbandada por equipo de protección personal— es poco ética e insensata.

En el punto máximo de la crisis mundial del sida, Kofi Annan, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, propuso un enorme fondo internacional que iba a comprar fármacos cruciales a un precio justo, para que sus fabricantes mantuvieran el incentivo de invertir en el desarrollo y luego distribuirlos donde fuera necesario a precios asequibles. Con el tiempo, ese llamado se convirtió en el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, el cual ha ayudado a salvar 32 millones de vidas desde su fundación. Eso es lo que necesita el mundo ahora.

Aunque en la actualidad es poco probable que el gobierno de Trump respalde un esfuerzo internacional para distribuir fármacos, otros países avanzados en conjunto podrían ejercer presión política para convencer a Estados Unidos.

La pandemia del coronavirus es una emergencia doble: una crisis económica y de salud pública. El cierre de emergencia de la economía mundial ha provocado que muchos países en vías de desarrollo con una deuda inmensa se enfrenten a una apremiante crisis de deuda que podría tener efectos secundarios todavía mayores. Los principales países industrializados deberían encabezar esfuerzos para aumentar el alivio de la deuda de los países en vías de desarrollo que están muy endeudados. La suspensión de los pagos de deuda que aprobó el G20 hace unos meses es tan solo el primer paso. Es probable que se necesite un alivio mucho mayor, incluso de parte de China, el principal acreedor de los mercados emergentes.

Ninguna de estas medidas les restaría valor a las respuestas nacionales a la pandemia y al daño económico que ha causado. Sin embargo, la ventaja sería significativa: reducir la probabilidad de nuevos brotes en países grandes en vías de desarrollo, proteger a las economías conectadas a nivel mundial y desviar las desastrosas consecuencias económicas y geopolíticas que podría acarrear la pandemia.

Por eso brindar apoyo a los países en desarrollo no solo es correcto desde el punto de vista moral, sino también porque tiene el enorme potencial de beneficiar a los Estados más ricos.

c.2020 The New York Times Company