El papa León XIV realizó este jueves su nombramiento más importante en Estados Unidos hasta la fecha al designar a Ronald Hicks, obispo de Joliet, Illinois, como próximo arzobispo de Nueva York. El relevo marca un cambio significativo en una de las arquidiócesis más grandes e influyentes del país, en un contexto de tensiones entre la Iglesia católica y la administración del presidente Donald Trump, especialmente por la política migratoria.
Hicks, de 58 años y originario del área de Chicago —al igual que el propio pontífice— sustituye al cardenal Timothy Dolan, quien presentó su renuncia al cumplir 75 años, como establece la normativa vaticana.
Dolan, arzobispo de Nueva York desde 2009 y cardenal desde 2012, fue durante años una de las voces católicas más visibles del país. Aunque conservador en teología y cercano a líderes republicanos, también mostró gestos de apertura en temas sociales. Presidió la tradicional cena benéfica Al Smith y mantuvo vínculos con Trump, quien incluso lo invitó a rezar en su investidura y lo nombró miembro de la Comisión de Libertad Religiosa.
Al referirse a su sucesor, Dolan afirmó: “Lo amo a Hicks, lo aprecio y confío en él”. Y añadió: “¿Hay tristeza en mi corazón? Claro, porque amo a la arquidiócesis de Nueva York, pero esa tristeza se ve mitigada por el regalo" de la llegada de Hicks.
El nuevo arzobispo, consciente del peso simbólico del cargo, aceptó el nombramiento con un tono pastoral: “Acepto este nombramiento con humildad y con el corazón abierto”. Incluso apeló al humor para tender puentes culturales con su nueva diócesis: “Potencialmente, mi primera declaración controvertida: soy fan de los Cubs y me encanta la pizza de masa gruesa”.
Un nombramiento con sello del papa León XIV
La designación de Hicks es leída como una señal clara del rumbo que busca imprimir León XIV, primer pontífice estadounidense y nacido en Chicago. Tanto el papa como el nuevo arzobispo han mostrado una postura firme a favor de los migrantes y disposición a desafiar las políticas de la administración Trump en este ámbito.
En noviembre, Hicks respaldó un mensaje especial de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos que condenaba las redadas migratorias impulsadas por el gobierno republicano. En esa ocasión, afirmó que el comunicado “afirma nuestra solidaridad con todos nuestros hermanos y hermanas, al tiempo que expresa nuestras preocupaciones, nuestra oposición y nuestras esperanzas con claridad y convicción. Está fundamentado en el compromiso permanente de la Iglesia con la doctrina social católica de la dignidad humana y en un llamado a una reforma migratoria significativa”.
Ese posicionamiento lo acerca al estilo pastoral de León XIV, quien también respaldó públicamente ese mensaje episcopal y ha criticado la retórica que criminaliza a migrantes y refugiados.
Hicks creció en South Holland, Illinois, a pocos kilómetros de la casa de infancia del papa, entonces Robert Prevost. Aunque comparten origen y prioridades pastorales, solo se conocieron personalmente en 2024, cuando Prevost —aún cardenal— visitó una parroquia de Hicks. El nuevo arzobispo relató que aquel encuentro se extendió más de lo previsto: “Cinco minutos se convirtieron en diez, los diez en quince y los quince en veinte”.
Antes de llegar a Nueva York, Hicks desarrolló buena parte de su ministerio en Chicago, fue párroco, decano de formación del Seminario Mundelein y vicario general de la arquidiócesis. En 2020, el papa Francisco lo nombró obispo de Joliet, donde atendía a unos 520.000 católicos. También pasó cinco años en El Salvador dirigiendo un programa de orfanatos de la Iglesia que operaba en nueve países de América Latina y el Caribe, una experiencia que refuerza su sensibilidad hacia los temas sociales y migratorios.
El reverendo Eusebius Martis, que lo conoce desde los años ochenta, afirmó: “Asumir un nuevo cargo como arzobispo de Nueva York es una responsabilidad enorme, pero puedo decir sinceramente que el obispo Hicks está a la altura del desafío”.
El reto de los abusos
Dolan, una figura conservadora destacada y cercana a Trump, deja el cargo tras culminar la creación de un fondo de 300 millones de dólares destinado a compensar a las víctimas de abusos sexuales que habían demandado a la arquidiócesis de Nueva York.
Una de las primeras tareas de Hicks será supervisar la implementación del fondo de compensación por abusos sexuales. No es un terreno desconocido para él: la diócesis de Joliet fue señalada en un informe del fiscal general de Illinois por casos históricos de encubrimiento, aunque el documento reconoció las políticas actuales de protección infantil.
Con su llegada a Nueva York, Hicks enfrenta el desafío de consolidar la sanación de las víctimas, liderar una arquidiócesis de 2,5 millones de católicos y encarnar el nuevo rumbo que el papa León XIV parece decidido a marcar para la Iglesia católica en Estados Unidos.
Durante su primera rueda de prensa tras el anuncio, Hicks abordó de frente este tema sensible. “Como Iglesia, nunca podemos descansar en nuestros esfuerzos por prevenir los abusos, proteger a los niños y cuidar a los supervivientes”, afirmó. “Aunque este trabajo es exigente, difícil y doloroso, espero que siga ayudando en los ámbitos de la rendición de cuentas, la transparencia y la sanación”.
El Vaticano suele demorar los cambios de liderazgo cuando existen litigios pendientes, por lo que el relevo se produce una vez establecido el fondo de compensación, que busca cubrir la mayoría —si no la totalidad— de las cerca de 1.300 denuncias aún abiertas contra la arquidiócesis.
(Con información de AFP/AP)
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